Por Carlos Duclos
No es el argentino un problema económico, tampoco político. Como se ha dicho en sucesivas oportunidades, el problema argentino es de orden moral, ético y cultural. Ha quedado demostrado en diversas oportunidades, durante muchos gobiernos a lo largo de la historia. No está exenta de responsabilidades, desde luego, parte de la propia sociedad. Esa sociedad que elige a sus gobernantes y que con frecuencia incumple las normas. Esa parte social que no solo elige mal a sus representantes por desconocimiento o por venganza, sino que critica al gobierno de turno aunque poco le importe si estaciona su vehículo en doble fila o por sobre la senda peatonal, o evada impuestos y pagos de servicios y justifique su accionar sosteniendo un estricto pero equivocado acto de «justicia» sacando a relucir aquello de… “el que le roba a un ladrón tiene cien años de perdón”. Claro que poco se le puede pedir al alumno cuando el maestro es un gran travieso.
Desde hace tiempo el gobierno nacional está empeñado en la reforma laboral, pero como una parte pensante y trabajadora de la sociedad observa que la tal reforma no es más que un subterfugio, un disfraz que oculta la intención de abaratar los costos de la mano de obra y que el proyecto le puede traer un dolor de cabeza, ahora el gobierno ha dado marcha atrás y el propio jefe de gabinete, Marcos Peña, ha salido a decir que de lo que se trata, lo que se busca, es que los trabajadores informales sean blanqueados, incorporados al mercado formal. Pero a los pocos días u horas de que sostuviera esto, una bomba le estalló en las narices a Peña: el ministro de Trabajo (¡nada menos!) se ve envuelto en un escándalo. El y su familia, como empleadores, han tenido trabajadores en negro. Es el caso de su ex casera a quien blanquearon poco antes de que Triaca asumiera como ministro. Pero no solo eso, sino que como según él mismo expresó, dado que no le podía dar aumento de sueldo la acomodó en el gremio del detenido “Caballo” Suárez. Y de postre, Triaca mandó a la “concha de su madre” a la empleada, tratándola de pelotuda.
Como corresponde a un país en donde la corrupción política y la degradación están tan vigente como el fútbol y el asado, el ¡ministro de Trabajo! no solo que sigue en funciones, sino que algunos otros ministros han salido a apoyarlo; como Patricia Bullrich, cuyos pergaminos para ocupar ese puesto vaya a saber uno en que parte del septentrión estarán.
El presidente guarda silencio, y parte de la corporación política y empresarial argentina goza de buena salud, como siempre; esa salud que enferma a la buena porción de la sociedad que quiere vivir en una sociedad justa y no puede.
El escándalo Triaca es reflejo del triste destino nacional