Los libros son compañía y refugio. Para estos niños, niñas y adolescentes hospitalizados además significa crear nuevos mundos posibles, en compañía de otros y otras
Por Gonzalo Santamaría
En el corazón de barrio Hospitales se encuentra el Hospital de Niños Víctor J. Vilela, o el Vilela, como se lo reconoce no solamente en Rosario sino en toda la región. El nosocomio ubicado sobre calle Virasoro al 1800 cuenta desde hace alrededor de un año y medio con una sala en la cual hay diversos dispositivos lúdicos y ahora también libros: la sala 5.
Las instalaciones lúdicas proponen juegos tanto individuales como grupales para estimular la interacción y generar vínculos. La sala cuenta con un armario que despliega títeres, muñecos, telas, objetos para contar, un territorio de almohadones y murales para armar mundos, entre otros juegos para niños y niñas. Los libros se sumaron gracias a trabajo conjunto entre las secretarías de Salud Pública y de Cultura y Educación, a través de la Biblioteca Argentina, que cumple 110 años.
La subdirectora del hospital, Carolina Binner, dice que este espacio tiene tres dimensiones: una es el espacio de juego, otra la de internación con crisis subjetivas y otro espacio para descanso de padres y madres de los niños y niñas que están internados en terapia intensiva.
«Actualmente al espacio de juegos vienen los niños que están internados en cualquiera de las salas del hospital. Hay propuestas para todas las edades y funciona de lunes a viernes a la mañana y por el momento, por la pandemia, no vienen niños de afuera», explica.
Paola Cocconi es coordinadora de la Sala 5. Asegura que la idea del juego como parte del trabajo de prácticas con niños es algo que se viene haciendo desde el hospital y desde los distintos ámbitos de la salud de forma permanente. «En este último año y medio, el hospital cuenta con un espacio específico, diseñado para darle más lugar a esa actividad lúdica, propia de la infancia y que cuenta con un diseño específicamente para la práctica. Con una manera de pensar el juego y una manera de pensar ese cruce, entre salud y cultura, que se trabaja en conjunto entre las secretarías de Salud Pública y de Cultura y Educación desde el inicio. Recuperando una historia y dos emblemas de la ciudad que tienen que ver con la salud pública y la cultura, pensadas como un derecho», remarcó.
«El objetivo no es solo que los chicos y chicas vengan a esta sala sino también ir a los espacios de internación, y por eso nuestra sala de juegos es una sala más, para acompañar en ese momento particular del niño, niña o adolescente que se encuentra hospitalizado. Y que puedan seguir habitando el mundo, que puedan tratar de suspender el adentro y el afuera, y que el mundo siga siendo mundo», agregó.
«Hay dispositivos que se dan en la sala de juegos, hay otros que se dan en la sala de internación, con actividades cotidianas que llamamos ‘rituales’, y después están los carros lúdicos que intentan acercar esos juegos a las salas donde los niños están internados y no se pueden movilizar», señala Paola. Esos carritos que se pusieron en funcionamiento llevan el nombre de «Había Una Vez…», y forma parte de la propuesta de la biblioteca.
De la misma manera, Federico Tinivella, subdirector de la Biblioteca Argentina, manifiesta que «es muy importante que ingrese la poética de la lectura al espacio de la salud y por eso están muy contentos con la incorporación de este nuevo dispositivo a la Sala 5».
La Biblioteca Sirirí: nuevos mundos posibles
«A partir de la inauguración de la sala se fue dando todo un recorrido, también en el andar. Algunos dispositivos fueron pensados desde el inicio, otros fueron llegando a partir de la interacción con los propios equipos y sus familias, dispuestos a que a partir de ese encuentro, pensáramos qué otras cosas se podían incorporar», continuó diciendo Cocconi.
«La Biblioteca fue el encuentro con lo que nos va aconteciendo en la sala. Por un lado, teníamos una serie de libros que habían sido donados en el momento de la inauguración, y después a partir de un trabajo de colaboración que hace la Fundación Macro, ellos donan unos 500 ejemplares, para darle uso y valor a eso, había que ordenarlo de alguna forma», contó Paola.
Por ese motivo, en contacto con el trabajo que realiza la Biblioteca Argentina, se pensó en armar una biblioteca propia. El trabajo de clasificación y de armado específico de la biblioteca con el abundante material que contaban lo realizaron pasantes de la carrera de bibliotecología del ISET 18 (ubicado en calle Moreno 960), y que además, les enseñaron a las trabajadoras del espacio cómo clasificar los nuevos libros que lleguen.
«Nos dimos cuenta que teníamos que tener un nombre y un carnet para los préstamos, de esa manera, nos constituimos en una biblioteca. En nuestra imaginación, nuestra idea es algún momento, si la pandemia así lo permite, hacer un cruce con una institución del barrio», mencionó Paola.
Magalí Castaño también es coordinadora de la sala 5 junto a Paola y a otras trabajadoras. Sobre la recepción de esta biblioteca por parte de los niños, niñas y adolescentes, dice que se nota mucho su interés. «Los chicos están muy acostumbrados a lo digital, al celular; sin embargo, llegan y les interesa investigar los libros. En ese sentido, es interesante porque antes estaban en un armario y no tenían la misma recepción que tienen ahora. Porque ahora llegan y ven las repisas de los libros ordenados. También tenemos un bolso donde están los libros que conforman la bebeteca, los libros para los más chicos, para la primera infancia, con los que pueden jugar y tocar. Y para leer, sobre todo a los adolescentes, se les ofrece si quieren llevarse un libro para el fin de semana», contó.
Los libros empezaron a formar parte de la sala de otra manera, están ordenados por temáticas y si quieren leer sobre brujas, todos saben dónde encontrarlos. Una de las repisas al estar en el ingreso de la sala también ayuda a que sea lo primero que se vea y sea más solicitado por las infancias y los adolescentes.
Además de libros, la biblioteca posee fanzines que van realizando con los niños y las niñas en la sala, como producción que sugiere el mismo espacio, no solo para estimular la lectura o escritura sino también las manualidades. «También tenemos una cajita de augurios, que son cartas oraculares, de distintas artistas, entre ellas de una artista rosarina que se llama Sonia Bossio, y las usamos tanto para crear los fanzines, como para que acompañen esos deseos durante el día», mencionaron las coordinadoras de la sala 5.
Pero el espacio no es solo un lugar cerrado sino que también existe “El patio de las hamacas”, que se ubica por fuera de la sala, y en donde se colocan hamacas paraguayas para la lectura. «En esa estructura hay unos sobres colgantes en donde ponemos libros, es un espacio que los chicos usan mucho si no pueden entrar a la sala porque no están internados, ya que únicamente por protocolo al espacio solo entran los chicos y chicas que están internados en el hospital», finalizó Magalí.