Hace veinte años, un joven gay estadounidense murió después de haber sido golpeado salvajemente y abandonado en un descampado. Este viernes, las cenizas de Matthew Shepard serán trasladadas a la Catedral de Washington, un homenaje excepcional a quien se convirtió en un símbolo de la violencia homofóbica.
El chico de 21 años, estudiante de ciencia política y lenguas extranjeras que quería ser diplomático, fue sacado de un bar en Laramie, Wyoming, en octubre de 1998, por dos jóvenes que se hicieron pasar por homosexuales para convencerlo de que los siguiera.
Después de un trayecto en auto, lo desnudaron y lo golpearon violentamente con un revólver en el rostro y la cabeza, y lo dejaron atado a un alambrado en medio de un frío glacial.
Matthew Shepard fue encontrado, inconsciente, 18 horas después por un ciclista que al principio pensó que era un espantapájaros.
Pocos días después murió en el hospital.
«Gran advertencia»
Su muerte conmocionó a Estados Unidos. Dejó en evidencia la violencia contra las personas LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transgénero), y provocó una ola de llamados a endurecer la legislación federal sobre los delitos motivados por el odio.
«Fue una gran advertencia para Estados Unidos», dijo a la AFP Sara Grossman, jefa de comunicaciones de la Fundación Matthew Shepard.
El asesinato fue seguido de vigilias y manifestaciones, y el entonces presidente Bill Clinton instó a la Cámara de Representantes a actuar.
Tardó casi diez años: en 2009, Barack Obama firmó una ley bautizada con el nombre de Matthew Shepard, que amplió la legislación sobre delitos relacionados con la discriminación para incluir la orientación sexual y la identidad de género.
«La muerte de Matthew fue increíblemente trágica, pero también provocó muchos cambios y despertó a la gente en este país sobre las injusticias contra las personas LGBT», dice a la AFP Randy Hollerith, deán de la Catedral de Washington.
«Y desencadenó un proceso que, creo, condujo directamente a (legalizar) el matrimonio gay» en Estados Unidos en 2015, agrega.
A pesar de la ira y la emoción, la movilización que siguió a la muerte de Matthew Shepard tuvo detractores: manifestaciones homofóbicas que proclamaban que «Dios odia a los maricones» irrumpieron durante su funeral; y años más tarde, un pastor bautista provocó indignación al declarar su intención de levantar un monumento que representara a Matthew Shepard y afirmar que ahora ardía en el infierno.
Ante el temor de que su tumba fuera profanada, sus padres, Judy y Dennis Shepard, prefirieron cremarlo y guardar sus cenizas.
Homenaje póstumo
Gene Robinson, el primer obispo estadounidense abiertamente homosexual y cercano a los padres de Matthew Shepard, es responsable de que se materializara la idea de acoger las cenizas del joven en la Catedral de Washington.
La catedral, una prestigiosa institución en la capital federal, considera que la igualdad para las personas LGBT es «uno de los mayores problemas de derechos civiles para la Iglesia en el siglo XXI».
Es, por lo tanto, «el lugar perfecto» para albergar a Matthew Shepard, según el deán Hollerith.
«Es tranquilizador saber que ahora descansará en un lugar sagrado, donde la gente puede venir y reflexionar sobre cómo crear un mundo mejor y más seguro», dijo su madre, Judy, citada en un comunicado de la catedral.
Gene Robinson presidirá la ceremonia el 26 de octubre, junto con la obispo Mariann Edgar Budde de Washington. Matthew Shepard será una de las 200 personalidades enterradas en la catedral, cerca de Helen Keller y el presidente Woodrow Wilson.
Pero este reconocimiento póstumo no debe ocultar las preocupaciones en torno a un retroceso social, según Sara Grossman. «Ha habido una regresión con este gobierno, lo vemos todos los días en las noticias», considera.
La administración Trump es acusada de reducir paulatinamente las protecciones otorgadas a la comunidad LGBT.
El último ejemplo es la decisión de negar las visas a las parejas de diplomáticos homosexuales extranjeros que viven o residen en Estados Unidos a menos que se casen.
«Estamos muy preocupados», dice Sara Grossman. «Hemos avanzado, pero no es perfecto», agrega, al recordar que muchos estados de Estados Unidos todavía permiten la utilización, durante un juicio, del argumento del «pánico homosexual», para justificar una reacción violenta e incluso el asesinato ante avances homosexuales.