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Se recibió la primera profe trans en el Olga Cossettini


Hace 10 diez días Samantha Aguirre rindió la última materia del profesorado de matemática en el Instituto Olga Cossettini. Antes de empezar les pidió a los profesores que la llamaran con el nombre que autopercibe. Ella llegó a la mesa con la idea de exponer sobre las etnomatemáticas, en castellano, cómo cada cultura o civilización piensa los números. Eligió el tema para que los alumnos que piensa educar construyan un conocimiento desde la práctica y no sólo de la teoría. El examen que rindió con la mejor amiga duró una hora y media. Aprobó con 10 y cuenta a El Ciudadano que está muy orgullosa de ser la primera docente trans del prestigioso instituto. “Estoy muy contenta. Es un logro personal y colectivo dentro de la comunidad LGTBIQ y trans. Quiero empezar a trabajar y transmitir mi experiencia a los alumnos y dar el ejemplo para que otros lo puedan lograr”, dijo la docente.

Reconocimiento

Desde hace dos años Samantha se define como una chica trans. Tiene 27 años y es feliz. A mitad del cursado del profesorado le diagnosticaron un trastorno de ansiedad. Tuvo ataques de pánico y episodios de depresión, y buscó ayuda profesional. Nunca dejó de estudiar. Iba a las clases, tomaba apuntes y estudiaba en las vacaciones. Siempre confió en que iba a recibirse y a curarse. En medio del tratamiento, Samantha se reconoció como chica trans. Ser mujer estaba en su esencia. En la actualidad, tramita el DNI con la identidad que siente.

Samantha dijo que durante el cursado vivió momentos difíciles. Los docentes la ignoraban o la miraban mal. “Ante lo diferente algunos me dejaron de hablar. Deberían estudiar, formarse y aprender sobre sexualidad. De otros profesores recibí mucho cariño y contención”, recordó.

Además de profesora, ella es técnica electromecánica. Antes entrar al profesorado estudió un año de Ingeniería Civil. Dejó la carrera. Siempre le gustaron las matemáticas y enseñar. “Quiero dejar en otro un aprendizaje”, agregó.

Samantha vive en Villa Gobernador Gálvez con su mamá y uno de sus siete hermanos. Quiere trabajar para independizarse porque su familia aun no acepta quien es. Quiere dar clases en una escuela pública con adolescentes y contarles su experiencia, siempre con la agenda de poder charlar sobre diversidad y educación sexual, tal como establece la ley de Educación Sexual Integrada (ESI). “Pienso contarles mi vivencia y ayudar a que los alumnos no nieguen su sexualidad. Quiero mostrarles que no hay binarismo, evidenciar lo patriarcal y machista de la sociedad. También la idea es aportar para lograr una igualdad de derechos que les permita ser felices”, concluyó.

Fuente: El Ciudadano