En un nuevo aniversario de los atentados contra las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001, el ataque terrorista sigue cobrándose vidas. Además de las 3.000 personas que perdieron la vida y las más de 6.000 que resultaron heridas en el peor ataque contra Estados Unidos, la cifra va aumentando con el paso de los años, en un goteo incesante. ¿La causa? Enfermedades pulmonares o cáncer, provocadas por la gran nube tóxica que planeó durante semanas sobre Nueva York.
Es imposible determinar las causas del cáncer, pero resulta significativo que el número de personas diagnosticadas por le enfermedad hayan aumentado de forma notable. Los colectivos más afectados fueron los bomberos, médicos, enfermeros y voluntarios que aquél fatídico día arriesgaron su vida para salvar a los heridos en la Zona Cero. Un estudio publicado en la revista The Lancet de la alertaba a estos colectivos que tenían un alto riesgo de padecer cáncer. De hecho, a los 343 bomberos que murieron durante el 11S hay que añadir otros 200 que han perdido la vida. En la mayoría de los casos, por respiratorios, hepáticos, cáncer, depresión, consumo excesivo de alcohol y trastornos relacionados con el estrés.
La nube con la que los vecinos de Nueva York tuvieron que convivir durante semanas tenía un alto grado de toxicidad, debido a la alta alcalinidad de la mezcla de cemento en polvo. Esta sustancia quedó depositada en las vías respiratorias de los servicios de emergencias en cantidades muy superiores a las recomendadas por la Agencia de Protección del Medio Ambiente de norteamericana. Las heridas pulmonares fueron la primera consecuencia de la exposición al polvo y al humo en el World Trade Center. Dichas lesiones tienen consecuencias a corto y medio plazo.
Michael Weiden, de la Universidad de Nueva York, alertó de que “el aumento en la incidencia del cáncer es la consecuencia más seria en términos de vidas perdidas” entre los trabajadores de servicios de emergencia, bomberos y policías. Esta reflexión está avalada por algunos estudios, como el publicado por The Lancet en 2011, en el que se indicaba que los bomberos que trabajaron en las labores de extinción de las Torres Gemelas tenían un 19% más de probabilidades de desarrollar cáncer en comparación con el resto de sus compañeros, y hasta un 10% más que la población general.
Es más, el año pasado otro estudio publicado por Jama Oncology estableció una vinculación directa con el trabajo durante el 11S con el desarrollo de mieloma múltiple, un tipo de cáncer sanguíneo. De hecho, El pasado año ya se comenzó a detectar una mayor incidencia de cáncer de cabeza y cuello entre estos trabajadores. Otro tipo de cáncer, el de tiroides, también ha tenido un aumento significativo entre los que vivieron en primera persona los atentados. Pero Weiden considera que el índice de incidencia de estas enfermedades en los trabajadores es inferior al del resto de ciudadanos debido precisamente a que son por lo general personas sanas, preparadas físicamente.
Otra de las enfermedades silenciosas que se derivaron de los atentados fueron las secuelas psicológicas, que dispararon el número de personas con depresión, estrés post traumático y como consecuencia de ello, el incremento del consumo de alcohol. Un artículo publicado en 2015 analizaba esta “carga mental”, así como la física. Los resultados mostraron que, hasta 2013, la incidencia de estrés postraumático en estos trabajadores era un 7% superior a la del resto de sus compañeros; la de la depresión un 16,7%; y la de consumo excesivo de alcohol, un 3%.
Esta alta incidencia en la salud, llevó a la Academia Nacional de Ciencias, Ingeniería y Medicina en EE.UU. a recomendar el año pasado la creación de un programa de investigación y seguimiento de la salud de los veteranos del 11S y la Guerra del Golfo, casi dos décadas más tarde en un caso, y tres en el otro.