El trovador rockero regresa nuevamente a Rosario con su más reciente disco “Instrucciones para madurar”. Y dialogó de todo con CLG
Por Mario Luzuriaga
El trovador rockero Roque Narvaja regresa nuevamente a Rosario con su más reciente disco “Instrucciones para madurar” y repasará algunos éxitos de medio siglo de actividad pero desde un concepto muy íntimo y muy minimalista.
La cita será el próximo sábado 24 de agosto en Plataforma Lavardén y antes del show habló de su carrera, su exilio, su residencia en Rosario en un mano a mano con CLG.
—¿Hace mucho que no hacés un recital en Rosario?
—Hace bastante tiempo que no presento un disco y tampoco un show. Para mí presentar un disco con la gente que toca conmigo es un placer. Es gente muy respetuosa que sabe lo que están haciendo. A esta altura del partido me subo al escenario solamente por placer.
—¿Cuánto tiempo te llevó preparar tu nuevo disco «Instrucciones para madurar»?
—Lo hicimos sin ningún apuro sino que simplemente un amigo que se llama Mariano Brown tiene un estudio y tocamos juntos en muchísimas oportunidades. Lo que sucedió fue que tenía ganas de grabar algunas canciones que tenía, cómo sonaban y qué pasaba y así empezó. Estuvimos como un año grabando, porque empezábamos y lo dejábamos un tiempo. Fue muy lindo porque era como que no teníamos un tiempo para entregarlo, fue muy plancentero este trabajo porque fue muy relajado para despuntar el vicio. Yo quería escuchar algunas canciones para ver cómo quedaban; algunas son muy viejas y no tuve la oportunidad de difundirlas. Lo que sucedió es que Mariano me dijo que con todo este material teníamos un disco y lo empezamos a escuchar y fue creciendo entre nosotros.
—¿Con qué nos vamos a encontrar en el show?
—Está hecho con muchísimas ganas y mucho compromiso; ya lo habíamos presentado en la Usina del Arte en Buenos Aires y ahora lo vamos a hacer con la misma dinámica: pasar un buen rato entre amigos y que se note.
—Pasar un buen momento en los tiempos que corren es reparador…
—Se está poniendo muy difícil todo. Cuando uno era joven tenía unas ideas de lo que iba a pasar en el futuro que no pasaron, sino que vinieron cosas bastante peores. Es muy doloroso lo que pasa, yo ya estoy retirado de la política activa. Primero por una cuestión de defensa propia; y segundo uno ya hizo lo que parecía correcto. Yo hago política siendo el mejor ciudadano que puedo ser, eso ya es mucho, pero es muy doloroso ver que en nuestro país estamos condenados a repetir conductas cada vez más abajo. Antes podíamos irnos a la B porque podíamos volver a la A, pero ahora vamos por la R o por la P (risas).
—Y cómo tus canciones se hacen más fuertes aún ahora.
—Sí, esa es otra maldición, parece que uno fuese una especie de brujo maldito. Yo hice canciones que yo pensé que iban a durar muy poco como «Miente», sobre la falta de trabajo y es cada vez peor. Cuando la canto a veces digo que es una especie de profecía autocumplida y quiero dejar de cantarla o antes de hacerlo poder decir: «Jajaja que foto antigua, menos mal que la superamos».
—Igual que «Yo quería ser mayor»…
—Claro, es ridículo hablar de esto ahora.
—Algo que me impactó fue volverte a escuchar cantar «El extraño de pelo largo», pero en la pantalla grande al inicio de la película «El Ángel».
—Fue tremendo porque ahora está cumpliendo 50 años. Es otra canción que se le hizo justicia porque «La joven guardia» fue catalogada, por ahí con razón, pero como un conjunto comercial, que queríamos vender discos y cantar sonseras. Pero no es así, no sólo que sobrevivió al tiempo, sino que está planteando desde la marginalidad una cantidad de cosas que pasaban en ese momento. La rebeldía expresada en el pelo largo te podía costar una estadía en la comisaría.
—A cuántos de tus colegas les ha pasado estar encarcelados…
—Sí, y a mí me ha pasado, yo he dormido preso más de una vez. Cuando falta la libertad, falta todo. Te das cuenta cuando la perdés.
—La dictadura militar hizo que te fueras del país ¿Qué sentiste cuando te enteraste que tus canciones eran escuchadas mientras regía el gobierno de facto?
—Mirá, en principio yo me fui para siempre. Lo tenía muy jodido porque, no solo canté opinando como dice Serrat, sino que yo era un militante de una agrupación política, que perdió un planteo. Yo no fui un incauto o un romántico, en ese momento había dejado la música, me dediqué las 24 horas del día a cambiar la realidad, porque sentí que era prioritario; y porque el desparpajo con que esta gente pretendía convertir a los ciudadanos como soldados y vivir en un cuartel haciendo la venia todo el tiempo. Uno con la fuerza de la juventud y con una cantidad de convicciones, que con el tiempo va cambiando, pensé que era lo correcto en ese momento. No era que me prohibieron un disco, cuando yo me fui oportunamente, a los 10 o 15 días cayó un grupo de tareas a buscarme a EMI, la compañía donde yo grababa. Una cosa es que te prohíban y otra diferente es que te vaya a buscar un grupo de tareas. Yo la saqué baratísima porque tengo un Dios que me ilumina y porque no me tenía que pasar.
—¿Y cómo fue ese exilio?
—Yo estaba enterado de lo que pasaba y me fui para no regresar. Hice lo que pude e hice una sola canción, mientras tanto yo cantaba mis canciones de protesta junto a Marián Farías Gómez que nos fue muy bien en España. Pero trabajábamos en lugares donde se pasa el circuito latinoamericano. No sabía cómo hacer algo más porque los españoles estaban con todo el furor luego de la caída de Franco. Entonces los tipos estaban preocupados en volverse modernos y no nos daban pelota, demasiado fue que nos dieran una mano laboral. Tenía una canción y un productor la conoce y resulta que era el mismo que el de Miguel Ríos. Me pidió grabarla y no la hice yo y fue un éxito que fue «Santa Lucía» y detrás de esa canción yo pude meter lo mío desde otro lugar, desde el pop. Es lo que había, pero el que cantaba y componía era un tipo que sabía que no podía volver y no tenía una posibilidad de cantar lo desgraciado que éramos los argentinos, después de lo que ellos habían pasado. Pasó que me convertí en un éxito y esos aludes del mundo pop que yo ya había catado, dije que era mi destino. Volví por la puerta grande a Argentina e hice 7 giras grandes por el país y después viene la vida, organizarme y un día aparecí en Rosario y aquí estoy.
—¿Cómo es ser también un piloto de aviones?
—Sí, empezó como hobby porque me lo dijo un terapeuta (risas), era algo que me gustaba mucho. Yo vivía en Junín, donde había un club de planeadores y me acerqué como quien no quiere la cosa. Me convertí en piloto de planeador y después seguí estudiando, apareció el motor, volé en España en el 95 y me convertí en profesional en 2007. Yo volaba deportivo, por hobby, pero me hice piloto comercial en 2007 e instructor en Rosario y trabajé 11 años en eso y ya estoy jubilado.
—¿Qué hay de cierto cuando dijiste que si no te sentís apto para componer lo dejabas hasta que te vuelva la inspiración?
—Yo no creo en la transpiración, creo en la inspiración. Cuando era joven intenté desde la transpiración hacer canciones y me agoté, porque sinceramente, cuando hacés una canción por oficio, que te gusta o no a vos, todo el mundo se da cuenta. Lo más importante de todo es que el público no es tonto, cuando vos no le ponés pedazos de tu vida a la canción o de la vida de alguien, no sirve la canción. Me di cuenta que es mucho más barato, mucho más ecológico y mucho más sano escribir cuando tenga una idea. Al principio tenía muchas ideas, hoy en día tengo una y te aseguro que la termino. Lo que hago ahora es partir del texto, tiene la importancia central y no la tiene la música y la melodía como en el pasado. Deja de ser pop para convertirse en una canción de autor.