Antes de recibir el premio en la Embajada de Francia, Cahn habló sobre los orígenes de esa enfermedad, las rupturas y las continuidades y los puntos en común con la aparición del coronavirus
Por Natalia Concina – Télam
El infectólogo Pedro Cahn, quien recibirá este viernes el premio «Legión de Honor» de Francia por su histórico trabajo en atención e investigación del VIH, señaló que a pesar de que la enfermedad pasó de mortal a crónica gracias a los tratamientos médicos todavía «hay millones de personas en el mundo que siguen en 1981» porque no tienen acceso al diagnóstico ni a las terapias y «mueren igual que como cuando aparecieron los primeros casos».
El 2 de octubre de 1985 la muerte del actor Rock Hudson a causa del sida conmocionó al mundo y los medios nacionales se dirigieron a la puerta del hospital Fernández para hablar con el médico que trataba a los primeros casos en el país: era Pedro Cahn, quien atendía pacientes con VIH desde 1982.
«Al día siguiente teníamos 150 personas que se querían atender. Entonces fui hasta el kiosco, compré un talonario de números y los repartimos y así nació la primera tanda grande de consultas», recordó años atrás este médico que no estaba -ni está- dispuesto a quedarse lamentando los problemas.
Antes de recibir el premio en la Embajada de Francia Cahn dialogó con Télam sobre los orígenes de esa enfermedad, las rupturas y las continuidades y los puntos en común con la aparición del coronavirus.
Télam: Fue declarado Ciudadano Ilustre en la Ciudad de Buenos Aires, recibió el «Domingo Faustino Sarmiento» del Senado de la Nación, el Maestro de la Medicina de la Universidad de Córdoba y es Doctor Honoris Causa de la Universidad de Bahía Blanca, entre otros reconocimientos. ¿Cuál es el más importante que recibió en su vida?
Pedro Cahn: El reconocimiento más importante que recibí a lo largo de mi vida es, sin duda, el cariño de los pacientes. Entiendo que los premios que recibí son importantes, no se rifan ni se los dan a cualquiera, pero todos ellos son premios a la cabeza visible de un equipo. Si yo puedo emerger es por quienes fueron mis compañeros de trabajo en el hospital Fernández primero y en la Fundación Huésped después.
T: Con el diario del lunes, como diría usted: ¿Qué cosas volvería a hacer igual?
P.C.: Una de las maneras en la que me gusta dividir a las personas y las instituciones es entre quiénes forman parte del problema y quiénes forman parte de la solución. Yo siempre traté de ser parte de la solución. Esto implica derribar barreras y no resignarse. Otra cosa que repetiría es la curiosidad, que es indispensable para ser investigador. Hay que hacerse muchas preguntas, a sabiendas de que algunas van a quedar sin respuesta, pero no hay que dejar de formularlas.
No me arrepiento de haber formado equipos de trabajo. Mirando hacia atrás fui quien introdujo la idea de que tenía que haber servicios de infectología en los hospitales generales. Cuando nosotros comenzamos con el servicio en el Fernández estaba el hospital Muñiz que atendía enfermedades infecciosas y había un servicio de infectología en los hospitales pediátricos, pero en los de adultos no había; hoy tenemos infectólogos en todos los hospitales municipales.
También volvería a crear Huésped, que surgió de haber visto que había un montón de gente que quería ayudar con su tiempo, con su trabajo y con recursos en la lucha contra el sida y yo pensé que había que organizarlo de alguna manera y armamos la Fundación.
T: ¿Y hay algo que haría diferente?
P.C.: Una de las cosas de las que sí me arrepiento es que cuando mis hijos eran chicos estaba tan concentrado en el trabajo que quizás no les dediqué todo el tiempo que tendría que haberles dedicado, y ese es un tiempo que no se recupera.
T: ¿Qué cosas se lograron en VIH que eran impensables cuando arrancó la enfermedad?
P.C.: Lo más importante es que pasó de ser una enfermedad mortal a una patología crónica con la que se puede convivir como la hipertensión o la diabetes. Si mañana traés a tu mamá con hipertensión le diremos que coma sin sal, quizás le demos medicación y se le normalizará la presión pero ella seguirá siendo hipertensa. Con el VIH hoy sucede lo mismo, nosotros logramos controlar la replicación viral con la medicación, pero no logramos erradicar el virus por ahora; no digo que no vaya a ocurrir, pero por ahora no está.
Cuando comenzamos a tratar a pacientes con VIH llegaban al hospital con la enfermedad muy avanzada y se morían en poco tiempo; con la posibilidad de diagnosticar con el test de Elisa los pacientes llegaban sanos y uno iba viendo el deterioro, conocías a las familias y se te escurría entre los dedos, esa época fue muy dolorosa.
Hasta que aparece la terapia combinada en 1996 y cambia la historia; al principio muy complicada con 10, 12, 15 y hasta 24 comprimidos por día, con muchos efectos adversos. Hoy tenemos tratamientos perfectamente tolerables de una pastilla, a lo sumo dos, y que permiten tener una vida normal.
T: ¿Qué persiste desde entonces?
P.C.: Para empezar, todavía hay millones de personas que no acceden al tratamiento en el mundo. En Argentina se estima que el 17% de la población que vive con VIH lo desconoce y, por lo tanto, no está medicada y al mismo tiempo son eslabones involuntarios en la cadena de transmisión de la enfermedad. Hay países en África, por ejemplo, donde es muy difícil testearse y ni que hablar acceder al tratamiento. Entonces tenemos mucha población para la que 2022 no existe, siguen en 1981 que es cuando se describieron los primeros casos y se siguen muriendo de la misma manera. Es una expresión más de la desigualdad, que es el combustible sobre el cual se arman los incendios de las epidemias.
T: Cuando comenzó el coronavirus, ¿encontró puntos en común con el surgimiento de los primeros casos de VIH?
P.C.: Muchos. Primero que ambos aparecieron de sorpresa. Lo segundo: el desarrollo de teorías conspirativas. Cuando apareció el VIH se decía que lo había creado la CIA para disciplinar a los chicos que tenían sexo con otros chicos, después que había sido la KGB para matar a los jóvenes norteamericanos. Con el coronavirus se planteó la teoría del 5G, que había sido creado en el laboratorio por los chinos.
También está en común el estigma y la discriminación, que en el VIH siguen estando presentes. Todavía hay países que penan la homosexualidad con cárcel. En el caso del coronavirus, por ejemplo, se pasó del aplauso a los médicos a los carteles en edificios donde se les pedía a los trabajadores de la salud que no usaran el ascensor.
Las pandemias, tanto la de VIH como la de Covid u otras, no mejoran ni empeoran a la gente, sino que lo que hacen es exacerbar las características que tenían antes. Las personas solidarias se han vuelto mucho más solidarias durante la pandemia, el que era miserable se volvió más miserable; y el que intentaba utilizar políticamente cualquier situación encontró la excusa perfecta.
En este sentido, creo que una de las peores cosas que nos pasó en la pandemia fue meter a la Covid-19 en la grieta, eso nos hizo muchísimo daño.