Aunque tantos tipos de animales bostecen, parece que su contagio solo se da en humanos, chimpancé, perros y lobos. Y el 60% de las personas es sensible a esta incontrolable “infección”. Estas dos teorías se disputan la razón.
Una de ellas versa sobre la comunicación y la sincronización.
Como afirma Matthew Campbell, “una posibilidad es que en las especies sociales que coordinan sus niveles de actividad, copiar los bostezos puede ayudar a sincronizar el grupo”. Como una mera imitación.
«Así, cuando es hora de comer, todo el mundo come (comer es contagioso), cuando es hora de moverse, todo el mundo se mueve (las posturas corporales son contagiosas). De esta forma, la copia del bostezo también pone al grupo en sincronía”, prosigue.
Otra conjetura es que el contagio de los bostezos sea simplemente un subproducto de la importancia que tiene copiar esas otras cosas. Es decir, una secuela inevitable, algo que aparece simplemente como consecuencia y acompañando a otras funciones que son las realmente importantes (comer, postura corporal, etc.).
La otra teoría, que cuenta con numerosos adeptos, es la de la empatía.
En este caso, no sería una mera imitación: se trataría de nuestra capacidad para interpretar cómo se sienten otras personas la que nos llevaría a ponernos en su lugar, a sentir o intuir lo que ellas sienten y, una vez allí, ceder inconscientemente a la tentación.
Hay numerosos estudios a favor. Unos muestran cómo al contagiarse el bostezo se activan circuitos cerebrales propios de la empatía (incluidas las famosas neuronas espejo, que actúan como un reflejo interno de los movimientos que se observan en los demás).
Otros han estudiado cómo el 60% de personas susceptibles al contagio suelen puntuar más alto en las escalas de empatía, y que los niños son inmunes hasta los cinco años, justo cuando los circuitos responsables de ella maduran; incluso han visto que el contagio se produce más fácilmente si el que bosteza es un familiar que si es un amigo, y mucho más que si es un desconocido.
Pero incluso esta teoría no es segura, y hay estudios que minimizan la hipótesis. Hace poco, uno de los mayores trabajos realizados hasta la fecha concluyó que lo único que se relaciona con la transmisión es la edad. «Cuanto mayores nos hacemos, menos nos contagiamos«, concluyeron los investigadores.
Aunque para Campbell, esa conclusión tampoco está clara, e incluso para Gallup esta conexión es consistente con la teoría de la empatía (la capacidad de ponernos en el lugar del otro disminuye cuando envejecemos, según Journal of Nonverbal Behavior).
El propio Gallup sostiene que de ahí proviene el beneficio de los bostezos: “Son una forma primitiva de empatía. Y su contagio evolucionó para mejorar la vigilancia”. En cualquier caso, como con tantos otros temas, todavía seguimos discutiendo por las cosas más comunes.