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Roig: «Macri responde a un modelo neoliberal que ya está perimido en el mundo»


Por Martín Fiódor

Miguel Roig es rosarino de nacimiento pero ya desde hace varios años vive en Madrid, España. Es autor de varios libros que abordan temáticas vinculadas a cultura, medios de comunicación y política. Actualmente es columnista de diario Perfil en Argentina y de ElDiario.es de España y asesora a varios espacios políticos a nivel global. Vino a celebrar las Fiestas con su familia rosarina y en su paso mantuvo un diálogo con CLG.

— ¿Cómo ves el panorama político nacional luego de lo que fue un año difícil para los argentinos?

— Lo que pasa en el escenario nacional no está desconectado de lo que está sucediendo a nivel global. Lo que entendemos por “democracia liberal” está en entredicho, tanto por la izquierda como por la derecha. En Francia, por ejemplo, la izquierda de Melenchon que está separada de los partidos tradicionales, cuestiona más bien el sistema, no así la situación. Esto se suma a las emergencias de los Bolsonaro, los Trump, los Macron y el proceso del Brexit. Todos son elementos diferentes pero responden a un mismo fenómeno: el epílogo del modelo neoliberal tal como está establecido. En Argentina, Macri junto con Cambiemos es una involución ya que representa un modelo neoliberal tradicional que ya está perimido en el mundo. En este sentido, es importante analizar a Brasil porque es sintomático, ahí hay signos que muestran la decadencia del modelo neoliberal. Bolsonaro ahora ha puesto en un ministerio clave a un militar vinculado a la dictadura brasileña y partidario del gatillo fácil. Estos elementos rompen la costura de la democracia por un lado, pero no cuestionan las lógicas de mercado, mientras esto sucede en Brasil las acciones en las bolsas suben. Por su parte, las fundaciones neoliberales que apoyan a estos gobiernos y sus think tanks, están definiendo a Bolsonaro como un tipo democrático. El ministro de justicia es el juez que ha metido preso a Lula. Mientras eso pasa, tipos como Vargas Llosa afirman que 55 millones de brasileños no se pueden equivocar, que estamos ante una expresión legítima de la democracia y afirma que Sergio Moro es un patriota en el ministerio de Justicia para luchar contra la corrupción.

— Esto es interesante porque históricamente la lucha contra la corrupción ha sido una bandera más bien de la izquierda que hoy la derecha parece habérsela apropiado.

— Creo que la derecha está ganando la batalla cultural a la izquierda apropiándose de estas cosas. El ejemplo más claro es Macron (NdR: presidente de Francia), es un banquero que levantó todo el relato cultural de la izquierda para apropiárselo. Por otro lado, hay cuestiones que hacen creer que muchos de estos cuadros van por todo. Cuando Vargas Llosa te dice que Bolsonaro es democracia es porque se están apoderando de ella y formateándola según sus intereses. En ese sentido insisto en la idea de que el neoliberalismo como modelo está jugándose sus últimas cartas. Actualmente está adoptando fórmulas autoritarias como en su surgimiento, como pasó en Chile con Pinochet en donde los Chicago Boys hicieron su prueba de laboratorio. El mercado ya de por sí es autoritario, pero fuera del marco democrático se vuelve dictadura, por eso hay que mirar a China o a ese tipo de modelos que son neoliberales dictatoriales que se vuelven una tentación muy grande para los países en vías de desarrollo.

— El neoliberalismo puede que esté llegando a su fin, pero el sistema de valores que promueve, su lenguaje, pareciera estar bastante anclado.

— El sistema nos ha transformado. Los ciclos han cambiado. Nuestros antepasados recientes tenían una cierta estabilidad laboral dentro de lo que fue el modelo keynesiano de posguerra. Un contador tenía un estudio contable toda la vida o trabajaba en un lugar determinado toda la vida, por poner un caso. Esta persona hoy se tiene que reinventar cotidianamente.

— Justamente Macri en uno de sus discursos durante el G20 hizo hincapié en el futuro del trabajo. En ese sentido demanda de la población un esfuerzo propio por fuera del sistema educativo para capacitarse permanentemente para el mercado laboral que se viene.

— Claro, pasa que esa formación dentro del modelo neoliberal te la tenés que buscar por tus propios medios, el Estado no ocupa ningún lugar. Macri encumbra al emprendedor, que es un eufemismo para decir que si no trabajás es porque no querés. Expresa lo que decía Margaret Tatcher: la sociedad no existe, existe el individuo. Ahora bien, países centrales como Canadá, los países del norte de Europa o Suiza por ejemplo, son los modelos a observar. Suiza tiene un índice de desempleo del 3 por ciento y los tipos están planificando una desocupación del 50 por ciento porque van a robotizar la economía. A ese porcentaje lo van a subsidiar con rentas universales o prejubilaciones, pero a las nuevas generaciones el Estado las está capacitando en el nuevo paradigma económico, en esta revolución industrial encubierta que así y todo tiene sus estallidos.

— Como pasó en Francia con la revuelta de los “chalecos amarillos”…

— Exacto. Francia es un campo de observación interesante. Hoy tiene a un presidente banquero que gana la elección con un relato que explicita que la política no es la solución, es el problema. Empieza negando la política, arma un gabinete con tecnócratas y su lista parlamentaria la llena de empresarios. Ahora este tipo choca con la realidad al enfrentarse al movimiento de los “chalecos amarillos” sin estructura partidaria ni pulso político. Resultado: se puso de rodillas y entregó todo, retiró las cargas impositivas y retiró los aumentos a la nafta. Del lado de los “chalecos amarillos” vemos a un grupo trasversal de carácter asambleario sin líderes. En este contexto el diálogo es imposible porque de un lado tenés un líder que no tiene espalda política y del otro tenés un movimiento asambleario que niega tener líderes por sus propias características. Ahora, el planteo de los “chalecos amarillos” no está ni cerca de ser un planteo revolucionario. Esta es gente que ha sido expulsada de los grupos urbanos y que se ha ido a vivir al campo, allí con menos dinero y menos recursos tienen una vida mejor. Eso tiene un coste: necesitas vehículo (normalmente dos) para ir a sus respectivos trabajos, para llevar a tus chicos al colegio, etc. A esta gente ahora le levantan paredes: le suben los combustibles y los impuestos. Estos ajustes recaen sólo sobre las capas medias, no se lo suben al pequeño porcentaje de ricos, la riqueza no está gravada porque el neoliberalismo no grava la riqueza.

— ¿Cuál es el lugar de estos movimientos sociales? ¿Qué rol están ocupando? El movimiento feminista a nivel local ha logrado instalar sus cuestiones en la agenda, pero ¿hasta qué punto a los movimientos sociales se los restringe estrictamente al plano civil? Pareciera que las demandas civiles y las económicas corren por caminos diferentes, al igual que sus representantes.

— Ese es otro problema. Hay un libro de Mark Lilla que se llama “El regreso neoliberal”, que cuando habla de los liberales refiere a los demócratas norteamericanos, los socialdemócratas europeos y hasta alguna que otra izquierda democrática. Lo que plantea al analizar el fracaso electoral de Hillary Clinton, que lo considera un fracaso del Partido Demócrata, no así de la candidata, tiene que ver con la deriva de los partidos de izquierda con estos grupos que mencionás (el feminismo, los chalecos amarillos, etc.), de repente la izquierda en su desesperada búsqueda de una identidad para poder reconstituirse como no puede hacerlo desde la economía (porque el sujeto trabajador está desapareciendo junto con el trabajo), lo hace desde el campo de los derechos civiles. La izquierda de manera errónea toma estas cuestiones como buque insignia olvidando todo lo demás. Entonces vos estás dejando de lado a todo el resto de la sociedad, allí todos estos populismos neofascistas ganan terreno porque vienen al rescate de toda esa gente que no se siente incluida dentro de ese rectángulo. Cuando vos te centrás en el problema de las minorías te estás olvidando de todo el resto del cuerpo social, entonces llega un Trump y te dice: “Estos tienen tiempo para dedicarse a estas boludeces y vos no estás comiendo”. Y vos efectivamente no estás comiendo, no tenés trabajo y estás padeciendo. Y ahí los que ganan son estos tipos. Esto no significa que la izquierda no debe hacerse cargo de estos problemas porque forma parte de su trabajo. Hay que defender a los avances de los movimientos sociales mencionados, siempre hay que apoyar a los grupos de vanguardia porque son ellos los que hacen que el movimiento avance por más que incomode a las mentes más pacatas, después todo se va acomodando. En ese sentido los movimientos sociales han empujado para conseguir logros importantísimos, el problema es que vos desde un partido político sólo te visibilices ante la sociedad como únicamente defensor de una particularidad específica y no atendiendo a todas las particularidades de lo que podemos llamar “la ciudadanía”, y dentro de eso, obviamente ir resolviendo cada una de ellas.

— El tema del diálogo como una de las potencialidades de la política pareciera estar mermando ante la embestida del marketing político y el discurso tecnocrático. ¿Percibís una tensión entre el marketing político y las formas tradicionales de construcción de poder?

— Sin duda, Macri se construye en manera parecida a la de Macron, naturalmente con contextos muy distintos, pero pertenecen a un mismo concepto de política del siglo XXI, es una especie de “sujeto público sin atributos” o “liderazgo sin atributos”, no tienen partido, no tienen estructura. La diferencia es que Macri no tiene una mayoría parlamentaria como la que sí tiene Macron, para eso necesita consensuar, dialogar, pero lo hace por necesidad, nada más. El filósofo de cabecera de Macri, Alejandro Rotzinger, en su libro “La evolución argentina” afirma que la ideología es la “neurosis de la democracia”. Niega la ideología, niega la política. Ellos ponen el foco en un elemento, que aquí los partidos tradicionales le siguen sin dar demasiada bola que es el análisis de datos con trabajo de Big Data. Estos mecanismos se menosprecian por falta de conocimiento pero permite un diálogo directo con el votante.

— ¿Y cómo podría aprovechar la izquierda estas cuestiones?

— La izquierda plantea soluciones del siglo XX frente a una revolución económica en marcha, frente a un cambio de paradigma, no hay respuestas para estas cosas. Y la derecha gestiona el derrumbe, no está proponiendo, por eso reafirmo que estamos en presencia de una fase final de modelo. Habrá que ver cómo se reinventa el capitalismo. Hoy no es posible ser anticapitalista, lo que podemos hacer es reinventar el capitalismo, hay que regularlo para que no nos coma vivos. La gobernanza mundial es económica, financiera, no es política. Por eso los países los manejan estos monigotes de los que venimos hablando. Decir que ni la izquierda ni la derecha aportan soluciones puede sonar descorazonador pero lo que ocurre es que en la sociedad líquida y veloz en la que vivimos, como dice Bauman, hemos confundido los valores espacio-temporales. Hoy las herramientas informáticas nos permiten tener acceso a información de forma permanente. Hay toda una serie de información al instante que nos permite mantenernos actualizados. Todo está en la mano, las series, la música, la información. Y todo rápido. Esto genera una fantasía de que las ideas hay que generarlas con la misma velocidad. La producción de ideas es lenta como lento es el ser humano, no es que esté todo parado y que nos estamos dejando llevar a la tragedia, estamos frente a un cambio que todavía no está resuelto en el campo teórico.

— En este contexto de derrumbe, ¿qué cosas pensás que quedarán atrás y qué cosas hay para rescatar?

— Creo que la tecnología sin duda ha mejorado al mundo, pero debe usarse dentro de un contrato social. Debemos dimensionar la complejidad social actual. El filósofo español Daniel Inennarity habla de la “Democracia Completa”, no podés gobernar ni administrar una sociedad con los parámetros estandarizados de democracia, la tenés que ir adaptando a la complejidad de este mundo. Hace 50 años existían menos variables socioculturales de las que hay ahora, por poner un caso de lo que venimos hablando: antes éramos hombres y mujeres, nada más. Ahora el concepto familia ha mutado por completo, hay que incorporar las nuevas variables y entender la forma en la que varios mundos están colisionando. Hay que adaptar los valores tradicionales de la democracia que nos permiten discutir en comunidad cómo queremos vivir y quienes nos representan, y hay que evitar que tipos como Bolsonaro o Trump se carguen el sistema democrático.