Se encuentran en varias provincias, pero no existe un circuito establecido para el turista por lo que se recomienda obtener información previa o con asesoramiento del Ministerio de Turismo y Deporte
Los monasterios, con su ambiente de austeridad, sus variadas exquisiteces y la hospitalidad por regla, son para el turismo de fe una alternativa a las grandes y famosas propuestas multitudinarias, acorde a la nueva tendencia del turismo religioso pospandemia.
La mayoría de las abadías son de la orden de los benedictinos, cada una con su particularidad, tanto en el servicio para el turista como en las características litúrgicas y normas para quienes los visitan o duermen en sus hospederías.
En algunas hay que reservar turno de visita con dos años de anticipación, en otras la condición es el absoluto silencio, están las que ofrecen misa sólo en latín y cada cual tiene una especialidad gastronómica, aunque no son hoteles ni restoranes.
Están en varias provincias, pero no hay un circuito establecido para el turista, quien puede organizar su visita con información previa que brinda cada monasterio o con asesoramiento del Ministerio de Turismo y Deportes (Minturdep) o de la Comisión Argentina de Turismo Religioso, que es un ente público privado.
Además de rituales y liturgias, los monasterios ofrecen atractivos de naturaleza en su derredor o se encuentran vecinos a destinos donde los visitantes tienen otras opciones que justifican el viaje desde grandes ciudades.
En ese sentido, desde la Dirección Nacional de Planificación y Desarrollo, que se ocupa de este producto en el Minturdep, la referente técnica en Turismo Religioso, Claudia Boente, mencionó el caso de un tour que incluye las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, en ese orden.
Boente comentó a Télam que se puede iniciar la excursión en el santuario de San Nicolás, de allí combinar con una visita turística a Rosario y culminar en la Abadía del Niño Dios, de los monjes benedictinos, en un paisaje de suaves lomas verdes y arboladas, cruzadas por arroyos y riachos.
El monasterio cuenta con hospedería y casa de retiro, además de un espacio de ventas de miel, jalea real, polen, propóleos, dulce de leche y licor monacal, en tanto el abad designa los monjes que pueden hablar con los visitantes, para conservar el sistema de clausura e intimidad.
«Esta es la única abadía de Argentina que produce el licor monacal, una bebida digestiva dulce o seca, que es hecha con 74 hierbas y tiene 44 grados de alcohol, según una formula traída de Francia y que por ser secreta sólo la conoce un monje, y a su muerte recién la recibe otro», destacó la funcionaria como característica de este monasterio.
Los productos monacales se venden en muchos templos benedictinos, como la Abadía de San Benito del barrio porteño de Belgrano, que es una opción religiosa para los turistas que visitan sólo la capital argentina.
En la provincia de Buenos Aires se destaca el monasterio de Los Toldos, que muchos combinan con un paseo por el sitio arqueológico mapuche que dio el nombre a la población y por la casa natal de Eva Duarte de Perón.
«La hospedería tiene 28 camas y hay que pedir turnos, especialmente para los retiros organizados, y para pasar una Pascua hay que hacerlo con un año de anticipación», advirtió, Boente, y precisó que sus especialidades son dulce de leche y queso gouda, con una receta traída de los Países Bajos, y que intentaron hacer cerveza, pero al no encontrar la calidad exacta, desistieron.
Sobre el monasterio trapense Nuestra Señora de los Ángeles, a 50 kilómetros de Azul, apuntó que «da turnos con dos años de anticipación para una visita con estadía, porque es chico y tiene pocos lugares, donde pueden ir matrimonios u hombres solos.
Esta abadía pertenece a la orden benedictina de la Estricta Observancia, lo que implica estricto silencio, y los visitantes disponen de un parque e ingreso a la Casa de Retiros y a la iglesia para la misa y oficios litúrgicos, pero no entran al monasterio ni se les ofrecen visitas guiadas.
En este aspecto, Boente aclaró que los monasterios no son hoteles ni restoranes turísticos, aunque reciben turistas y otros visitantes, porque uno de sus principios es la hospitalidad, según sus lemas «Ora et Labora, que es Oración y Trabajo, y por considerar que todo huésped es Cristo que llega y debe ser bien recibido».
Otro monasterio particular bonaerense es el femenino benedictino de Santa Escolástica, en Victoria, donde las monjas hacen pastelería y la gente va para Pascua a comprar budines, chocolates, huevos y pan de fruta, y a fin de año venden repostería alemana.
La Abadía Nuestra Señora de Luján, que tiene hospedería y está a 7 kilómetros de esta ciudad turístico religioso, en Jáuregui, es de normas estrictas, con silencio absoluto y la liturgia totalmente en latín, y entre sus productos se destaca el lemoncello.
Entre los monasterios de otras provincias, Boente mencionó el de Cristo Rey, en El Siambón, Tucumán, cuya especialidad es la fitoterapia, -gotas medicinales como las homeopáticas- y el de Suyeque, en San Luis, en cuya tienda venden productos de artesanos de la zona.
En la aldea entrerriana María Luisa, está el monasterio Nuestra Señora del Paraná, que se destaca por sus zapallos, batatas e higos en almíbar, y en Arredondo, Córdoba, la Abadía Gaudiun Mariae tiene una pequeña pero buena hospedería, para cuatro o seis personas.
Al margen de sus particularidades, Boente explicó que «todos los monasterios tiene un ritual, que es cuando el prior entra y toca con los nudillos tres veces el banco (a veces sólo una), y entonces los monjes se levantan porque da inicio la misa o la oración, y al huésped le dan el libro de la oración para maitines, laudes, vísperas, tercias y otros oficios».
La funcionaria indicó que desde el Minturdep se brinda asesoramiento en turismo religioso a través del correo cboente@turismo.gob.ar.