Fue en el año 1950 cuando el matemático y criptógrafo Alan Turing -considerado uno de los padres de la informática- presentó un test llamado «el juego de la imitación» para analizar la capacidad de una máquina de exhibir un comportamiento inteligente
Una canción de Los Beatles, un retrato pintado por un algoritmo o el capítulo de un ensayo sobre arte son algunas tareas realizadas mediante inteligencia artificial, un campo que será cotidiano en nuestro futuro, del que queda mucho por recorrer y que ha generado situaciones insólitas como cuando supuestos votantes de Mauricio Macri se expresaron en redes con frases como «caricia significativa».
Fue en el año 1950 cuando el matemático y criptógrafo Alan Turing -considerado uno de los padres de la informática- presentó un test llamado «el juego de la imitación» para analizar la capacidad de una máquina de exhibir un comportamiento inteligente similar -o indistinguible- al de un ser humano.
En la actualidad, cada vez son más los programas de Inteligencia Artificial con la capacidad de componer, escribir y producir música como es el caso de «Daddy’s Car», una canción inspirada en la discografía de los Beatles, compuesta por la Inteligencia Artificial Flow Machines (de Sony).
Esta canción fue creada a partir de una letra previa y la influencia de 13.000 canciones incorporadas a su base de datos, que muchos encuentran de increíble familiaridad con cualquier melodía de los cuatro de Liverpool.
En octubre de 2018, Christie’s se convirtió en la primera casa de subastas en la historia en vender una obra de arte creada por un algoritmo: una pintura del colectivo francés de artistas Obvious, en la que no hubo intervención alguna de mano humana, y por la que se pagó medio millón de dólares.
Los artistas parisinos alimentaron a la IA con 15.000 retratos pintados entre el siglo XIV y el XX que sirvieron de base para generar la obra titulada «El retrato de Edmond Belamy». La firma, en la parte inferior del cuadro, es una fórmula matemática.
Otro programa para generar canciones es el software Jukebox de OpenAL (una empresa de inteligencia artificial en San Francisco), capaz de crear sus propias canciones tras haber escuchado toda la discografía de un determinado artista, y que ya lo ha demostrado con Elvis Presley, Pink Floyd, Frank Sinatra y Katy Perry.
«Las máquinas pueden llegar a ser mucho más creativas que un humano porque pueden ser desprovistas de toda experiencia y por lo tanto generar composiciones sin ningún tipo de influencia, algo difícil que haga un humano que siempre estará influido por sus propias vivencias», dice el informático español Jorge Calvo Zaragoza, quien enseñó a una máquina a leer partituras.
Si bien es unánime que la cuarta revolución en la historia de la humanidad, y el cambio profundo en la sociedad, llega de la mano de la inteligencia artificial, es justamente en este punto donde se bifurcan las opiniones con respecto a la posible «creatividad» de una computadora.
«El arte creado por Inteligencia Artificial no ha sido muy convincente hasta ahora. Imita estilos y géneros, pero no crea nada propio, nada nuevo y, sobre todo, no puede crear arte que sea capaz de cuestionar nada», había dicho a Télam la alemana Jeannette Neustadt, curadora del Goethe-Institut cuando presentó el ciclo online «Lecciones de sofá» (Couch Lessons), dedicado a debatir el potencial, los desafíos y los riesgos asociados a la Inteligencia Artificial (IA).
«La luz solar se perdió en la ventana de cristal» se titula el primer libro de poemas de la historia escrito por un sistema de inteligencia artificial, mediante el programa Microsoft Little Ice.
Existen sistemas de IA como Verse by Verse, creado por Google en 2020, que funcionan como «una musa experimental impulsada por la inteligencia artificial que te ayuda a componer poesía inspirada en clásicos estadounidenses», según el gigante tecnológico.
Los usuarios pueden elegir hasta tres poetas clásicos como inspiración (entre ellos Edgar Allan Poe, Phillis Wheatley, Walt Whitman y Emily Dickinson) y luego seleccionar una forma, esquema de rima y recuento de sílabas para su creación.
Pero no todo el trabajo es hecho por la máquina: la persona tiene que alimentar la creatividad de la IA con una línea de apertura de su propia creación. El estadounidense Robin Sloan sorprendió al mundo cuando en el año 2012 presentó una novela «Mr. Penumbra’s 24-Hour Bookstore», escrita con la colaboración de un software creado por él mismo, que lo ayudaba a completar las oraciones, aunque no se clasifique estrictamente como IA.
Donde él escribía por ejemplo: «Los bisontes se reúnen en torno al desfiladero…» la computadora analizaba las oraciones para sugerir terminaciones como «bajo el cielo despejado».
En Argentina, una inteligencia artificial fue co-autora en un ensayo de arte visuales bautizado «Será del arte el futuro», dedicado a desgranar el vínculo entre arte, ciencia y tecnología, un experimento inédito en lengua española.
El creador de este ente virtual, el mendocino Esteban Tablón, explicó que la consigna era que una IA pudiera producir un texto que por su tema y estilo pudiera pasar por uno de la autora, Mercedes Ezquiaga.
«Lucía Funes, la maga memoriosa», en homenaje a Borges y a Cortázar, fue el nombre elegido para denominar a la máquina que escribió un capítulo en el libro, entrenada para referirse a la temática del arte, aplicando técnicas de redes semánticas y procesamiento de lenguaje natural.
La científica estadounidense Janelle Shane posee uno de los blogs más divertidos ligados a la Inteligencia Artificial (AI Weirdness) en el que se dedica a compartir las extrañas, y a veces inquietantes travesuras de los algoritmos cuando se equivocan.
La autora del libro «You Look Like A Thing And I Love You» (Te ves como una cosa y te amo) relata fallidos experimentos como programas de computadora, desde colores de pintura hasta nombres de gatos, incluidos los «terribles» brownies de rabanito, según sus palabras.
En Argentina, durante agosto de 2019 Twitter estalló de memes cuando el gobierno de Mauricio Macri instó a sus votantes a enviar mensajes de apoyo a través de las redes, a poco de las elecciones, y enseguida se viralizaron frases insólitas como «¡Satisface a Mauricio!», «caricia significativa», demostrando que los bots -polémica mediante- no habían sido lo suficientemente entrenados.
La gran pregunta parece ser con qué valores los seres humanos vamos a programar a las máquinas, entidades que no tienen sentimientos, conciencia, recuerdos o moral, ya que son solo un cálculo matemático.
Así lo explicaba la experta alemana Jeannette Neustadt: «La inteligencia artificial está todavía en su infancia. Pero dará forma a nuestra sociedad, para bien o para mal. Depende de todos nosotros dirigirla en una dirección que sirva a la humanidad, y no a la inversa».
Coincide con ella el austríaco Gerfried Stocker, artista, ingeniero y director del festival de arte y tecnología Ars Electronica, convencido del potencial del arte y de los artistas para observar, analizar y aportar una mirada crítica al impacto digital en nuestras vidas.
«Tenemos que salir de la zona de confort. Ya no podemos caer en la idea errónea de que no tenemos que asumir la responsabilidad de lo que estamos comenzando. Y ya no se tratará solo de programas más inteligentes y rápidos, sino de cómo crear conciencia sobre los sistemas digitales».