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Asistencia perfecta

Tiene 63 años, quiere terminar la secundaria y es abanderada


Delia Acosta con la bandera y sus compañeras escoltas

Delia Acosta es una mujer de 63 años y de lunes a viernes asiste al Centro de Educación Secundaria para Adultos (Cespa) N° 8, en Corrientes Capital. Busca terminar sus estudios secundarios y se lo tomó con mucha seriedad: «No me gusta llegar tarde a la escuela ni faltar, menos ahora que estamos en la etapa de entrega de trabajos prácticos y presentaciones finales«, admitió la mujer.

Mucho menos, dice, que tendría el honor de ser abanderada: «Al principio quería decir que no, me daba vergüenza. Cuando lo conté en mi casa se reían, pensaban que les estaba mintiendo. Y la primera vez que entré al salón de actos estaba muy nerviosa. Vinieron mis hijos, mi marido. Mis nietos querían ver a su abuela llevar la bandera«, dice Delia, que a fin de año recibirá su título secundario y nunca imaginó que terminaría con el mejor promedio.

Mateo Alarcón, el director del Cespa N°8, habló del caso y sostuvo con mucho entusiasmo: «Todos estamos muy felices por Delia. Cuando empezó le costaba integrarse. Pero siempre tuvo mucha voluntad. Su esfuerzo es constante, y eligió una de las orientaciones del bachiller que más desafío representa para los alumnos, la de economía y administración. En ella estudian 490 alumnos, todos mayores de 18 años».

«Muchos de nuestros estudiantes son jóvenes de escasos recursos, con derechos vulnerados», reconoció Alarcón y agregó: «Buscan una nueva oportunidad, y quieren formarse para el mundo del trabajo«.

En el Cespa N°8, cuenta su director, el principal objetivo es que los alumnos no vuelvan a abandonar los estudios. «Yo les digo siempre que acá cuentan con nuestro apoyo. Hay alumnas jóvenes que son madres, por ejemplo, y cuando vienen con sus bebés siempre son bien recibidas en el aula», dice el director.

El colegio está a ocho cuadras de la casa de Delia, y una de sus compañeras, Romina, la espera en la esquina todos los días para ir caminando juntas. «Ella tiene 20 años, igual que mi nieta mayor. El primer día de clases, cuando apenas arranqué, creía que me iban a rechazar. ¡Qué iba a hacer yo con chicos tan jóvenes! Pero fue todo lo contrario», rreveló Delia, que después cuenta que abandonó la escuela por primera vez cuando estaba en cuarto grado y vivía en Paraguay con su familia. Tenía que ayudar a sus padres, dar una mano en el campo con el trabajo. Eran doce hermanos, y dice que «todos» no podían estudiar.

Delia lleva la bandera nacional

Madre y alumna a tiempo completo

Cueste lo que cueste, para Delia la educación siempre fue lo más importante. «Yo quería y no había podido», refuerza.

Con treinta y pico y sus tres hijos ya un poco más grandes, un día una amiga le contó a Delia que en el Banco Nación buscaban una empleada para servir café. «Pero pedían el primario completo. Y ahí mismo dije que no podía esperar más. Mis hijos iban a la mañana a la noche y yo a la noche. Y terminé la primaria«.

Pasaron otros casi 30 años más hasta que decidió subir otro escalón más. «Me decían que para qué. Que ya estaba grande, que ahora estaba cuidando a mis nietos. Que me iba a costar mucho -recordó-. «Ahora, en cambio, todos me alientan«. Sus amigas la felicitan, los docentes en la escuela la mencionan como ejemplo, sus compañeros la admiran, y su familia la acompaña.

«Delia fue alumna mía hace tres años«, agrega Alarcón, que como máxima autoridad de la escuela tampoco deja de capacitarse. El último curso que hizo fue el Programa de Liderazgo e Innovación Educativa que ofrece la Fundación Varkey exclusivamente para los directores. «Desde hace algunos años, la cursada es por módulos. La evaluación no es cuantitativa, ahora se pone el foco en el aprendizaje por capacidades y habilidades, y se los estimula para que sigan estudiando -reforzó Alarcón-. Muchos siguen luego una carrera universitaria«.

En eso también está Delia, que duda entre derecho y psiquiatría. «A veces pienso que ya está, que cumplí mi sueño de terminar el secundario. Pero me gusta estudiar. Cuando todos se van a dormir disfruto de ese momento para mí. Me voy a la sala, me preparo un té y abro el cuaderno. O me siento enfrente de la computadora y el tiempo pasa volando».