El actor que se destacó por su protagónico en "El Ángel" y su participación en "El marginal" hoy se vuelca a la música: presentó su segundo disco en clave de trap electrónico
Por Javier Berro – Télam
El multifacético artista Lorenzo «Toto» Ferro, reconocido por su protagónico en «El Ángel» y su participación en «El marginal», señaló a Télam que «en el colegio no te enseñan a crecer» y que «crecer es lo más duro que hay» para un adolescente, a la vez que consideró que en su caso encontró en las composiciones de su proyecto Kiddo Toto «un método de sanación» para «bajar a tierra» sus difíciles experiencias con «la fama y el amor».
Al carácter trágico que cargan las letras de «Mansión Helada», su flamante segundo disco en clave de trap electrónico, hay que sumarle el estreno de un cortometraje (disponible en www.youtube.com/watch?v=ud2lXBAqd-8) basado en el clásico de Leonardo Favio «Nazareno Cruz y el Lobo», del que se vale para aportarle una nueva dimensión al repertorio y conectar «en su mayor expresión, los dos caminos» que eligió para su vida.
«No siento que sea capaz de crear un personaje o un álter ego; es todo lo mismo. De hecho, Kiddo Toto soy yo hablando de lo que me pasó con la fama y el amor. Y si no lo hubiese dicho en este disco, por ahí nunca lo hubiese entendido. Son cosas que uno tiene que bajar a tierra para entenderlas. Lo hice como un método de sanación para entender lo que había vivido», reflexionó el artista urbano de 23 años, bendecido en esta obra con las colaboraciones de Bizarrap, Daniel Melingo, Malena Villa, Louta y otros artistas.
—¿Qué aprendizaje te deja tu acercamiento a la fama de manera tan repentina y siendo todavía un adolescente?
—Que crecer es lo más duro que hay y que en el colegio no te enseñan a crecer. El mundo es muy frío y uno siempre busca guaridas en sus amigos, en el deporte, en la música, en el arte, pero yo estoy todo el tiempo escapándome de mí mismo y con este proceso me di cuenta de que estoy más tranquilo. Al final, lo más importante es tratar de conocerse a uno mismo, o por lo menos hacer un esfuerzo para llegar a eso, porque cuando uno está en la fama, en las fiestas o creando todo el tiempo, está ocultando un vacío. Y ese vacío es el miedo a poder conocerte a vos mismo en la soledad y el silencio.
—Con «Mansión Helada» lograste conectar el lenguaje audiovisual con el musical. ¿Lo que venga para Kiddo Toto va a estar atravesado por ese concepto?
—Seguramente. Sí, creo que es donde los dos caminos que yo tomé en mi vida se unen más explícitamente y está en su mayor expresión. Hay que ver si eso se puede sostener, porque hay algo que me da miedo que es que este corto y el disco me gustan mucho, entonces superar eso va a ser algo difícil. ¿Qué hacer? ¿Otro corto después o una película? Pero sí, creo que es donde se me unieron los dos mundos a pleno, al cien por ciento. Me pone contento saber que eso puede seguir sucediendo y que pueden convivir tranquilamente.
—¿Qué dimensión pensás que le aporta el corto a la obra musical? ¿Y cómo te llevás con las formas de consumo de la música, que al contrario del cine, parece ser menos perdurable?
—Formo parte de ese método de consumo, pero también cuando puedo voy en contra de él y trato de sentarme a escuchar un disco solo en casa de ‘pe a pa’. Hoy las formas de consumo hacen que todo sea más rápido y menos eterno, pero me parece que el corto apoya en ese sentido al disco, le da un nivel de eternidad. Tampoco es que quiero que sea eterno; alcanza con que uno pueda volver atrás en diez años y decir «uf, la gente que conocí haciendo esto, lo que nos esforzamos haciéndolo», y que te puede pasar escuchando los sonidos del disco o viendo una escena del corto.
—¿Cómo fue trabajar de vuelta con Bizarrap?
—Con Biza nos conocimos haciendo la «Session» («BZRP Music Sessions #11», de 2019). Ahí nos juntamos un montón de veces más en el estudio e hicimos un montón de canciones. Cinco, ponele, y elegimos una de esas de 2019 para poner en el álbum. Después compartimos varios viajes a México; tengo muy buena relación con él, me parece un capo. De repente nos mandamos mensajes, es una buena relación y trabajar con alguien como él siempre está increíble.
—Con los otros invitados, como Malena Villa y Louta, también los conecta la actuación. ¿Traerlos al disco tuvo que ver con tu manera de ver la música y mezclarla con lo audiovisual?
—Sí, en realidad todas las personas que metí en mi disco son personas que en parte siento admiración por ellas, y también siento que no le tienen fobia a mi música y a experimentar. Por eso las invito, son personas que admiro, relajadas, que tienen la capacidad de experimentar y jugar. Esas son las personas que más me atraen: las que son capaces de sumarse a algo que ya tiene un camino y un concepto y no tienen que llevarlo para un lado más suyo. Un invitado tiene que unirse y respetar, y ellos son toda gente muy respetuosa, talentosa, relajada y también dispuesta a jugar, probar y fallar.
—En el disco se encuentran el trap y electrónica, con sonidos del synth-wave que le aportan un carácter retrofuturista. ¿Cómo se fue armando esa paleta de colores? ¿Qué influencias tiene?
—La máxima inspiración en la música que hacemos con Oniria y Cielo es Kanye West; es la persona que más nos atraviesa. Después empezó Kavinsky a aparecer, al igual que Daft Punk, y de repente empezaron a aparecer cosas que no están tan presentes en el disco. No sé, canciones de folk o cantores como Atahualpa Yupanqui. Van apareciendo cosas todo el tiempo, y está bueno que un disco te lleve tiempo hacerlo porque vas cambiando de referencias.
—¿Te gustaría hacer música para alguna película?
—Hay canciones que se inmortalizan porque tienen películas y películas que se inmortalizan porque tienen canciones. Eso es increíble, son dos cosas que conviven muy bien. No siento que yo sería el mejor haciendo eso, pero siempre sería divertido. Yo no me llamaría a mí para hacerlo porque llamaría a Kavinsky, alguien que sepa tocar instrumentos. De hecho, ahora las canciones que estoy haciendo, que no son tantas porque acaba de salir el disco y no encuentro lo próximo que quiero decir, tienen un sonido muy Kavinsky. Las últimas canciones que hice re podrían estar en «Drive» (filme de Nicolas Winding Refn, de 2011).