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Rehenes de la hiperconexión: cuando la tecnología abruma


Por Alejandro Maidana

Hoy se vive aislado del mundo real. Lo virtual condujo a las personas hacia un oscuro camino. Con la Gente realizó un informe que enciende la alarma: cuando la tecnología abruma.

“Sencillamente me convencí de que por algún misterioso motivo yo era invulnerable y no me engancharía. Pero la adicción no negocia y poco a poco se fue extendiendo dentro de mí como la niebla”. Eric Clapton

Muchos sostienen que debido a la incesante globalización tecnológica, a los cambios no solo hay que entenderlos, sino acompañarlos a consolidarse. Claro está que la realidad de los hechos muestra una cara incómoda a la cual se debe interpelar.

Atrás quedaron bellas épocas en donde el ocio estaba estrictamente vinculado al disfrute de los espacios verdes. Lo lúdico se imponía a cualquier intento de abroquelarse dentro de las fauces de un hogar que asfixiaba. La plaza solía ser ese epicentro de encuentros que atravesaban desde grandes picados futboleros, a un ladrón y poli feroz, o sencillamente para contar historias, de las más diversas y fantásticas.

Si bien no hay que remontarse a muchos años atrás, la lógica de la cotidianeidad dio un viraje de 360 grados. Aquellas salas de videojuegos que siempre fueron motivo de debate familiar por la adicción que generaban las mismas, hoy pululan naturalizadas en la mayoría de los hogares.

La aparición de internet

Si bien la irrupción de la TV a color se erigiría como el primer salto tecnológico de importancia, es indudable que la aparición de internet cambiaría el paradigma de las comunicaciones. El acceso a la información instantánea, el enorme suceso originado por las redes sociales, han delimitado un camino en donde las bondades de los avances tecnológicos se chocan con la adicción a los mismos.

¿Estamos hiperconectados o transitamos una desconexión permanente? ¿Cómo advertir que estamos atrapados en un círculo vicioso? La necesidad de saberlo todo y obtener una respuesta inmediata ha dejado expuestos a todos a un nuevo enemigo que avanza masivamente y de manera sigilosa.

Para reflexionar y profundizar sobre esta situación, Con la Gente dialogó con la psicóloga Victoria Biga.

“En principio podemos pensar que alguien que prefiere pasar más tiempo con un celular que con un otro, es porque ese celular le da más satisfacciones que un lazo con otro sujeto. La idea de hiperconectado implica por un lado un exceso, y por otro una interacción que por el momento no sabemos muy bien con qué o con quién. Es una realidad que te permite un fácil y rápido acceso a mucha información pero habrá que pensar para qué la queremos”, dijo.

Sobre los excesos la profesional sostuvo: “Esto existe porque en otro lado hay un vacío. La energía que nos motiva a realizar actividades es una sola, la libido si lo vemos desde el psicoanálisis. A grandes rasgos, esa energía se distribuye y redistribuye todo el tiempo del yo al mundo, a los objetos y de ahí vuelve al  yo”.

Profundizando en la satisfacción que produce agregó: “El aparato psíquico funciona por el principio de realidad y el principio de placer. Son conceptos complejos pero la idea es que el aparato se las ingenia para generar el menor displacer posible al yo sin evadirse de la realidad. Cuando lo hace estamos en algo más complicado, por ejemplo un delirio. Una manera que tienen por ejemplo los niños de arreglárselas con el displacer es el juego para poder tramitar la angustia, los adultos tienen como recurso tienen la creatividad, sublimación o fantasía”.

“La virtualidad que dan estos dispositivos puede venir en lugar de estos otros recursos. El tema es que mientras más esté esta virtualidad, más obturo la capacidad creadora del ser humano, y cuando se corta la luz, no sé cómo entretenerme, porque ya no tengo capacidad creadora ni para fantasear, ni para jugar, imaginar, o crear un objeto. Esta virtualidad me da todo resuelto, me muestran la imagen y no tengo que pensar nada”, enfatizó Biga.

Volviendo al vacío y sus consecuencias dijo: “Cuando mi vida carece de proyecto, de algo que me movilice a poner energía en el mundo, de algo que me despierte las ganas de poner en funcionamiento mi capacidad creadora, tengo al menos dos caminos, o me enfrento a esto que no es nada fácil y que demanda tiempo, displacer, angustia que habrá que atravesar para encontrar que me motiva, o busco algo que me mantenga en blanco, que no me haga pensar y me distraiga”.

Las consecuencias de creer en esa realidad y generar una nueva complejidad: “Cuando yo me creí que lo que pasa en Facebook, en Twitter o en Instagram es la vida real, estoy frito. La mejor foto, el mejor paisaje, el mejor momento. Pero, ¿qué es lo mejor? ¿Lo que la cultura, el estado, la economía y otros imponen a través de estos medios de comunicación? Ahora si yo elijo poner lo que a mí más me gusta, por ejemplo una foto para “obtener `me gusta´”, no es la realidad. Es menos trabajoso vivir en la virtualidad que en la realidad”, relató.

Para concluir la psicóloga fue contundente: “Cuando la persona se percata que es más fácil “militar” en el Facebook en vez de ir a una marcha, chatear con amigos en vez de ponernos de acuerdo en un lugar y espacio, encarar a alguien en Tinder en vez de ponernos frente a otro que en la cara te dice que no, tener sexo virtual en vez de encontrarme con mis imperfecciones y las del otro, me quedé solo, hiperconectado con la virtualidad y desconectado de la realidad”.