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“Tener cáncer nos cambió la vida, pero para bien”


Las mujeres que integran Valientes por la Vida contaron en primera persona sus experiencias con la enfermedad y destacaron la importancia de entenderse y apoyarse.

Por Matías Gregorio

Las Valientes por la Vida hablan desde el corazón. Todas transitan o han transitado algún tipo de cáncer. Pero no buscan lástima. No quieren sentir en la espalda la mirada de la gente cuando llevan un turbante. Quieren hablar. Quieren que el tema sea debatido en todos los ámbitos. Buscan contener y abrazar; se toman las dificultades que traza la vida con humor y optimismo.

“La enfermedad te cambia la vida para bien, para darle importancia a lo que verdaderamente tiene importancia”. «Yo vivo el día, hoy vivo, mañana Dios dirá”. “Hay otra perspectiva de la vida. No proyectar. Intenso. Hoy estamos felices de estar en este momento, charlar y compartir mates, después se verá. Es una manera de no preocuparse”. Las palabras corresponden a Graciela, Neris y Patricia, integrantes del grupo de Valientes por la Vida que recibió a CLG en La Toma (Tucumán 1349).

“Cuando llega el mes de control te vuelve el miedo y la desconfianza”, agregó Neris, al tiempo que Mónica se sumó: “Eso es lo que tiene el cáncer, una incertidumbre constante”. “Es una enfermedad crónica, entonces hay que tratarse constantemente», afirmó Patricia. Todas coincidieron en que lo importante es que se dé a conocer, con el fin de prevenir y que aumenten los controles médicos.

«Hay que decirlo, es una enfermedad común como cualquier otra»

Las mujeres narraron sus experiencias personales que viven a diario, donde si bien entienden la postura del otro, de a poco intentan cambiar la perspectiva: «En la escuela me sucede que cuando algunos quieren tocar el tema, se cuidan e intentan no decirlo. Y ahí yo se los digo en la cara. La gente tiene vergüenza, miedo, no quiere tocar la palabra cáncer con vos, porque creen que te va a afectar. Y, al contrario, yo sí puedo replicar, replico», expuso Gilda Espejo.

“Hay gente que le decís que tenes cáncer y ya te ven adentro de un cajón, y no es así. Uno la pelea todos los días y tenemos mucha fe en que vamos a salir adelante. Hay que ir saltando obstáculos continuos, y así como nos ves, somos felices, a pesar de esta enfermedad y a pesar de que hay veces que uno puede darse permiso de tener un día que llorás, que te angustiás, porque es normal. Después nos lavamos la cara, nos maquillamos, y a otra cosa y seguir”, destacó Patricia.

«No me gustan que me tengan lástima, siempre estoy con las energías arriba”, dijo otra de las integrantes.

El valor de comprenderse

Para muchas de las integrantes, Valientes se convirtió en un espacio donde pueden hablar entre ellas con total franqueza de las diferentes cuestiones que las atraviesan. «Es sanador, nos entendemos, hablamos el mismo idioma», afirmó Graciela. «Nadie mejor que alguien que estuvo en tus pantalones para comprenderte”, sostuvo Mónica.

«Podemos decirnos cosas que son bastantes angustiantes, pero que a la familia se las preservas para que no se pongan mal y no sufran. Entre nosotras las charlamos porque estamos todas en la misma y nos contenemos. No nos afecta de más, sino que nos damos apoyo”, remarcó Patricia.

«Me salvó la vida encontrar gente a la par mía que sufra lo mismo»

Las Valientes entienden que estando todas juntas se hace más fácil afrontar y transitar la enfermedad: «Quizás hay gente que no se enteró de esta organización, que está sola, deprimida. Queremos llegar a ellas, ser más y crecer, terminamos un objetivo y ya estamos pensando en otra cosa».

Lejos de refugiarse en la tristeza, las mujeres afrontan sus vivencias con una sonrisa: “Hemos ido a bares, por ejemplo, y nos preguntan azúcar o edulcorante, y decimos, no, edulcorante no porque causa cáncer (risas)». «Nos reímos de nosotras. Está bueno tener amigas con quien poder hablar”, admitieron.

Mónica (izquierda) contó que incluso a veces se prestan los medicamentos o la familia de quien lamentablemente fallece, los dona.

La pérdida y el dolor

Desde que se organizaron como grupo, año a año han perdido a varias compañeras a causa de la enfermedad. El dolor es grande, pero no les hace bajar los brazos: “El año pasado fueron cuatro. Lamentablemente es así. Hay chicas que están bien y de un día para el otro sufren una metástasis bastante importante, de la nada”, dijo Patricia.

“Todas tenemos que hacernos controles y hay algunas que están en tratamiento y tienen que seguir con sus aplicaciones de quimioterapia. Somos todas pacientes, no es como si fuera otro grupo para pacientes, somos nosotras pacientes”, añadió Mónica.

Antes de Navidad visitaron el sector oncológico del Hospital de Niños Víctor J. Vilela para donar juguetes.

Cómo contener a la familia

Cuando una persona es diagnosticada con cáncer su familia también se ve muy afectada. Muchas veces, para no entristecer a quien porta la enfermedad, se arman de una coraza que en algún momento explota. «El año pasado, a raíz de que yo iba a terapia, mi psicooncóloga citó a mi marido, y desde ahí, hizo un click. Él intentaba borrar todo y minimizarlo, pero yo le decía ‘no niegues que tuve cáncer, lo tuve’”, contó Gilda, quien todavía no se olvida la mirada que sentía años atrás, cuando, con el cabello corto, paseaba a su bebé recién nacido en el cochecito.

«Si a vos te pasa algo yo me muero», le dice la hija de Patricia, de 19 años, a su madre. Para la joven, negar el tema y no hablarlo es su única manera de seguir tranquila y poder hacer su vida. «Yo le digo que eso no es bueno, y la quiero llevar a terapia, pero se niega», relató la madre. Además, contó que, si bien a ella no le afecta la mirada del otro, a su familia sí: «‘Te miran con lástima, mamá’, me ha dicho mi hija».

“Cuando a mí me tomó la enfermedad, a los 42 años, yo tenía hijas chiquitas, de 8 y 9 años. En ese momento las senté y se los expliqué. Y luego las llevé a varias reuniones para que vean que había otras señoras con cáncer, que no era rara porque estaba pelada», narró Mónica.

Antes estas situaciones, desde hace un tiempo existe un grupo de WhatsApp para los maridos de las pacientes oncológicas, bajo el nombre «Valientes por ellas». «Hay que contenerlos, porque sufren a la par nuestra», afirmaron.

En campaña. Las Valientes aprovechan cada oportunidad para reiterar la importancia de los controles.

La salud pública responde

De todas las Valientes que recibieron a CLG, sólo Patricia se atiende en la salud pública, mientras que el resto lo hace a través de sus obras sociales o mutuales. Según contó, su experiencia en más que positiva: «Estoy súper agradecida, jamás me faltó una medicación y en las quimios me dieron todas las drogas que necesité, siempre con una gran contención y cariño de los enfermeros, los oncólogos y los cirujanos».

La mujer detalló que en los hospitales, por ser paciente oncológica, no tiene que hacer cola para sacar un turno, y que si bien a veces no hay una medicación en un hospital, se puede conseguir en otro. “Existen tratamientos alternativos en otros países, pero esas ya son cosas extras, muy costosas, los protocolos básicos en Rosario funcionan muy bien”, aportó Mónica.

“Obviamente, los tiempos son otros. Las chicas se hacen una tomografía y entre tres días y cinco ya tienen los resultados, yo hace cuarenta días estoy esperando el resultado de la mía. Si te hacés una punción, demora dos meses, y un Papanicolaou, otros tres», mencionó Patricia, y explicó que se debe a que están sobrepasados de trabajo. «Es angustiante porque uno quiere leer que esté todo bien, y si no está bien empezar a actuar rápido para que no empeore».

Por último, contó que está a la espera de que pueda hacerse un estudio genético para saber si su caso es hereditario o hormonal, con el fin de prevenir de alguna situación a su hija y a su hermana. «Es muy costoso, pero puede salvarle la vida a mi hija o a algún familiar». Por el momento, los pacientes que se atienden en la salud pública no pueden acceder a él, aunque médicos genetistas de la ciudad ya están trabajando para que así sea.