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Investigadores del Conicet

Reconstruyen el cerebro y cráneo de cocodrilos del Mezosoico


El Conicet informó este lunes que investigadores platenses del organismo reconstruyeron digitalmente el cráneo y el cerebro de dos cocodrilos que habitaron la región de Vaca Muerta, situada en la Cuenca Neuquina, hace unos 160 millones de años.

Detallaron que la formación geológica de esa región de la Patagonia «resguarda información muy valiosa sobre las especies que la habitaron hace millones de años», y que allí se conservan restos fósiles conocidos como “moldes naturales”, estructuras que mantienen la forma de los órganos reales de los animales porque, en lugar de degradarse, «se fueron rellenando con sedimentos durante mucho tiempo».

Así, se precisó que con los huesos de la cabeza y los moldes del cerebro y otros tejidos asociados de dos cocodrilos, los científicos «reconstruyeron en tres dimensiones sus neurocráneos: la caja craneana ósea que recubre las estructuras blandas como cerebro, nervios, vasos sanguíneos y oído», información que fue publicada recientemente en la revista PeerJ.

Marta Fernández, investigadora en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad de La Plata, manifestó que “cuando un animal muere, el tejido blando decae y se pudre, pero las membranas conectivas que lo rodean se preservan un tiempo más. En estos casos, el sedimento se fue alojando en su interior y, cuando ese estuche desapareció, quedó expuesto lo que sería una réplica del órgano original».

«Esos son los moldes naturales, que en Vaca Muerta se encuentran en gran cantidad. Realmente nos dan una fuente excepcional de información sobre la biología de los animales extintos», dijo.

En ese sentido, la investigadora Yanina Herrera precisó que «trabajan en un grupo de cocodrilos acuáticos predominantemente marinos que vivió en el Mesozoico, denominado Thalattosuchia y formado por dos grandes familias: los metriorrínquidos y los teleosáuridos”.

Sostuvo que “si bien eran grupos hermanos, externamente se diferenciaban porque los primeros se desenvolvían en ambientes marinos abiertos, con lo que sus características estaban adaptadas a esos espacios». «Sus miembros anteriores estaban modificados en aletas natatorias y tenían la cola como la de un pez. Los otros, relacionados con ambientes costeros, eran más similares a algunos de los cocodrilos que conocemos hoy”, puntualizó.

Tomando como base un cráneo de metriorrínquido que forma parte de la colección del museo y uno de teleosáurido aportado por colegas alemanes, más los moldes naturales de cerebros y del sistema vascular cefálico extraídos de Vaca Muerta en los años 70 por expertos platenses, los investigadores analizaron si esas diferencias morfológicas externas que se conocían tenían su correlato a nivel interno, en el neurocráneo y sus estructuras blandas.

Para ello, Herrera viajó a Alemania a fin de especializarse en el uso de tomografías computadas con el objetivo de obtener modelos tridimensionales.

“Se reconstruyeron digitalmente ambas cosas, huesos y estructuras blandas por separado. Luego, las cotejamos y vimos que eran compatibles. Utilizamos un microtomógrafo alemán y recreamos el encéfalo, los nervios, los vasos sanguíneos y los órganos de los sentidos”, explicó.