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La historia de Gustavo Longo

Ser artesano, un oficio en base a esfuerzo y sacrificio


A través de las ferias semanales, la Municipalidad de Rosario posibilita que artesanos comercialicen el fruto de su trabajo, en un marco de igualdad y participación para todos los involucrados.

Con un anclaje en la historia de las ferias que el municipio acompaña desde hace más de quince años, el trabajo de Gustavo Longo representa en una historia el recorrido de muchos hombres y mujeres que hoy siguen apostando a una salida laboral a través de herramientas que se habilitan desde el Estado local para poder establecer un pacto de trabajo y compromiso que se sostiene en el tiempo.

Eso es algo que Gustavo Longo –rosarino de 66 años que integró distintas ferias municipales– agradece y tiene en cuenta. Hoy tiene su puesto en el Mercado de Pulgas del Bajo, a metros del Monumento Nacional a la Bandera. Podría decirse que Longo fue, es y será artesano. Desde pequeño le gustaban tanto las herramientas de trabajo, que comenzó a experimentar en la fabricación de sus propios juguetes.

Feria de Mercado de Pulgas del Bajo

Ocupa aproximadamente 200 metros de largo y se ubica en sobre avenida Belgrano (casi Buenos Aires). Está emplazada en la vereda correspondiente al Parque Nacional a la Bandera, a metros del Ente Turístico Rosario.

Se trata de la feria rosarina más antigua de la ciudad, algunos de los pioneros artesanos consideran como primera inauguración la exposición realizada el 21 de septiembre de 1981.

Actualmente está conformada por 60 puestos fijos, la mayoría de los artesanos viven exclusivamente de la venta directa o de trabajos realizados por encargo.

Allí se pueden encontrar artesanías realizadas en cerámica, cuero, madera, metal, papel y vidrio. También hay puestos de venta de muñecos, sahumerios y velas, textiles y juegos. Otros feriantes trabajan la fotografía artesanal, modelado de parsecs, mates y astas tratados con tallados y calados.

Vocación desde pequeño

Por cuestiones familiares y a pesar de haber nacido en Rosario, su infancia transcurrió en Capital Federal. Allí se concretó su primer acercamiento profesional con el mundo del artesanado, luego de ver una feria en Ramos Mejía. “Mi primer contacto con lo artesanal se dio en la escuela primaria con un taller de trabajo en cuero. Estuvo bien dictado y yo, como niño curioso, me interesé en eso”, detalla Gustavo rememorando el interés que lo acompaña desde su infancia.

Sus inicios están ligados a la fabricación de cinturones, sandalias y monederos que vendía a sus propios compañeros. En aquella época, había comenzado en Buenos Aires la famosa feria de plaza Francia, pero en sus palabras “resultaba de algún modo inalcanzable porque yo estaba dando mis primeros pasos”.

Tiempo después, Longo se sumó a otra feria más chica en Ramos Mejía, y a partir de allí incursionó en el rubro metal haciendo bijouterie en alpaca y bronce, mayormente con técnica de grabado en ácido.

Los años transcurrieron y un día Gustavo regresó a Rosario y se integró al Mercado de Pulgas que por entonces funcionaba en la plaza del Foro, frente a los tribunales provinciales (Balcarce al 1600).

Los 70 y la dictadura

En 1973, hacia el inicio de los años más oscuros en la historia del país, Gustavo se sumó a la feria de la plaza Montenegro (que aún se llamaba plaza Pinasco). En una oportunidad –recordó–, junto a sus compañeras y compañeros fueron desalojados por la policía y el ejército y llevados a la Jefatura, adonde los calificaron con el rótulo de «peligrosos artesanos».

Los años de la dictadura militar dejaron una huella indeleble en la sociedad argentina y, en lo referente a la labor de los artesanos locales, dificultaron la subsistencia de quienes vendían objetos de fabricación propia. “Había que parar la olla y salir adelante. Tuve que ser autodidacta ayer, hoy y siempre. Inclusive durante esa época arreglaba motos. Yo vivía en una casa de pasillo, metía las motos y luego las sacaba a la vereda. Eso fue una forma de sobrevivir en los años en los cuales no hubo feria”, sostuvo.

Ser artesano

Hoy, Gustavo Longo tiene su puesto en el Mercado de Pulgas del Bajo, a metros del Monumento Nacional a la Bandera. Se autodefine como un artesano urbano que vive del oficio, pero que no realiza exposiciones. Y añade: “No soy un artista. Sé hacer un trabajo que aprendí a fuerza de experimentación y de errores. Si vivo de esto es porque la gente compra. Las ferias nacen como un lugar donde el artesano puede exponer sus productos, porque ella o él no tienen un volumen de producción que le permita tener su negocio particular. Yo no podría ser dueño de un local”.

A la pregunta sobre cuál es el secreto para mantenerse en la profesión a través de los años, Longo considera que la clave es reinventarse. Así lo remarca: “Los artesanos siempre tienen que hacerlo, ya sea por necesidad, moda, etcétera. Hay que saber seguir el ritmo. De pronto se pone de moda hacer gorritos y si esa persona tejía, se pone a fabricar gorros. Y de golpe después se usa la bufanda y desaparecen los gorros. Eso pasa en todos los rubros”, consideró.

Longo ve en el trabajo de artesanado un modo de vida: “Yo agradezco mi oficio. Hoy ya estoy jubilado y como he hecho aportes autónomos tengo una jubilación mínima. Trabajé toda la vida junto a mi señora, con mucho esfuerzo y sacrificio. A veces la gente, no por maldad sino por desconocimiento, pregunta: «¿Y en la semana que hacés?» Yo hago lo que vos después ves arriba de la mesa en la feria”, explica.

Longo subraya que su oficio requiere “un trabajo de horas y horas». Y se sincera: “Es muy absorbente. La única forma de que el artesano produzca es sentado en su taller, haciendo las cosas con paciencia. El trabajo de cada persona tiene una impronta propia, se reconoce la mano del artesano”, terminó diciendo Longo, quien tiene su puesto en la Feria del Mercado de Pulgas del Bajo, que funciona los sábados de 14 a 19, domingos de 10 a 19 y feriados de 10 a 19.

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