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Ser docente en la cárcel: la educación en contextos de encierro


Iván Reyes, Daniel Medina, Ramón López y Graciela Meriles

Docentes de la Unidad Penitenciaria N° 6 de Rosario contaron a CLG cómo es la enseñanza en prisión

 

Por Gonzalo Santamaría

Zona sur. Avenida Francia al 5200. Frena el auto y se enuncia: “Soy maestro”. Le abren el portón y se adelanta. Se baja del auto, muestra el baúl que es requisado y entrega su DNI a la policía. “Pase López”, “adelante Meriles” o “puede ingresar Rey”. En la escuela pública 2003 – Margarita Mazza de Carles todos se conocen por el apellido. Sólo en la entrada, vale aclarar.

Esta escuela tiene la particularidad de situarse en la Unidad Penitenciaria N° 6 de Rosario, perteneciente al Servicio Penitenciario de la provincia de Santa Fe. Los maestros van de lunes a viernes a dar clases en la escuela primaria que se alberga allí y tiene un claro objetivo: mejorarle la calidad de vida a los reclusos.

Desde 2006, este tipo de modalidad se denomina “educación en contexto de encierro”, pero sostiene las mismas bases que la convencional.

Luego de pasar el control, y con una pulsera amarilla obligatoria, recorren 150 metros con una curva justo en la mitad del tramo, detienen sus autos en la puerta de la Unidad 2 de traslado y comienzan a cruzar anillos de seguridad hasta llegar al complejo educativo. Cuatro portones, cada uno con su pasador y candado correspondiente, pasan hasta llegar a los tres salones que tiene la 2003.

CLG ingresó a la escuela pública y dialogó con el director y los tres maestros que le llevan un derecho fundamental a los habitantes de la Unidad 6. Ellos son Daniel Medina, directivo escolar, y Ramón López, Graciela Meriles e Iván Rey, docentes primarios que en el marco del aula completamente blanca, decorada con afiches y un pizarrón a medio escribir expusieron lo que es ser maestro en contexto de encierro.

Iván Reyes, Daniel Medina, Ramón López y Graciela Meriles

Todos los días de 14 a 16, la escuela abre sus puertas a los presos, en sus tres niveles para que el que lo necesite termine la primaria.

La única diferencia es que están en prisión pero tienen derecho a la educación”, sostuvo con firmeza Daniel Medina en sus primeras palabras ante CLG. Pegado a él se sumó Ramón López, maestro del primer nivel, que no dudó y lanzó: “En el momento de dar clases no tenemos un preso, tenemos un alumno de la escuela 2003”.

Las aulas de la Unidad 6 son relativamente nuevas, en 2014 fueron inauguradas y son un anexo de la escuela ubicada en la Unidad 3.

Continúo con la palabra Ramón: “Para nosotros son alumnos como en otras escuelas, solo con la particularidad que no va a su casa sino al pabellón” y en ese punto interrumpió Graciela Meriles para reflexionar: “Cada año es diferente”.

“La escuela es según los alumnos que concurran este día y con la motivación que ellos traigan… si bien hay una planificación, el día a día es diferente”, agregó la maestra. La matrícula de la escuela es muy fluctuante, por traslados o libertades de los detenidos el número diario de alumnos cambia y se contabiliza que al menos 300 hombres pasan, al menos un día, dentro del aula.

En el fondo se encontró Iván Reyes, docente del 2do nivel, todavía recuerda sorprendido el día que recibió el llamado de Medina y sigue de cerca los dichos de sus compañeros, a la hora de hablar fue certero: “Tenemos la cuestión de ser garantes de un derecho, en estos lugares es más necesario que se cumpla. Las personas que están en esta situación de encierro, necesitan poder ver la vida de una manera más positiva”.

Iván Reyes hace dos años que es parte del anexo de la Escuela 2.003

En ese momento ingresa un alumno a saludar, con mucho respeto pide permiso y levanta su mano. “Hola seño, hola director”, sale de su boca y lo acompaña con un movimiento de cabeza. Hoy los alumnos comenzaban con el taller de costura, además una profesora de inglés viene una vez por semana a dictar clases al anexo de la escuela 2003.

Graciela reconoce que la actitud del alumnado es “positiva y receptiva” y revela: “Quedamos asombrados de los resultados al final del día”. Ella se encarga del 3re nivel y se destaca por ser una de las primeras maestras en dar clases primarias en cárceles de varones en toda la provincia.

Ella, que se divierte con las clases, siente que se “lleva” más merecimientos de los justos, Ramón la frena y sostiene: “Es un lugar que te enseña mucho”.

Graciela Mireles, una de las primeras maestras titulares en dar clases en penitenciarias de hombres

Todos concuerdan que dar clases en la Escuela 2.003 les enseñó a valorar algo “tan simple” como la libertad.

López confesó que al momento del llamado del director “estaba lejos de entender” pero cuando pasó el primer portón y escuchó cómo se cierra quedó impactado: “Pasas el control y nuevamente el sonido, eso significa que otro pedacito de tu libertad que va quedando afuera. Ahí empecé a entender que era una escuela distinta”.

“Hasta que uno no vive una experiencia donde se cierra el portón no se dimensiona aunque la gente que está afuera tiene un pensamiento que no se condice con lo que pasa acá”, completó Meriles los dichos de su compañero.

“Espero no volver a verte acá”

Con esa frase expresa la sensación que produce la noticia de la libertad de un alumno. “Me produce mucha alegría verlos afuera, la importancia de la educación es que no vuelvan a reincidir, es un orgullo. En la calle se ve lo que uno gesta desde acá”, relata el director Daniel Medina.

“Me he cruzado con ex alumnos, son agradecidos”, añadió. “Los encuentro por Pellegrini y se paran a saludar”, contó Meriles y se sumó a sus dichos Ramón López: “A veces te lo cruzas, están con la familia y esos momentos son hermosos… con orgullo te presentan y dicen ‘fue mi maestro’”.

En ese instante la sonrisa de Iván se hizo presente y recordó: “A dos cuadras de mi casa, fui a la ferretería y estaba ahí un ex alumno esperando a la hija, hacía dos días que había salido y esperaba a la hija que venía caminando. La cara de felicidad no me la olvido más”.

Mientras señalaba el abecedario confeccionado por los propios alumnos, López reforzó: “Acá cada gesto y escucha vale. El alumno sabe que es alumno, acá no son sujetos privados de la libertad” y agradeció a los maestros que lo presidieron y le enseñaron a “ver” y tener “la calma que en la escuela normal se pierde”.

En el momento que hablaba su compañero, Rey asentía con la cabeza y disparó: “Para mí esto es un desafío interesante porque tal vez estás personas no tuvieron la posibilidad de ingresar al sistema”. Además calificó como necesaria la educación y se negó a pensar la posibilidad de que haya gente sin posibilidades.

En la pared un afiche, en el inscripciones de alumnos del primer nivel que reza “todo niño merece una educación… aunque sea pobre”. Ramón López contundente y acompañado con el dedo índice sobre el cartel indicó: “En este espacio son sujetos libres que vienen a recibir calidad educativa”.

Foto: Escuela Margarita Mazza de Carles 2.003

La charla alcazaba el tiempo de un modulo escolar, allí retomó Medina y puntualizó: “El alumno ya está juzgado, nosotros no tenemos que darle una doble opinión. Tenemos que educar con el acto de escuchar que está siempre presente”.

El final de la charla con CLG fue del director y amplió: “El día a día se sostiene con los maestros que están todos los días viendo como seducen al alumno”. Además recalcó el acompañamiento ministerial para con la educación pública y sueña con seguir ampliando la enseñanza en la Unidad Nº 6.

Educación, derechos, enseñar y aprender”, eso representa la escuela 2003 Margarita Mazza de Carles que se sostiene por el trabajo incansable de este grupo de docentes que sin dudarlo le dan una nueva oportunidad a la población carcelaria.