“El muro es el muro”. Donald Trump resumió esta mañana con cinco palabras su visión geopolítica con México. En uno de sus acostumbrados arranques matinales, el presidente de EEUU enmendó a su jefe de gabinete, el general John Kelly, y dejó claro que sus propuestas no “han cambiado ni evolucionado”, llamó a México “el país más peligroso del mundo” y reafirmó que el muro deberá ser pagado por el país vecino. Un vendaval tuitero que marcaba con claridad quién manda en la Casa Blanca y volvía a tensar la relación con México en el momento más delicado de las negociaciones por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
En el Gobierno estadounidense, el general Kelly es la otra cara de la moneda. Cuando Trump se desborda, él calla; y cuando el presidente calla, él explica. Eso hizo el miércoles en una aparición televisiva en la cadena Fox y en una reunión con legisladores demócratas. En ambos casos señaló que México no iba a pagar directamente por el muro fronterizo, que los dreamers (soñadores) tenían posibilidades de quedarse en Estados Unidos y que el presidente estuvo “mal informado” durante los comicios y “ha evolucionado” en temas de migración. “Una cosa es hacer campaña y otra es gobernar. Es muy difícil”, remachó Kelly.
Las inhabituales palabras del jefe de gabinete marcaban una línea de contención en la espinosa cuestión migratoria y, sobre todo, suponían una corrección al presidente. Un idicador de hasta qué punto ha aumentado la influencia de este antiguo general de marines. Kelly fue aupado al puesto en julio pasado tras un corto pero fulgurante desempeño en la cartera de Seguridad Nacional. Ahí se mostró implacable con las deportaciones y puso en práctica la política antimigratoria de Trump. Ganada su confianza, entró como jefe de gabinete, una especie de primer ministro palaciego, en sustitución del republicano, Reince Priebus, cuya caótica gestión de la Casa Blanca y sus diferencias con la línea dura le costaron el puesto.
Una vez nombrado, su principal tarea ha consistido en crear un ecosistema normalizado alrededor del volcánico Trump. Ha puesto orden a las visitas y ha participado en la liquidación de figuras tan chirriantes como el antiguo estratega jefe, Steve Bannon. Estabilizada la Casa Blanca, poco a poco, ha ido prodigando sus apariciones. Una de las más importantes la tuvo el miércoles y en ella osó contradecir al presidente. O al menos, señalar que su opinión había cambiado. Algo que Trump nunca ha aceptado y que, antes de que amaneciese en Washington, hizo saber. A él y al planeta. En tres tuits, el presidente dejó claro quién es el jefe en la Casa Blanca.
“El muro es el muro y nunca ha cambiado o evolucionado desde que lo concebí […] y deberá ser pagado, directa o indirectamente o a través de reembolso a largo plazo por México, que tiene un superávit comercial de 71.000 millones de dólares con Estados Unidos. El muro de 20.000 millones de dólares no es nada comparado con lo que México obtiene del NAFTA [Tratado de Libre Comercio de América del Norte en sus siglas en inglés]”, afirmó el presidente. “Necesitamos el muro por la seguridad de nuestro país. Necesitamos el muro para frenar la entrada masiva de drogas desde México, considerado ahora como el país más peligroso del mundo. Si no hay muro, no hay trato”, remachó.
El muro es el símbolo del mandato. El presidente siempre ha defendido su construcción y hace dos semanas presentó una propuesta al Congreso para que financiase con 18.000 millones de dólares la obra a cambio de permitir que se quedasen en el país los dreamers (690.000 jóvenes que entraron en EEUU siendo menores y a los que Barack Obama concedió protección temporal). Consciente de que es un imán del voto duro, tampoco le han importado las consecuencias exteriores de su defensa. Ni siquiera cuando está en marcha la delicada y compleja negociación del Tratado de Libre Comercio.
“México no pagará de ninguna manera y bajo ninguna circunstancia, un muro o una barrera física en la frontera. Esta determinación no es parte de una estrategia negociadora, sino de un principio de soberanía y dignidad nacional», afirmó el Gobierno de Enrique Peña Nieto, que aprovechó el comunicado para señalar que es falso que el país sea el más peligroso del mundo y que la violencia por tráfico de drogas es un “problema compartido” con su vecino del norte.
Trump, como es habitual, no contestó. Su vista está puesta en el tablero de Washington. La enmienda a Kelly, de hecho, ofrece una lectura interna. El jefe de gabinete, en una de sus primeras intervenciones fuera del recinto oficial, ha mostrado un tono conciliador. Un elemento importante en un momento en que la negociación parlamentaria con los demócratas, en la que se vincula el paquete migratorio y la prórroga de la financiación gubernamental, ha entrado en fase agónica. A falta de un día para el temido corte de fondos al Ejecutivo, la llamada de atención vuelve a restablecer la línea dura. El que manda, incluso en la letra pequeña, es Trump.
Negociación frenética
El Congreso de EEUU ha entrado en ebullición. Si no se alcanza hoy un acuerdo entre demócratas y republicanos, el Gobierno cerrará puertas por falta de fondos. Los conservadores, que necesitan de una mayoría cualificada en el Senado, pretenden llegar a un pacto transaccional que les dé oxígeno un mes más. Es un modelo similar al que siguieron en septiembre y diciembre para prorrogar los pagos. Pero, esta vez, la negociación se ha enturbiado.
La decisión del presidente de no aceptar un acuerdo sobre el futuro de los dreamers si no se financia el muro ha dinamitado el acercamiento. Una parte de los demócratas, soliviantados por la actitud de Donald Trump, sostiene que sólo votarán a favor si los republicanos aceptan que estos jóvenes migrantes, en un 80% mexicanos, se queden en el país.
Los republicanos lo dan por imposible dado el rechazo de Trump, y como anzuelo, han introducido en su propuesta la ampliación por seis años de un programa de salud para niños sin seguro creado por Bill Clinton. Bajo un tira y afloja continuo, la negociación no ha hecho más que acelerarse.
FUENTE: EL PAÍS