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Se realiza la cumbre entre las Coreas a 11 años de la última reunión


El acuerdo firmado en la cumbre de 2007 por el presidente surcoreano, Roh Moo-hyun, y el líder norcoreano, Kim Jong Il, que contemplaba cerrar las instalaciones nucleares de Corea del Norte y al que le siguieron cinco ensayos atómicos de Pyongyang en 10 años, dan una idea del tamaño del desafío que enfrenta la cita de mañana en Panmunjon.

Casi 11 años después de aquella última cumbre, el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, y el líder del aislado país comunista, Kim Jong-un, repetirán mañana el rito para tratar de poner en caja el desarrollo nuclear norcoreano y, al igual que en 2007 en Pyongyang, sustituir el actual acuerdo de armisticio de la guerra entre ambos países con una paz permanente.

Sin embargo, los antecedentes de los últimos 15 años recomiendan no adelantar conclusiones sobre un eventual final feliz del súbito deshielo intercoreano iniciado en las primeras horas de este año.

En 2003, Corea del Norte se retiró del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) al que había adherido en 1985, reactivó sus instalaciones nucleares y blanqueó la posesión de armas atómicas. Un año antes, el entonces presidente estadounidense George W. Bush ya había incluido al país asiático, junto a Irán e Irak, en el «eje del mal».

Aunque con una dinámica distinta a la de la actualidad, ambas Coreas, Estados Unidos, China, Japón y Rusia también llevaron adelante negociaciones en aquel entonces para detener la carrera armamentista de Pyongyang.

En agosto de 2004, Corea del Norte ofreció congelar su programa nuclear a cambio de ayuda financiera y alivio a las sanciones. Un año después, fue más allá y se comprometió a renunciar en su totalidad a su programa nuclear, incluyendo las armas, y retornar al TNP, en una declaración rubricada entre las seis partes en Beijing.

Sin embargo, el 9 de octubre de 2006, Corea del Norte probó por primera vez un arma nuclear, que generó un temblor similar a un sismo de 4,1 grados en la escala de Richter, en una instalación subterránea en Hwaderi, cerca de la ciudad de Kilju.

En aquel momento, la ONU exigió a Pyongyang «eliminar todas las armas nucleares y de destrucción masiva y los misiles balísticos».

Al ensayo atómico inaugural de Pyongyang le sucedieron meses de intensas negociaciones en las que la Casa Blanca tuvo un papel protagónico. En septiembre de septiembre de 2007 Corea del Norte volvió a firmar un acuerdo para comenzar a inhabilitar sus instalaciones de armas nucleares.

Días después, Roh se convirtió en el primer líder de Corea del Sur en caminar a través de la zona desmilitarizada que separa ambas naciones, donde mañana se verán Moon y Kim, camino a la cumbre con el padre del actual líder norcoreano.

El 4 de octubre rubricaron un acuerdo de ocho puntos que en sus principales temas coincidía con las aspiraciones de la actualidad, pero que se fue desflecando con el paso del tiempo y que en el último día de aquel año Pyongyang incumplió al transgredir la fecha límite para declarar todos sus programas nucleares.

Pese a las dilaciones, en 2008 el régimen norcoreano pudo exhibir un logro: Washington eliminó a Corea del Norte de la lista de países que patrocinan el terrorismo.

Seis meses después, el 25 de mayo de 2009, el Servicio Geológico de Estados Unidos reportó una perturbación sísmica de magnitud 4,7 en el mismo sitio de la primera prueba nuclear de Corea del Norte y Pyongyang confirmó su segundo ensayo nuclear.

Los años siguientes calcaron la secuencia. En 2012, tras la muerte de Kim Jong Il y la asunción del actual mariscal norcoreano, Corea del Norte se mostró abierto a suspender su programa de enriquecimiento de uranio a cambio de ayuda alimentaria. Un año después, llevó a cabo su tercera prueba nuclear subterránea.

En 2016, concretó dos ensayos más. La quinta prueba, el 9 de septiembre, en ocasión del 68° aniversario de la fundación de la República Popular, fue la más intensa hasta ese momento, equivalente a un terremoto de 5,3 grados Richter.

Kim volvió a sacudir al mundo 12 meses después, con el test que sus vecinos y Estados Unidos creen fue una bomba de hidrógeno, diseñada para armar un misil intercontinental, y con una onda destructiva entre cinco a 12 veces superior al ensayo anterior.

Los últimos cuatro meses de 2017 escalaron la cima de la tensión que empezó su descenso con el discurso de Año Nuevo del líder norcoreano, que dio pie al deshielo motorizado por Seúl.

Mañana, Moon y Kim seguirán escribiendo esta historia que corre al borde de la repetición sin fin y que tiene al presidente estadounidense Donald Trump como tercer vértice pese a la distancia.