Veinticinco años después de celebrarse las primeras elecciones libres en Sudáfrica, el 27 de abril de 1994, la memoria del líder Nelson Mandela aún irradia sus ideales de paz y prosperidad que resultaron vitales para terminar con el régimen segregacionista del apartheid.
Este sistema racial, que dividía a la sociedad sudafricana en cuatro grupos, blancos, negros, de color o mulatos e indios, fue impuesto por el Partido Nacional a partir de su victoria en las elecciones de 1948. Por ese motivo, los blancos eran los que más privilegios tenían: derecho a votar, mejores servicios en hospitales, escuelas, transportes, trabajos calificados y tierras productivas.
Mandela estuvo 27 años en la cárcel, tras ser condenado a cadena perpetua por los cargos de sabotaje y conspiración, de los cuales pasó 18 de ellos en la prisión de Robben Island, con el número 466/64. El líder negro se involucró en las conversaciones oficiales que pusieron fin al gobierno de la minoría blanca, y en 1991 fue elegido presidente del Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés) en reemplazo de su amigo Oliver Tambo.
Seguidamente su colaboración con el entonces presidente sudafricano, Frederick De Klerk, resultó decisiva para el éxito de la transición en Sudáfrica. En 1993 ambos ganaron el Premio Nobel de La paz, y el 27 de abril de 1994 el líder negro votó por primera vez en su vida, bajo la ley de sufragio universal, con la dirección de una Comisión Electoral independiente.
«Luego de transformarse en el primer presidente negro de Sudáfrica e iniciar un proceso de búsqueda de reconciliación y desarrollo nacional, poco queda del legado que esta figura política sudafricana intento consolidar en su periodo de gobierno», dijo a Télam Gustavo Cardozo, coordinador del Centro Argentino de Estudios Internacionales (CAEI).
Para este analista, «esta nación africana enfrenta grandes desafíos socioeconómicos que la enfrentan a un futuro incierto cubierto de corrupción por la clase política actual».
Según cifras del Banco Mundial, Sudáfrica tuvo un desempleo del 27,4% en 2018 y, de acuerdo a algunos informes de prensa, las ayudas del Estado llegan ya a 17 millones de sudafricanos, casi un tercio de la población de 57 millones habitantes. También atraviesa problemas en el sector minero de platino, ya que cerraron varias minas y fueron despedidos miles de trabajadores.
Mandela, de la ANC, ganó las elecciones con más del 62% de los votos, respaldado por el Partido Comunista sudafricano y el Congreso de los sindicatos de ese país. Nacido en el clan de los Madiba en la villa de Mvezo, Sudáfrica, el 18 de julio de 1918, completó su licenciatura en la Universidad de Sudáfrica y regresó a Fort Hare para su graduación en 1943.
Aunque se involucró en la política cada vez más desde 1942, se unió recién al ANC en 1944 cuando ayudó a formar la Liga Juvenil de esa agrupación política. El 5 de agosto de 1962, fue arrestado durante un bloqueo policial, mientras retornaba de su ciudad natal KwaZulu.
El futuro presidente sudafricano fue acusado de dejar el país sin permiso, así como de incitar a los trabajadores a la huelga, por lo que fue sentenciado a cinco años de prisión en la cárcel de Pretoria. Entre 1963 y 1964 fue imputado junto a otros diez líderes del ANC por 221 cargos de sabotajes para derrocar al sistema de apartheid.
Mientras enfrentaba la pena de muerte, pronunció su famoso discurso conocido como ‘Desde el muelle’, el 20 de abril de 1964. «Yo he peleado contra la dominación blanca; yo he peleado contra la dominación negra, yo he elegido el ideal de la democracia y la sociedad libre, en la cual todas las personas vivan juntas y en armonía, con igualdad de oportunidades. Este es un ideal en el cual espero vivir y lograr. Pero, si es necesario, es un ideal por el cual estoy preparado para morir», afirmó.
El 11 de junio de 1964, Mandela y otros siete acusados fueron sentenciados a prisión de por vida, la mayoría de ellos en la cárcel de Robben Island. Sin embargo, años después, Mandela iniciaría las conversaciones con el gobierno del apartheid y la ANC.
A pesar de las adversidades que sufrió a lo largo de su vida, el líder negro jamás vaciló en su amor por la democracia, y nunca respondió al racismo con más racismo. Murió en Johannesburgo el 5 de diciembre de 2013, a los 95 años, convertido en una leyenda del pacifismo mundial.