En la madrugada del 25 de enero de 1997, el reportero gráfico de la revista Noticias, que cubría la temporada de verano en Pinamar, fue asesinado a sangre fría luego de ser secuestrado al salir de una concurrida fiesta de cumpleaños de un empresario a la que la prensa siempre era invitada. Dos disparos en su cabeza pusieron fin a su vida.
José Luis tenía 35 años, era padre de Juan, Agustina y Candela, una beba de 5 meses. Era el hermano de Gladys y un hijo amado de Norma y José. Gracioso, risueño, hacía chistes todo el tiempo y a veces se molestaba cuando lo cargaban a él. Todas las personas que lo conocieron coinciden en que tenía un carisma especial, tanto así que profesionalmente logró fotos impensadas al punto de que sus «modelos» se sorprendían por la facilidad con la que los convencían para hacer lo que él les pedía.
Y una fotografía fue el detonante. La había tomado un año atrás y con ella reveló la hasta entonces desconocida cara del empresario Alfredo Yabrán. A partir de ese momento, una serie de llamados y hasta atentados menores en el vehículo en el que se desplazaba fueron amenazas que Cabezas no vio, pero que contó a sus personas de confianza quienes al mirar atrás hoy completan la jugada terrorífica a la que fue sometido porque ya habían marcado su final.
El nombre de Yabrán se había hecho público cuando el entonces ministro de Economía del gobierno de Carlos Menem, Domingo Cavallo, acusó: «Hay una mafia enquistada en el poder y su jefe es Alfredo Yabrán». A partir de esa declaración, del 23 de agosto de 1995 en la Cámara de Diputados, el empresario se convirtió en el hombre más buscado del país aunque, lógicamente, nadie sospechó nada de lo que sucedería después.
Diez días antes de su crimen, José Luis encontró que la rueda del auto en el que se movilizaba con su compañero Gabriel Michi había sido cortada intencionalmente. Nunca imaginó lo que vendría. Así recordó esos días el periodista y amigo de Cabezas: «Hicimos guardias y seguimientos sin saber que todos nuestros movimientos estaban siendo vigilados. Cada vez que nos acercábamos a Yabrán, explotaban los teléfonos de la custodia por las comunicaciones con la policía de Pinamar y el policía Gustavo Prellezo, el asesino de José Luis. Habían dado la orden de quitarnos del camino y nosotros no lo sabíamos».
Fuente: Infobae