Sus antepasados vinieron de Cabo Verde, un Estado insular de África en el Océano Atlántico. Su ascendencia se refleja no solo en su tez, sino en los platos típicos de esas tierras, como el cachupa, y en las historias de sus tíos y abuelos. Se trata de una herencia que Patricia Gomes lleva con la frente en alto, pero que también implica un trabajo de construcción permanente de su identidad.
Muy temprano en su vida, en la escuela primaria, la alegría con la que Patricia vivía sus tradiciones se vio enfrentada con una realidad en la que «ser negro era sinónimo de algo malo». A partir de allí, dedicó su vida a romper con esos prejuicios, siempre con el acompañamiento de su familia.
Actualmente trabaja en el Instituto contra la Discriminación de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, con una historia personal de varios años de militancia contra el racismo. «Es muy difícil luchar contra esto en una sociedad que primero niega la existencia de los afroargentinos, su presencia histórica y la actual», sostiene, pero eso, lejos de amedrentarla, parece darle impulso para seguir luchando.
-¿Qué es ser afrodescendiente?
-Es algo bastante complejo, sobre todo en un país como la Argentina, al que considero un país racista. Se trata de un proceso que tiene dos caras. Una es hacia adentro, de construcción permanente, de autoafirmarse como afrodescendiente. La otra, es hacia afuera, más compleja, tiene que ver con la interacción con la sociedad, donde se empieza a tomar conciencia de lo que significa.
-¿Y qué significa?
-Primero es tener un origen en el continente africano, pero también es ser parte de un grupo con mucha historia, con mucha cultura, con mucho futuro también. Aunque seas blanco y de ojos celestes, puede que seas afrodescendiente. Todavía falta que la Argentina descubra su parte negra y se enorgullezca de ella. Es un trabajo de permanente construcción de nuestra identidad.
-¿Cómo fue en tu caso esa construcción?
-Fue bastante natural. Crecí en una familia que siempre se enorgulleció de ser negra y con una conexión muy fuerte con nuestro país de origen, Cabo Verde. Tuve la suerte de criarme al lado de mi tía, Miriam. Desde chica ella siempre nos decía que éramos negras, independientemente de la cantidad de melanina que tuviéramos. Tengo primas que son rubias y que dicen que son negras, porque tiene que ver con una cuestión de identidad y de sentirse como tal, trasciende el color de la piel.
-¿Cuál es la historia de tu familia?
-La familia de Cabo Verde viene por parte de mi papá. El que nació allá es el papá de mi papá, mi abuelo. Mi abuela es argentina pero sus padres también eran caboverdeanos.
-¿Cómo se dio la construcción de identidad en la segunda etapa, hacia afuera?
-Para mí era algo muy natural el ser negro, el comer cachupa, la comida típica de Cabo Verde… Y de golpe, me tuve que enfrentar con que en esta sociedad ser negro era sinónimo de algo malo. Fue duro al principio. Lo importante para mí fue tener contención familiar, nos trabajaron mucho la autoestima en mi casa.
-¿Qué recomendación le harías a una chica que está hoy en edad escolar pasando lo que vos viviste?
-Las mujeres negras necesitamos reafirmar nuestra autoestima frente a cánones de belleza que nos dicen que tenemos que ser lo menos negras posibles. Le diría que somos hermosas, con nuestra historia y cultura. Hay que dar herramientas, hacer docencia, y también recordar que se deben denunciar los casos de racismo.
-¿Cuándo diste el paso hacia la militancia?
-Nuestra comunidad Caboverdeana siempre estuvo organizada en varias instituciones que nuclean a los descendientes. Empecé en la Sociedad Caboverdeana de Dock Sud, de la mano de mi tía Miriam, quien era presidenta en ese momento de la Asociación. En los últimos años empezamos a trabajar más en el terreno político y ahí entré en una militancia más activa, más política.
-¿Y a partir de ahí?
-En 2003 la Sociedad fue invitada por primera vez a participar del Plan Nacional Contra la Discriminación, tuvimos un papel activo en el tema afrodescendientes. A partir de ahí, se me abrió todo un camino. Empecé luego a trabajar en el INADI y hoy estoy en el Instituto Contra la Discriminación de la Ciudad porque entiendo a la política como una forma de transformar la realidad.
-¿Cuáles son los puntos centrales de esa realidad que consideras prioritario transformar?
-El racismo. Lamentablemente es un fenómeno que quienes lo sufrimos sabemos bien lo que implica… Es muy difícil luchar contra esto en una sociedad que primero niega la existencia de afroargentinos, su presencia histórica y la actual.
Aunque seas blanco y de ojos celestes, puede que seas afrodescendiente.
-¿Cómo se vive el racismo en lo cotidiano?
-El racismo argentino es muy particular, es muy solapado. Las miradas de la gente son muy fuertes. Tiene que ver con un prejuicio muy grande que dice que el negro es peligroso, o que al menos inspira desconfianza. Yo estoy en pareja con un caboverdiano, negro también, y tenemos un bebé, que salió blanco, como mi mamá que es descendiente de europeos. Cuando van los dos solos por la calle, la gente lo mira muy mal. A veces no quiere ni ir a comprar el pan. Pero luego pasamos a casos más violentos, más explícitos, de agresiones. Y también está la violencia institucional, que tiene que ver, por ejemplo, con la persecución a nuestros compañeros senegaleses que se ganan la vida con la venta ambulante. El racismo es estructural en esta sociedad, tiene que ver con sus bases históricas.
-¿De qué manera se lo puede combatir?
-Lo primero que hay que hacer es apuntar a la educación. Es preciso mostrar cómo fueron los mecanismos que se pusieron en marcha para que hoy la gente crea que en la Argentina no hay negros o por lo menos que no hay negros argentinos. Mi familia, por ejemplo, tiene 100 años en el país. Por otra parte, luchamos para que desde el Estado haya un reconocimiento, hace unos años conseguimos que saliera la ley para que el 8 de noviembre sea el día de los afroargentinos, también se logró incluir la pregunta de la afrodescendencia en el censo de 2010, pero no es suficiente, hacen falta políticas específicas.
FUENTE: Infobae