Análisis

¿Se acerca un cambio de liderazgo global?


Por Diego Añaños

 

Pasamos otro lunes negro, y ya perdimos la cuenta de cuántos van. Como suele suceder, la culpa la tienen siempre los negros, ¿qué paradoja, no? Caen las bolsas alrededor del mundo (Wall Street registró esta semana su peor caída de la historia, después de la ocurrida en 1987), a pesar de los intentos de la Reserva Federal de morigerar la caída dejando sus tasas de referencia prácticamente en cero. El petróleo cayó a su nivel más bajo desde 2016, perforando los U$S30 dólares en Estados Unidos, registrando una caída del 25% en una semana (algo que no ocurría desde 2008), en medio de la guerra entre saudíes y rusos (recordemos que la falta de acuerdo para frenar el suministro ante la caída de la demanda desató una brutal guerra de precios). La bolsa porteña se desplomó y el Riesgo País se disparó por encima de los 4.000 puntos básicos.

También volvieron a caer los precios de la soja y el maíz en Chicago. El “Coronacrash”, como comienzan a llamarlo los analistas, es la caída más fuerte en el mercado financiero desde el crack del 29, pero a diferencia de la anterior, en este caso no es el mercado financiero el que colapsa primero, y luego arrastra a la economía real, sino viceversa. Incluso la dinámica de la crisis es absolutamente nueva: nunca antes ocurrió que se prohibiera la circulación callejera, los aviones dejaran de volar, se suspendiera el turismo, se frenara la producción, etc. La velocidad de la crisis es inédita. Desde que se inició, las pérdidas son similares a lo que se perdió en tres años de la Segunda Guerra Mundial. En la crisis de las hipotecas subprime del 2008, el ajuste fue del doble, pero en un año y medio.

Pero sin dudas lo más importante está ocurriendo en la economía real, y sólo vamos teniendo datos preliminares de lo que ocurre en China, dado que es el foco de inicio de la pandemia, y parece haber superado la fase aguda. La caída de un 13,5% de su producción industrial en enero-febrero (mucho más de lo esperado), muestra el registro más bajo desde que Reuters inició sus mediciones, allá por enero de 1990. No caben dudas de que el impacto del frenazo chino, por sí sólo, será devastador para la economía global, más allá de los efectos locales en cada país.

La gran diferencia la está haciendo la intervención del Estado, tanto en el mundo como en nuestro país. La velocidad con que se han tomado las decisiones define la magnitud de la crisis en cada país. Afortunadamente en la Argentina la decisión de ir a una cuarentena total se tomó a tiempo. Los efectos sobre la salud pública serán muy positivos, sin dudas, pero la el sistema económico, que ya venía muy resentido, sufrirá las consecuencias negativas del freno del parate repentino. Está claro que no existe en la economía de ningún país un agente individual con la potencia del Estado para oficiar de sostén en momentos como este, a pesar de que algunos analistas estén llamando a recortar los gastos.

Pensemos juntos por un momento: la actividad económica está en caída libre (por la pandemia global del coronavirus, pero también por la política económica del macrismo, hay que decirlo). Cae la demanda agregada, por lo que los empresarios recortan sus previsiones de inversión, lo que produce una caída concomitante de la oferta agregada. Qué imaginan que sucederá si además el Estado restringe sus gastos? Es tan claro el camino a seguir, que hasta Carlos Melconián salió a reclamar una política fiscal expansiva para capear la crisis.

En un intento de pelear los dos frentes, y acompañando la rigidización de las medidas de aislamiento social, el gobierno anunció un paquete de medidas destinadas a atenuar el impacto de la crisis sanitaria sobre la economía argentina: eximición del pago de aportes patronales a los sectores más afectados, la ampliación del programa Repro, aumento del presupuesto de la obra pública, el relanzamiento del Plan Procrear, un nuevo sistema de precios máximos, un paquete de asistencia financiera a la producción, renovación del Ahora 12, etc. Mientras que algunos hoy se preocupan por la inflación, en una muestra más de la estupidez de los analistas, el gobierno parece estar concentrado (afortunadamente) en la cuestión principal, que es el nivel de actividad económica.

En el plano geoepolítico global parece desarrollarse una nueva y silenciosa batalla. Mientras Trump sigue leyendo la coyuntura en clave electoral, recordemos que este año se juega su reelección, China podría emerger de la crisis como el país que no sólo pudo vencer la pandemia y recuperarse rápidamente, sino como la potencia amigable que se solidariza con el mundo y brinda su asistencia a los países más afectados en la lucha contra el coronavirus.

En los últimos días envió ayuda médica a Italia y España, los dos países que representan el foco infeccioso más importante de Europa, y tal vez del mundo. El jueves pasado aterrizó en Fiumicino un avión de la China Eastern que transportaba a 9 expertos orientales y cargado con 30 toneladas de toneladas de material médico como mascarillas y respiradores mecánicos, en medio del silencio de los socios naturales de Roma. El ministro de Relaciones Exteriores italiano, Luigi Di Maio, agradeció la ayuda china y dijo “no estamos solos”. Resulta extraño, un país de la CE no debería sentir la soledad, no? Pero ahí no termina el asunto, Pekín se mostró dispuesto a enviar a Italia 1.000 ventiladores mecánicos, 20.000 trajes de protección, 50.000 test de detección, y más de dos millones de mascarillas, de las cuales 100.000 serán de alta tecnología. Antes de ayer (martes) envió un millón de mascarillas vía Zaragoza, a la vez que se iniciaron los trámites para facilitar la apertura de canales comerciales que permitan que España pueda importar los equipos de protección personal y el equipamiento médico que sea necesario.

A ver, es posible un escenario de segundo semestre, si es que se me permite la expresión, en el cual China podría eventualmente superar la crisis del Coronavirus y encaminar su economía. En EE.UU. las cosas podrían complicarse para Trump. Su casi segura reelección se sostenía, más allá de sus bravuconadas y constantes errores, en el crecimiento de la economía norteamericana y la solidez de su sistema financiero. Si el presidente norteamericano, por las razones que fueran, no puede apoyarse en el éxito económico, sus perspectivas de reelegir comienzan a esfumarse. En un escenario global caracterizado por la ausencia de liderazgos, la gestión china de la crisis, podría eventualmente transformarse en el comienzo de un cambio de época.