El pedido lo hizo el economista y reconocido intelectual ecuatoriano Alberto Acosta, quien fue ministro de Energía de su país
Por Natalia Concina – Télam
El economista y reconocido intelectual ecuatoriano Alberto Acosta aseguró que es necesario reconocer a la naturaleza como «sujeto de derecho» en lugar de verla como un recurso económico, al tiempo que consideró imprescindible una «transición energética» que no implique un aumento de la «oferta» a costa de la explotación extractiva de minerales sino que cuestione las bases mismas del consumo con criterios de «justicia social y ecológica».
Presidente de la Asamblea Constituyente de Ecuador entre 2007 y 2008 -período en el que logró que ese país reconociera en su nueva Carta Magna a la naturaleza como sujeto de derecho- Acosta también se desempeñó durante un breve período como ministro de Energía y Minas ecuatoriano y cuenta con un largo recorrido de militancia política, investigación y producción intelectual de temas vinculados a ambiente, antiextractivismo, derechos humanos y pueblos originarios.
De paso por la Argentina, donde llegó como parte del Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza que visitó esta semana Vaca Muerta para evaluar los impactos ambientales y de derechos humanos de las actividades económicas que se desarrollan allí, dialogó con Télam sobre el objetivo de su visita, el concepto de derechos de la naturaleza, el consumo y la denominada transición energética.
—¿Qué implicancias tienen las conclusiones del Tribunal?
—Éste es ante todo un tribunal ético, su fortaleza no está en la vigencia o no que puedan tener las sentencias o las resoluciones que se tomen, sino sobre todo en el mensaje que se está dando a la sociedad. Está inspirado en lo que fue el Tribunal Russell que se constituyó para enfrentar los crímenes de guerra en Indochina y luego se transformó en el Tribunal Permanente de los Pueblos. Está conformado por personas de todo el mundo, de distintas disciplinas y el objetivo es la defensa de los derechos de la naturaleza. Su fortaleza es su total independencia tanto de gobiernos como de instituciones internacionales, empresas y de cualquier tipo de espacio de poder.
—¿Qué son los derechos de la naturaleza?
—Los derechos de la naturaleza parten por reconocer a todos los seres vivos con valor intrínseco, independientemente de su utilidad para los seres humanos. Cuando estamos hablando de Derechos de la Naturaleza no hablamos en particular de un animal o de una especie, sino que hablamos de la totalidad. Esto implica un ‘giro copernicano’ porque ya no vamos a ver a la naturaleza como objeto, sino como sujeto y eso lleva a un cambio de visiones antropocéntricas a visiones biocéntricas o sociobiocéntricas o carentes de todo centro en donde el punto medular es la vida misma. Hablo de un giro copernicano porque no es sólo un aspecto, es decir, no se va a resolver en el ámbito jurídico, sino que también tiene connotaciones económicas, sociales y por supuesto culturales. El ser humano no puede seguir colocándose -figurativamente hablando- al margen de la naturaleza; nosotros somos naturaleza.
—Este concepto interpelaría la idea de la naturaleza como «recurso» para el ser humano.
—Claro. Tendríamos que pensar en la palabra recurso. La idea actual es que se trata de un objeto a explotar al servicio del ser humano para conseguir el desarrollo y el progreso. Pero el origen del término en realidad es recuperar, revivir; entonces quizás habría que darle paso a eso. Hay un texto muy bueno de Vanda Shiva de 1992 que se llama el Diccionario del Desarrollo y ahí ella recupera la palabra ‘recursos’ pero para no entrar en esos detalles, el hecho real y cierto es que la naturaleza no puede ser simplemente vista, manejada y aprovechada como un ‘recurso’ para generar riqueza para los seres humanos, el desarrollo o el progreso.
—¿Cómo dialogan los derechos de la naturaleza con los derechos humanos?
—Hace menos de un año Naciones Unidas aceptó que el derecho a un ambiente sano forma parte de la Declaración Universal de los Derechos Humanos; los derechos de la naturaleza tienen otra vertiente pero no se contraponen, más bien se suman, se potencian, se complementan y deberían dar paso a lo que a mi juicio serían los derechos existenciales. Aquí me gustaría hacer hincapié en que no se trata sólo de proteger la naturaleza en forma aislada sin seres humanos porque eso sería un ejercicio de jardinería. Lo que se trata es de conseguir una relación armónica de los seres humanos con la naturaleza, viviendo en la naturaleza y eso me lleva a una conclusión fundamental: la economía tiene que estar al servicio de los seres humanos, pero los seres humanos y la economía tienen que vivir de acuerdo a los ritmos ecológicos, al equilibrio que necesita la naturaleza.
—¿Hasta dónde es posible continuar con el ritmo de vida actual sin explotar la naturaleza?
—Tenemos que comenzar a encontrar otras formas de organizar la vida misma que tienen que estar en armonía con la naturaleza. La naturaleza -aunque cada sociedad debería definir qué es- podría seguir existiendo sin seres humanos; pero los seres humanos no pueden existir sin naturaleza. Este es un punto de partida, incluso podríamos llegar a decir que llegamos al concepto de derechos de la naturaleza desde una reflexión de egoísmo ilustrado.
—¿Y eso es posible?
—Eso es indispensable porque estamos viviendo el colapso ecológico y lo llamo así porque no se trata de cambio climático, eso hubo siempre a lo largo de la historia geológica de la Tierra, que tiene millones de años. Sé que es difícil por eso hablo de giro copernicano, pero al ritmo que vamos sabemos que las condiciones de vida para millones de personas en el planeta son cada vez más difíciles por los destrozos ambientales. Hay organizaciones, que no tienen nada de ecologistas, como la Agencia Internacional de la Energía que desde hace más de 10 años viene diciendo que no se pueden extraer todo los combustibles fósiles existentes si no queremos que la temperatura del planeta crezca en más de 1.5 grados.
—En ese sentido, ¿cómo ve los pasos que se están dando hacia la denominada ‘transición energética’?
—A primera vista parece muy bien que nos liberemos de los combustibles fósiles porque no podemos seguir carbonizando la atmósfera. Pero no estamos realmente haciendo una transición energética y menos una sustitución energética; lo que se está haciendo es simplemente aumentar la oferta de energía demandando cada vez más minerales sin provocar una reducción sustantiva del consumo que es el causante de estos graves problemas ambientales y climáticos. Con el tema litio, por ejemplo, no hay suficiente en el mundo para que los autos a batería sustituyan el consumo de combustibles fósiles y además cada vehículo individual eléctrico demanda una cantidad adicional de minerales mucho más alta que cualquier auto tradicional, por ejemplo, cobre, y una mayor cantidad de energía en su fabricación. Entonces, hay que tener muy claro que la transición energética que vamos a necesitar no puede ser en clave corporativa, en clave de atender las demandas de los países ricos y quizás de las ciudades más acomodadas del continente, sino que tiene que ser una transición energética que realmente implique criterio de justicia social y justicia ecológica, que son las dos bases de una verdadera transformación.