Espectáculos

Se estrena «Una casa lejos», filme que reflexiona sobre «la solidaridad como gesto político»


Será este jueves bajo la realización de Mayra Bottero. Muestra una mirada cruda sobre la vejez, la soledad y la marginalidad

La realizadora Mayra Bottero estrena este jueves en salas locales “Una casa lejos”, un filme íntimo y sensible, con una mirada cruda sobre la vejez, la soledad y la marginalidad, pero sin caer en golpes bajos, y en el que reflexiona sobre “la solidaridad como gesto político”.

“Quería pensar la solidaridad como gesto político, es decir, como gesto transformador. Sobre todo, tenía la intención de alejar el concepto del marketing. En algún momento perdimos posesión de esa idea y se la adueñaron las empresas, las ONG empresariales, y cada vez que pensamos en la solidaridad lo sentimos falso”, expresó Mayra Bottero, en una entrevista con Télam.

En ese sentido, aclaró: “En el feminismo hablamos de sororidad, que es una idea similar a la que planteo, en cuanto a escucharse, respetarse y a hacernos colectivo. Pero ahora que la película está terminada no quisiera que esté condicionada con lo que yo quería, me gustaría escuchar qué emociones produce la historia y cómo otras y otros se la apropian”, indicó la también hacedora de “La lluvia es también no verte” (2015), documental acerca de la tragedia de Cromañón.

Protagonizada por Stella Galazzi, Carlos Rivkin, Valeria Correa y Alicia Muxo, la cinta aborda la historia de Graciela, una docente que ya tiene encaminada su jubilación para luego cumplir el sueño de mudarse lejos de la ciudad, pero sus planes se ven truncados al descubrir que su padre mantiene en secreto un peculiar vínculo con una joven que vive en la calle.

Esta es una película a la que la realizadora define “como un pequeño cuento, porque estos siempre tienen nobleza”: “Es una historia común y justamente por eso merece ser vista, para que nos refleje que la belleza está en los gestos cotidianos y sobre todo en los vínculos que sabemos cosechar y sostener”, explicó Bottero.

—¿Cuál fue la génesis del filme?

—Hace ya varios años la mamá de mi compañero, mi suegra Adriana, estaba muy aturdida por problemas con su padre. Una noche la llamaron para avisarle que lo habían visto perdido con un bebé en brazos. Esa imagen me quedó impregnada, me parecía propia de una película. Tiempo después comencé a escribir el guion, alejada de la historia real pero con algunas improntas sensoriales de lo que me había causado ser testigo.

—A partir de esa situación, ¿qué buscaste que refleje esta historia?

—Sentía que lo que Francisco, el “Rodo” original, había hecho era una última gran picardía. Un hermoso acto de solidaridad que nadie entendía. Con esa idea escribí toda la historia. Pensando acerca del acto de dar, de ofrecer todo lo que una tiene y cómo eso puede transformarnos.

—¿Cómo describís a Graciela y todo lo que transita?

—Ella tiene buenas intenciones, quiere proteger, pero eso la lleva a ocupar un rol que no le pertenece, el de ser la madre de su padre. Algo que a todos y a todas nos toca transitar en algún momento. Es un conflicto común y al mismo tiempo muy profundo, donde los deseos y las necesidades se someten a la antigüedad de los vínculos y todo se vuelve conflictivo y doloroso. La única manera de salir de esos nudos es escucharse. Graciela no es alguien egoísta que se vuelve buena con el tránsito de la película, por el contrario, es una persona solidaria que aprende a escuchar al otro una vez más.

—La soledad, la marginalidad, la vejez y la solidaridad, son algunas de las temáticas que entrelazan la historia…

—Sí. Espero que todo eso sea percibido. La verdad es que cuando estuvimos preproduciendo, uno de los temas que más me interesaba era la situación de calle. Y, en ese sentido, pensar la solidaridad como un gesto político que termine con esa desigualdad tan atroz. No hablo de regalar la frazada que ya no usamos, hablo de abrir nuestras casas de par a par. Como pretende hacer Rodo en la película. Post pandemia otras temáticas que también están en la historia cobraron más importancia. Ese impulso con el que comienza la narración, como el deseo de Graciela de irse de la ciudad, es un sentimiento que ahora tenemos todos los que vivimos en las grandes urbes. Como si alejarse solucionara el encierro.

—¿Cuál es la expectativa de estrenar en salas?

—La expectativa es total, lo vivo con miedo e incertidumbre. Todo es un día a día, un pequeño paso inseguro. Pero hemos aguantado todo un año porque creemos en el encuentro, en el ritual y en los actos colectivos. Gabriela Cueto -la productora- y yo soñamos ver la película en pantalla grande y nos lo merecemos. Ninguna de las dos tenía en el destino social hacer cine y lo logramos con mucha convicción. Queremos llegar a ese momento y lo sentimos como un triunfo de resistencia. Sé que puede sonar todo muy grandilocuente y hasta absurdo, pero de eso están hechas las ilusiones, ¿no?.

—¿Qué mirada tenés sobre el streaming?

—Las plataformas son una nueva forma que ya ha empezado a generar su propio romance. Yo solo espero que Argentina sepa sacar ventaja a los grandes monopolios culturales y seamos por fin dueños de nuestra propia exhibición. Es la única manera de hablar realmente de un cine nacional, teniendo posesión de las ventanas de exhibición.