El padre Federico Salmerón hace cuatro años que recorre el barrio. En diálogo con CLG afirmó que "la situación de las familias ha ido empeorando" con la crisis
Por Diego Carballido
El padre Federico Salmerón hace cuatro años que recorre como sacerdote las calles del barrio Ludueña. Zona de la ciudad históricamente vinculada a las imágenes del padre Edgardo Montaldo y “Pocho” Lepratti, es también un reflejo de cómo la crisis económica impacta con más fuerza en los barrios populares de la ciudad. “La situación de las familias ha ido empeorando en los últimos años”, aseguró el sacerdote.
En diálogo con CLG, Salmerón, contó detalles de la preocupante situación que se vive en materia alimenticia en esta parte de Rosario. «En el barrio existen varios espacios en funcionamiento donde siempre se cocina. Está el comedor de la escuela y otro que abre a la noche, además del comedor San Cayetano y uno más que funciona cruzando las vías. Esos cuatro lugares atienden constantemente», detalló el sacerdote y sentenció: “Sin embargo, no estamos dando a vasto”.
— Aproximadamente, ¿cuánta gente asiste a cada comedor?
— Para tener una idea, solamente en San Cayetano comen unas cuatrocientas familias. Y en el comedor que está a cargo de nosotros, que actualmente tiene cuatro turnos cuando siempre ha tenido solo dos, asisten unos ochenta chicos.
— ¿En qué aspecto nota que la situación del barrio ha empeorado?
— Veo con más fuerza como se incrementó la cantidad de gente que viene a pedirnos comida, hasta personas de otras comunidades barriales se nos acercan. Todas las semanas tenemos más pedidos y logramos conseguir menos cosas para repartir. Tuvimos que unificar listas en las distribuciones de alimentos de Caritas que entregamos habitualmente en los centros comunitarios: Sagrada Familia, Santa Rita, Caminando con María y además en el club del Padre Montaldo se entregan alimentos que vienen desde el Ministerio de Desarrollo de la Nación. Sumados a los espacios que pertenecen a las iglesias evangélicas.
— ¿A pesar de todos estos espacios en funcionamiento no se cubre la demanda?
— Así es, no estamos dando a vasto y por eso salimos a buscar donaciones en otros espacios. Uno de los días, por ejemplo, se forman colas de hasta una cuadra de personas para buscar alimentos. Encima, se redujo la cantidad de productos dentro de los bolsones y nosotros tratamos de agregar con lo que nos brinda el Banco de Alimentos Rosario. Tenemos que tratar de racionar de acuerdo a la cantidad de integrantes en la familia. Otra cuestión que preocupa, es la gente que nos pide en los merenderos leche en polvo para llevar porque saben que rinde más, cuando antes si era líquida no había problema.
— ¿Cómo resumiría esta difícil realidad para alguien que no transita habitualmente el barrio?
— Les contaría algo que me pasó el otro día. Iba caminando y me encontré con un chico llorando, me acerqué y le pregunté qué le pasaba. Me dijo que lloraba porque tenía hambre. Como sociedad necesitamos buscar las formas de solidaridad para que estos pibes no tengan que pasar hambre. Sobre todo, si está al alcance poder brindarles una instancia superadora, como es facilitarles un trabajo. En el Ludueña, tenemos los espacios educativos llenos de gente comiendo no porque no haya un interés por capacitarse, sino porque hay hambre. Por eso, animamos a que la gente pueda romper los tabúes, se acerque y deje atrás esos prejuicios que identifican a la gente de los barrios como vaga. En realidad, se trata de personas que no tuvieron las mismas posibilidades familiares o sociales como para afrontar la vida de otra manera.
Finalmente, el “Padre Fede” como lo identifican los vecinos del Ludueña dejó abierta la posibilidad a todos aquellos que quieran colaborar: «Siempre alimentos vienen bien, además de calzado y ropa. También tenemos muchos problemas habitacionales, recién vengo de una casa donde viven en una sola pieza diez personas, entre chicos y adultos, y encima cada vez que llueve se les moja todo. Por eso, todo lo vinculado con materiales para la construcción siempre son necesarios”.
Salmerón forma parte de una red de sacerdotes que trabajan en diferentes zonas vulnerables de la ciudad y afirmó que: «Las realidades en los barrios son similares y a todos nos ha tocado también transformar las parroquias en lugares de acompañamiento para jóvenes en materia de consumo. Son lugares donde se recibe a los pibes socialmente más golpeados”.