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Crisis trasandina

Piñera, acorralado, pidió «perdón» y anunció medidas de «cambio social»


 

Chile vivió una quinta jornada consecutiva de caos, con largas batallas campales entre fuerzas de seguridad y manifestantes, saqueos contra comercios y multitudinarias demostraciones de protesta, que forzaron al presidente Sebastián Piñera a pedir «perdón» y anunciar una agenda de «cambio social» para frenar un estallido social que dejó 15 muertos, cientos de heridos y más de un millar de detenidos.

El panorama de violencia y represión volvió a instalarse en zonas céntricas de Santiago y otras ciudades del interior del país, como Concepción y Valparaíso, en medio de un estado de militarización de los espacios públicos que no se veía desde la época de la dictadura de Augusto Pinochet.

Mientras las calles de la capital chilena eran dominadas por los disturbios, Piñera recibía en la sede del gobierno a líderes de los partidos políticos de la alianza gobernante y de la oposición, para analizar medidas destinadas a conformar a los manifestantes, que exigen mejoras en los servicios de salud, educación y distribución de los ingresos.

El jefe del Estado escuchó pedidos para que los militares sean retirados de las calles y se ponga fin al estado de excepción declarado en medio del estallido social, según lo admitió esta noche en un mensaje al país, pero afirmó que por ahora no lo hará.

En cambio, anunció un conjunto de mejores remunerativas y tarifarias como parte de una “agenda social de unidad nacional” con la que procura desactivar las protestas.

Piñera anunció la creación de un salario mínimo equivalente a 481 dólares mensuales, aumentos de 20% para los haberes previsionales, la anulación de un reciente incremento de 9,2% en las tarifas de electricidad y el alza de los impuestos a quienes ganen más de 11.000 dólares por mes, entre otras medidas.

“Reconozco esta falta de visión y les pido perdón a mis compatriotas”, dijo el mandatario en su discurso, en el que subrayó su preocupación por el restablecimiento del orden y el “regreso a la normalidad”.

Varias organizaciones de izquierda o centroizquierda prefirieron no acudir al encuentro convocado por el presidente, quien en otro discurso, ayer lunes, se había declarado a favor de bajar los precios de los medicamentos y poner en marcha medidas para mejorar los sistemas de salud y educación.

En tanto, una esquina céntrica de Santiago fue hoy el verdadero campo de batalla en el que manifestantes y fuerzas de seguridad se enfrentaron durante más de dos horas.

Los disturbios estallaron en uno de los extremos de la emblemática Plaza Italia, escenario de históricas movilizaciones en Santiago, donde miles de personas se concentraron para expresar su protesta.

Aunque el grueso de los manifestantes se mantuvo en una postura pacífica, en un momento se vio a grupos de personas corriendo para escapar de las nubes de humo generadas por las granadas de gas lacrimógeno que lanzaron los agentes de las fuerzas de seguridad, quienes actuaron protegidos detrás de varias tanquetas blindadas.

Grupos de manifestantes desafiaron el uso de la fuerza y enfrentaron a los carabineros con piedras o sencillamente parados con los brazos en alto frente a las tanquetas, que por momentos quedaron cercadas entre dos grupos de manifestantes.

Según el último balance oficial, durante los cinco días que lleva el estallido social murieron 15 personas, 11 en incendios declarados en medio de actos vandálicos o saqueos y los cuatro restantes por la represión de las fuerzas armadas o de seguridad.

Tres de los muertos por la represión fueron alcanzados por balas disparadas por agentes de seguridad y otro atropellado por un camión de la Armada en Talcahuano, ciudad vecina a Concepción, a unos 500 kilómetros al sur de la capital, informó la agencia EFE.

Los disturbios dejaron también un balance de cientos de heridos (al menos 88 de bala) y 2.643 detenidos.

La ola de violencia llevó al gobierno a decretar primero el estado de excepción en todo el país y luego el toque de queda en varias ciudades, en un contexto en el que Piñera llegó a decir que Chile estaba «en guerra con un enemigo poderoso e implacable» cuya procedencia y objetivos no identificó.