El príncipe Harry, sexto en la línea de sucesión de la corona británica, se casó pasadas las 12.30 (8.30 en Argentina) con la actriz estadounidense Meghan Markle en la Capilla de San Jorge del Castillo de Windsor, en cuyos alrededores se apostaron decenas de miles de personas que siguieron la ceremonia por pantallas gigantes.
La novia, de 36 años, caminó al altar de la mano del príncipe Carlos, heredero al trono y padre de Harry y William, tras haber llegado a bordo de un Rolls Royce Phantom IV junto a su madre, Doria Ragland, afroamericana y profesora de yoga en Los Ángeles, desde un lujoso hotel donde ambas pasaron la noche.
Ms. Meghan Markle arrives at St George's Chapel #RoyalWedding pic.twitter.com/Hj79je8glV
— The Prince and Princess of Wales (@KensingtonRoyal) May 19, 2018
Ofició la boda el reverendo David Conner, decano de Windsor, aunque antes brindó un encendido y desacartonado discurso el obispo afroamericano Michael Bruce Curry, de la Iglesia Episcopal de Estados Unidos, que habló de la pareja y el «poder del amor».
Tras las palabras de Curry, que despertaron risas entre la gente que seguía el evento fuera del castillo, el coro de gospel The Kingdom Choir interpretó una versión del clásico «Stand by me», que en 1961 cantó por primera vez el norteamericano Benjamin E. King.
Luego, la pareja dio el «sí» frente al altar, intercambiaron sonrisas y los anillos y Conner «los proclamó marido y mujer».
«Lo que ha unido dios nadie podrá separarlo», cerró el reverendo en la Capilla de San Jorge ante unos 600 invitados, entre miembros de la realeza y amigos de los novios como Victoria y David Beckham y el actor estadounidense George Clooney y su esposa Amal Alamuddin, el músico Elton John y su pareja, además de 200 representantes de organizaciones benéficas.
La actriz, que estuvo casada entre 2011 y 2013 con el productor Trevor Engelson, de quien se divorció, no prometió «obediencia» a su futuro marido, tal como ya lo habían hecho su cuñada, Kate Middleton, duquesa de Cambridge, y Lady Di.
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La joven, que antes de su noviazgo con Harry, expresó posiciones políticas contra el Brexit y críticas a Donald Trump, a quien calificó como «misógino», ingresó a la capilla junto a diez niños que ejercían de pajes y damas de honor, entre ellos el príncipe Jorge, de 4 años, y la princesa Carlota, de 3, ambos hijos de William y Kate.
Afuera, miles de personas presenciaron la ceremonia en un silencio sepulcral, sentados en el pasto en un día inusualmente soleado y apostados a lo largo de la avenida The Long Walk, que recorre unos 4 kilómetros y finaliza en las puertas del Castillo de Windsor.
Dada la característica multicultural y multirracial de Inglaterra, había poca presencia de afroamericanos y de personas de otras naciones de Commonwealth, según constató Télam en el pueblo, que hoy fue cerrado para quienes no contaban con autorización de acceso.
A unos 800 metros del castillo, por Long Walk, decenas de personas con carteles que rezaban «No se puede esconder a los homeless» protestaban tras conocerse que el municipio de Windsor había acondicionado un bus para que los sin techo durmieran y pasaran allí la jornada de la boda real.
La llegada de Ragland, de 61 años, que vino desde Los Ángeles, despertó fuertes aplausos del público, que también vivó a la novia y al resto de los integrantes de la monarquía, incluso a la reina Isabel II, de 92 años.
Tras la ceremonia, la pareja subió a un carruaje y durante casi media hora paseó por la calle principal, recibiendo los saludos de los visitantes a la pequeña localidad de Windsor, a 34 kilómetros de Londres, donde viven unas 30.000 personas, pero hoy se vio colmada de visitantes y donde se armó un fuerte operativo de seguridad.
Podían verse francotiradores apostados en los techos de los pocos edificios que lindan con la avenida Long Walk, donde la gente, algunas con coronas y atuendos de la monarquía, portaba pancartas con fotos del príncipe y su esposa, y alzaban banderas de la Unión, mientras otras disfrutaban de sus pícnic.
«La boda fue emocionante; es muy bueno para esta sociedad que una mujer de origen afro se haya casado con un príncipe de la realeza», dijo a Télam Babfe, oriunda de Congo, que calificó a la ceremonia como «un sueño» y destacó la «simplicidad» del vestido de la novia.
A su lado, Kate Foss, una australiana que vive en Londres, remarcaba que Meghan sea «una mujer divorciada y mestiza. Nunca miro el color de las personas, siempre miro el lado feliz de las cosas. En un mundo ideal, los matrimonios durarían para siempre, pero a veces no es el caso, y eso está bien».
El arribo de la actriz que trabajó en la serie «Suits» a la realeza traerá un poco de respiro a un Reino Unido marcado por la diversidad racial, pero también por los prejuicios. De hecho, Harry, el más rebelde de los hijos de Lady Di, acusó a los medios británicos de tener «una actitud de acoso y abuso racista» hacia su novia tras haber formalizado el noviazgo.
The Duke and Duchess of Sussex gather with their family and friends outside the Chapel, and are greeted by 200 guests involved with organisations closely associated with the couple #RoyalWedding pic.twitter.com/b8vHcgq979
— The Prince and Princess of Wales (@KensingtonRoyal) May 19, 2018
Claire English, que llegó de Londres para participar del evento, destacó a Télam «la inteligencia» de Meghan. «Tiene opinión, cuidó su carrera, tiene un matrimonio anterior. Parece que será difícil para jugar el juego de la realeza, pero el tiempo dirá», aseguró.
Markle lució un vestido blanco sencillo, con una cola de cinco metros de largo confeccionado por la diseñadora británica Clare Waight Keller, cubrió su rostro con un velo transparente y adornó su cabeza con una tiara de diamantes que le prestó la reina Isabel II.
Los únicos argentinos presentes en la ceremonia fueron la modelo argentina Delfina Blaquier y el polista Nacho Figueras, amigo de Harry.
Seguí minuto a minuto en Con la Gente la boda real
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