La ONU lo festeja cada año con el objetivo de crear conciencia sobre la importancia del acceso a agua corriente y retretes
Cuando se dice que el 19 de noviembre el mundo se detiene para festejar el “Día Mundial del Inodoro”, la gente suele tomarlo como un chiste o algo poco serio a lo que no se le debe dar importancia. Eso mismo suele suceder con el saneamiento, algo que la gente da por sentado, pero cuya importancia para evitar la transmisión de enfermedades y garantizar la higiene.
Es por eso que se festeja el “Día Mundial del Inodoro”, con el objetivo de visibilizar la importancia que tienen las aguas de saneamiento en la vida cotidiana, a la vez que busca mostrar la situación de una gran parte de la población mundial que no tiene acceso a las mismas.
Por ejemplo, en Argentina 6 millones de personas no cuentan con baño en sus hogares, lo cual representa el 15% de la población. Además, más de 14 millones de personas no tienen acceso a ningún servicio público como agua corriente, gas de red y cloacas.
La ausencia de estos servicios genera que se transmitan enfermedades que podrían ser combatidas con facilidad si se contara con un sistema de saneamiento adecuado. Según un estudio, en el país se estiman 1 millón de casos anuales de diarrea aguda, la cual es una de las principales causas de mortalidad infantil, pero el 40% de los casos pueden ser prevenido con un simple lavado de manos.
El día fue establecido en el año 2001 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y desde entonces cada año se establece un lema con la cuestión que se debe combatir junto con la búsqueda de un acceso equitativo a las aguas de saneamiento y cloacas.
Este año, la misma se centra en el “Saneamiento sostenible y cambio climático”, al explicar que la situación ecológica mundial genera desastres ambientales que dejan sin acceso a inodoros y agua corriente a las comunidades más vulnerables.
Según estimaciones de la ONU, en todo el mundo hay unas 4.200 millones de personas que no acceden a algún tipo de servicio de saneamiento seguro, algo que esperan reducir drásticamente para 2030 como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.