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Solidaridad y amor propio: corre por el mundo para llevar agua a África


Ruslan Shakin tiene 38 años y es ruso. Su desafío de dar la vuelta completa al planeta por el hemisferio sur hizo que sus zapatillas de runner pisaran Rosario. En medio de su estadía, dialogó con CLG

Difícilmente haya imaginado el ruso Ruslan Shakin estar sentado en un bar de Granadero Baigorria mirando cómo la fría lluvia de fin de semana mojaba todavía un poco más la orilla del Paraná. “Este lugar debe ser hermoso en verano”. Las palabras cruzan el aire pero no salen de su boca, sino de su celular. Más precisamente, de la aplicación que traduce su casi perfecto inglés al castellano, para poder hacerse entender en tierra de desconocidos pero de “buena gente”, según sus dichos.

Es runner desde hace poco más de cuatro años. Descubrió el deporte y se enamoró. Corría pequeñas cantidades de kilómetros por día hasta que se decidió a aumentar las distancias. Hoy está llevando un desafío tan grande como difícil: completar la vuelta entera al mundo por el hemisferio sur. Según sus cálculos, la misión supone atravesar entre 12 y 13 mil kilómetros, por supuesto, corriendo. ¿Por qué lo hace? Más allá de la motivación que propone el desafío personal, está la solidaridad.

La idea es conocer gente y hacer que las personas de los lugares que visita a pura velocidad se interioricen en lo que hace y puedan donar dinero destinado a la construcción de pozos en África, para colaborar a que cientos de familias tengan agua en sus hogares. Necesita 10 mil dólares para que su travesía se pueda considerar como fructífera.

Izhevsk es el nombre de ciudad que lo vio nacer hace 38 años. Cercana a Moscú, allí Ruslan transitó la primera etapa de su vida. Más tarde, sus sueños se mudaron a Los Ángeles, en donde trabajó los últimos 15 años. Pidió los días (unos dos meses) para cumplir este desafío. Le ofrecieron sólo dos semanas. Acto seguido, presentó su renuncia. “Es el momento. Tengo la cabeza y tengo el físico para hacer esto. En uno o dos años, quizás no”, lanzó.

Cada tanto corta su discurso con una palabra en castellano. Conoce expresiones y las explota cada vez que tiene la oportunidad. No es extraño para él desconocer el idioma en los lugares donde está, pero de alguna manera se hace entender. El traductor de su celular se vuelve vital y es una de las herramientas que más utiliza. Con suma serenidad, se dispone a contar por qué decidió embarcarse en tamaño desafío.

“Estaba corriendo por Japón y mi primera meta fue cruzar todo el país. Lo hice y eso me dio mucha confianza. Cuando corro, me gusta escuchar música, podcasts y también audiolibros. Uno de estos últimos me dio el empujón para hacerlo. Se llama ‘Thirst’ (sed), de Scott Harrison”, explicó.

La sed de la que hablaba Scott Harrison entró por sus oídos y le llegó al pecho. El audiolibro hace referencia a la gente de África y le hizo pensar en aquellos que no pueden levantarse y lavarse la cara, o que no pueden ir hasta su cocina y servirse un vaso de agua. Y decidió hacer algo por ellos. El objetivo es literalmente dar la vuelta al mundo, en el hemisferio sur, y hacer conocida su meta para recaudar dinero.

“Me fui a correr, luego, a Australia. Muchos corredores deciden cruzar ese país durante el invierno, dado a que hace mucho calor. Pero yo lo hice en pleno verano. Quería sentir la sed de la que hablaba el libro. Quería sentir la sed que sienten las personas a las que yo quiero ayudar”, manifestó, y continuó: “Tomaba agua fría y sentía que estaba tomando café hirviendo. Me quemaba la garganta. Fue difícil, pero lo hice”.

Japón, Australia, Nueva Zelanda, Chile y ahora Argentina, desde Mendoza hasta el Obelisco, pasando por supuesto por Rosario. Después, llegará el momento de recorrer Sudáfrica de oeste a este. “Allí terminará mi recorrido y el círculo estará completo”, sentenció. Sus pies pisarán asfalto y montaña durante más 12 mil kilómetros y, en el medio, conocerá a miles de personas que servirán de ayuda para que otras miles se interesen en colaborar económicamente con la causa.

Hoy todas las sensaciones son buenas, pero al principio hubo dudas. “No fue fácil tomar la decisión. Sólo soy yo y mi coche, donde llevo agua y cosas para comer y reponer energías. Es una aventura demasiado grande. Comencé a pensar en esto en mayo de 2018. Desde ese momento tuve ganas de hacerlo, pero también dudas. Estar en países distintos, sin conocer el idioma, enfrentando el clima y los caminos montañosos. Fue complicado, pero acá estoy”, sostiene mientras sonríe y toma un café que le recuerda a la supuesta agua fría que bebía bajo los 50 grados del desierto australiano.

“Me siento genial haciendo lo que hago. Es una motivación ver cómo la gente sale a correr conmigo y me acompaña tramo a tramo. Se sacan fotos y comparten mi historia y lo que quiero hacer. La gente de Sudamérica es fantástica. Es muy buena”, finalizó.

Ruslan tiene una página de Facebook en la que documenta cada ciudad que visita, exclusivamente en Sudamérica. Comenzó en Valparaíso (Chile) y, como ya se dijo, su travesía por estas tierras finalizará en el Obelisco. Lo esperan los terrenos africanos, la última parte del desafío de su vida, que tiene un alto porcentaje de misión solidaria.