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Saludo y reconocimiento del Papa al Sindicato de Luz y Fuerza de Rosario


En Argentina hay buenos dirigentes, comprometidos, a quienes se debe no solo reconocer su labor, sino ayudarlos a que tengan más protagonismo, porque a menudo (y hay que decirlo) están tapados, bloqueados, por un poder temeroso de que le arrebaten su espacio

En una sociedad abrumada por diversos problemas que las instituciones muchas veces no han resuelto satisfactoriamente, es razonable la falta de credibilidad que pesa sobre las mismas.

En la Argentina de estos días, y hasta podría decirse de siempre, pesan sobre las personas a cargo de muchas entidades no solo el descreimiento social sino hasta las críticas. Esto es más notorio en los poderes del Estado, en el nivel político; pero esta mirada crítica sobre la dirigencia en general se ha extendido también a otros sectores de la vida social.

Parecería que cualquier dirigente o persona con responsabilidad social está bajo la lupa y a priori condenada. No es algo bueno, ni algo que ayude a construir una sociedad mejor, porque cuando se cree que lo malo supera a lo bueno, cuando se hace carne eso de que “está todo podrido y sin remedio”, se achican las esperanzas y se aleja el futuro promisorio.

No es cierto que todo esté echado a perder, ni tampoco que todos los dirigentes políticos, sindicales, empresariales y sociales sean corruptos o ineptos. Que algunos no estén a la altura de la circunstancia, no valida la generalización, ni ayuda en absoluto, como se dijo, al crecimiento social, a una vida mejor. Hay buenos dirigentes, comprometidos, en todas partes del país a quienes se debe no solo reconocer su labor, sino ayudarlos a que tengan más protagonismo, porque a menudo (y hay que decirlo) están tapados, bloqueados, por un poder temeroso de que le arrebaten su espacio. El celo, el egoísmo y la mediocridad de algunos, no permiten que otros honestos y talentosos avancen.

Y esto que se expresa, en razón de que hace poco tiempo atrás, el Papa Francisco ha enviado un especial saludo a un gremio rosarino a través de una carta firmada de puño y letra: se trata del Sindicato de Luz y Fuerza de Rosario.

Fuentes eclesiásticas dijeron que no es frecuente, ni de todos los días, que un Papa esté distribuyendo misivas por el mundo, pero lo hace cuando estima que las personas o instituciones son merecedoras de reconocimiento. Francisco ha tenido varios de estos gestos para con instituciones argentinas y de otras partes del mundo que se han destacado por su labor.

En la carta enviada por el Papa al Sindicato de Luz y Fuerza, en la persona del secretario general Alberto Botto, Francisco expresa: “Agradezco las expresiones de afecto transmitidas en representación del Sindicato de Luz y Fuerza de Rosario. A todos sus miembros los saludo cordialmente invocando la materna intercesión de la Santísima Virgen María, de corazón les imparto mi bendición. Asegurando mi cercanía en la oración, les pido que no dejen de rezar por mí. Fraternalmente. Francisco”.

Es que el Papa, y otros miembros del Vaticano, como el cardenal Karcher, están al tanto de la labor social realizada por este gremio rosarino, que excede los límites de la sola defensa de los derechos de los trabajadores.

No es del caso realizar un balance o enumeración de las sucesivas campañas de ayuda realizadas por Luz y Fuerza a muchísimas instituciones altruistas y a personas en estado de vulnerabilidad. Además, como otros sindicatos rosarinos y santafesinos, este gremio, dirigido por Alberto Botto, mantiene una productiva y buena relación con personas e instituciones de otras creencias religiosas, ideologías políticas y diversas clases sociales.

Sí, se trata de remarcar que no todos los dirigentes argentinos son iguales, ni todos están embarcados en una “grieta” que envenena y mata el sueño de un país mejor.