Lukashenko calificó a los protestantes como "títeres occidentales" y amenazó a los líderes opositores con cargos penales
Miles de bielorrusos tomaron este jueves las calles de la capital Minsk y otras ciudades del país, en el duodécimo día de protestas y pese a amenazas de más represión, para exigir la renuncia del presidente, Alexander Lukashenko, que el pasado 9 de agosto extendió su mandato, que ya lleva 26 años, en elecciones que la oposición considera fraudulentas.
Lukashenko calificó ayer a los manifestantes de «títeres occidentales» y amenazó a los líderes opositores con cargos penales, horas después de que la Unión Europea (UE) rechazara los resultados de las elecciones, expresara su solidaridad con los manifestantes y anunciara que prepara sanciones contra los funcionarios bielorrusos responsables de las brutal represión.
El líder bielorruso, de 65 años, desestimó las críticas de la UE y dijo a sus líderes que se ocuparan de sus propios asuntos. Las protestas se desataron la misma noche de las elecciones, cuando la Comisión Electoral entregó los primeros resultados.
Hasta el momento, la represión desatada contra los manifestaciones, en las que las fuerzas de seguridad admitieron haber usado munición real contra los participantes, se saldaron con al menos tres muertos, cientos de heridos y unos 7.000 detenidos.
El presidente ruso Vladimir Putin, a pesar de recurrentes tensiones entre su país y Bielorrusia, dio su respaldo a su aliado Lukoshenko el pasado fin de semana y dijo a líderes de la UE que estaba dispuesto a colaborar para solucionar la crisis.
El Kremlin se dijo listo a intervenir a través de la alianza militar que mantiene con Minsk y otros cinco ex estados soviéticos en la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, pero Dmitri Peskov, el vocero de Putin, dijo ayer que de momento no hay necesidad de «apoyo ruso».
«No debe haber ningún disturbio más en Minsk. La gente está cansada y pide paz y tranquilidad», dijo Lukashenko ayer.
El mandatario ordenó reforzar los controles en las fronteras para «impedir que militantes, armas, municiones o dinero procedentes de otros países entren a Bielorrusia para financiar estas protestas».en declaraciones difundidas por la agencia oficial de prensa Belta.
Sin embargo las amenazas del líder bielorruso no lograron intimidar a los manifestantes y la protesta crece día a día.
El domingo pasado, fábricas estatales se sumaron a un paro, una situación nunca antes vista desde que Bielorrusia se convirtió en una república independiente tras la caída de la Unión Soviética.
Esto planteó un duro desafío a Lukashenko, quien había confiado en los trabajadores manuales como su base de apoyo principal.
En un intento por detener la propagación de la huelga, Lukashenko advirtió ayer que los participantes enfrentarían el despido y ordenó a las fuerzas del orden proteger a los gerentes de las fábricas de la presión de la oposición.
Lukashenko advirtió también a los miembros del Consejo de Coordinación de las protestas que podrían enfrentar responsabilidad penal por su intento de crear «estructuras de poder paralelas».
El consejo pidió una nueva votación presidencial organizada por las comisiones electorales recién formadas y exigió una investigación sobre la represión de las protestas y una compensación para las víctimas.
El organismo de oposición está formado por adherentes de la principal rival de Lukashenko, Sviatlana Tsikhanouskaya, así como por activistas de derechos y representantes de los trabajadores en huelga.
También incluye a la autora más famosa del país, Svetlana Alexievich, quien ganó el Premio Nobel de Literatura en 2015.