Un 3 de octubre de 1995 el férreo defensor argentino le metió un golpe al delantero brasileño de Flamengo que hoy se sigue recordando
Flavio Gabriel Zandoná es un exfutbolista de 53 años que en sus buenos tiempos sobresalió como un competente lateral derecho; sin embargo es recordado con más detalle por un feroz puñetazo al brasileño Edmundo en un partido del que hoy se cumple un cuarto de siglo.
Originario de Zárate, provincia de Buenos Aires, apodado «Chino», Zandoná se inició en San Lorenzo y se consolidó en Vélez, donde sumó 193 presencias con mayor o menor influencia en la conquista de siete títulos entre los cuales no consta la Supercopa Sudamericana de 1995.
En octavos de final de la Supercopa de ese año Vélez había perdido 3-2 con Flamengo en el partido de ida jugado en el estadio José Amalfitani de Liniers y el del 3 de octubre fue por la remontada en el sureste de Brasil, en Parque do Sabia de Uberlandia, Minas Gerais.
Todo lo que podía salir mal a Vélez le salió mal, a merced de un Flamengo fabuloso en cuyo terceto de ataque compartían goles y confituras Savio, el mismísimo «Chapulín» Romario y Edmundo, apodado «O Animal».
Sellado el 3-0 que Zandoná había sufrido de un modo especial, desairado por los amagos de Rodrigo contra la línea de cal, Edmundo hizo honor a su holgada reputación de deportista mañero, quejoso, sobrador, provocador y difícil de soportar incluso para sus compañeros: se inclinó y besó el césped.
La respuesta de Zandoná no se hizo esperar, con un manotazo celebrado incluso por el relator argentino Mariano Closs: «Le digo algo, por cancherear y por mostrarla: bien, Chino. Un cross de derecha o de zurda no le viene mal a nadie».
Un puñado de minutos después a Edmundo se le ocurrió recordar a Zandoná cómo iba el partido, mostrándole tres dedos y propinándole una cachetada, a lo cual el jugador argentino respondió de la misma manera, pero de inmediato redobló la apuesta y con el brasileño de espaldas aplicó una suerte de cross izquierdo de boxeo.
Con Edmundo en el suelo, Romario inició la represalia con una patada de karate a Zandoná y se desató un furioso intercambio de agresiones entre la mayoría de los jugadores, miembros de los cuerpos técnicos y hasta algunos policías.
«Se fue al diablo todo», sentenció Alejandro Fabbri, comentarista del partido para la televisión argentina.
Habida cuenta de que la situación ya no tenía retorno, el árbitro uruguayo Ernesto Filippi dio por terminado el cotejo por 3-0 con un global de 6-2 en la serie, a favor del equipo carioca, pero fue y será recordado por un episodio del que Zandoná jamás se arrepintió.
«Un jugador debe ser recordado por lo bueno o por lo malo», observó el «Chino» Zandoná años después, aunque sí evaluó que no lo dejó en una buena posición haber golpeado de atrás y que en realidad hubiera querido golpear a Edmundo cara a cara.
El «nocaut» del defensor tuvo un homenaje artístico por parte de la agrupación velezana «Los 100 barrios», que pintó el momento exacto del golpe sobre una persiana en Villa Luro.
Desde luego que en la historia del fútbol profesional abundan hechos similares al protagonizado por Zandoná y Edmundo, hay varios con una aureola de leyenda por la carencia de registros fílmicos.
Por ejemplo, el golpe de Ramón Alberto Aguirre Suárez que ensangrentó a Néstor Combin en el Estudiantes-Milan que tuvo lugar en la Bombonera por la Copa Intercontinental de 1969; un puñetazo de José Urruzmendi al propio Aguirre Suárez que termino con una batalla campal en un Independiente-Estudiantes del verano del 68, en Avellaneda; y sobre todo el cabezazo de Pelé que fracturó el tabique nasal de José Agustín Mesiano en el partido Brasil-Argentina en la Copa de las Naciones de 1964.