Opinión

Mundial

Rusia 2018, una oportunidad de encuentro


Por el Lic. Sebastián Blasco (*) 

 

Ya 1.430 días pasaron de aquella final disputada en el estadio Maracaná el 13 de julio de 2014. Más de 3 años y 11 meses de espera. Más de 34.320 horas de preparación y gestación para lograr finalmente sacar de aquel cajón esa remera que por estos días nos vamos a poner todos, preparar el sillón frente al televisor y armar la lista de «convocados» para cada uno de los partidos de nuestra selección. Vamos precalentando nuestras gargantas para alentar y apoyar. Tenemos expectativas, ansiedades, temores. Noches sin poder dormir, antojos de partidos matutinos, ruidos en la panza. La dulce espera. 

Somos muchos los argentinos que pensamos nuestra línea de tiempo vital a partir de los años mundialistas. Anclamos cada suceso importante de nuestra existencia en la cercanía de algún período de la Copa del Mundo. ¿Cómo llegamos a Rusia? 

Desde el aspecto futbolístico pasaron muchas cosas. Entre la final de Brasil 2014 y el inicio de Rusia 2018, la Selección Argentina de fútbol estuvo bajo la conducción de 3 entrenadores diferentes -Martino, Bauza y Sampaoli-, contó con la presencia de 79 jugadores diferentes a lo largo de 48 partidos, adoptó diferentes metodologías de juego, consiguió disputar 2 finales continentales en forma consecutiva y sufrió la intervención de la Comisión Normalizadora, entre tantos otras cosas. 

Este equipo ha sorteado diversos inconvenientes para conseguir su pasaporte a Rusia. Ruidos económicos, políticos, sociales, futbolísticos. Sin embargo, cuando suene el pitido inicial el sábado todo esto quedará en el pasado y una vez más renovaremos nuestras esperanzas de conseguir el anhelado título. 

A partir de los próximos días, no hablaremos solamente del clima en aquellos minutos interminables en el ascensor, sino que podremos compartir opiniones en referencia a la proyección del lateral derecho de Dinamarca o sobre los problemas extrafutbolísticos de algún suplente de vaya a saber qué nacionalidad. Confeccionaremos fórmulas matemáticas para analizar nuestras probabilidades de ganar el «Prode» con nuestros compañeros de trabajo. Llamaremos a tíos, sobrinos y primos para encargarles las medialunas o algo relativo al desayuno previo al partido. Disfrutaremos la sonrisa cómplice con el vecino luego de salir victoriosos en algún cotejo. Compartiremos asados interminables con amigos dialogando sobre cualquier aspecto vinculado a Rusia. Diseñaremos rituales y cábalas excéntricas, para ayudar a que la pelota entre en cada arco rival de nuestra selección. 

Sí, el Mundial de fútbol nos presenta oportunidades de sentido. Oportunidades para salir de nosotros mismos y darnos hacia afuera. Oportunidades para rencontrarnos con amigos, con familiares. Para dejar atrás aquellas viejas asperezas, peleas y diferencias ideológicas. Para tomar conciencia que no necesitamos validarnos a partir de un resultado. Oportunidades para poder comprender que es un juego y lo más importante es que podamos disfrutarlo. 

Rusia 2018 es una excusa para poder poner de relieve todo aquello que nos une. Es un desafío, para cada uno de nosotros, poder convertirlo en algo pleno de sentido. 

Desde nuestro rol como espectadores e hinchas, ¿cómo llegamos al mundial? 

Rusia trae consigo un velo mágico, de encanto. Aprovechemos cada uno de estos momentos para sembrar la cultura del encuentro. Darnos cuenta de que, más allá del resultado, la táctica más efectiva radica en el hecho de compartir con el otro. Que la estrategia más audaz es la tolerancia y la comprensión. Que la defensa más férrea es la paz. Que el recurso de gol más poderoso, es el encuentro. 

 

(*) Profesor de la carrera de Psicología. Director del primer Curso de Psicología del Deporte de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.