La influencer, que además es socióloga, tiene miles de seguidores en las redes sociales y acaba de presentar su sexto libro de cocina
Con un histrionismo que arrancó como pasatiempo y hoy la coloca al frente de un fenómeno comunicacional que incluye miles de seguidores en las redes sociales, una oferta de productos o cursos y la aparición del libro «Meal Prep», Paulina Cocina trazó una cartografía novedosa para los ciclos dedicados a la gastronomía pero también para los youtubers o influencers, figuras hoy en expansión pero casi desconocidas cuando hace más de diez años presentó sus primeros videos, donde ya asomaba esa visceralidad filosa que aman sus seguidores y critican sus detractores.
El paradigma del comunicador irreverente que se anima a dar sus impresiones sin rodeos ha dado lugar a liderazgos inesperados, así como el del divulgador espontáneo que se dedica a difundir una disciplina aun cuando su saber no está validado por una formación académica. En esa intersección se ubica Paulina Cocina, la inflluencer que protagoniza hoy uno de los fenómenos más resonantes de los últimos años a partir de un espacio que conquistó con empeño, desparpajo, intuición y muchas, muchas, horas de trabajo.
El seudónimo que delimita las fronteras entre la identidad pública y la privada de esta socióloga nacida en Quilmes como Carolina Puga, es hoy una marca consolidada que alterna la generación de contenidos para las distintas redes con la expansión en nuevos segmentos de negocio, como los cursos online, la venta de remeras o delantales y la publicación de libros como «Meal Prep», que acaba de lanzar el sello Planeta: es el sexto de una saga que busca transmitir el placer de la cocina amateur, porque a Paulina le gusta enseñar a preparar platos gustosos, pero también a organizarse para que un mismo ingrediente base -como las lentejas o el pollo- dé lugar a una constelación de preparaciones diferentes.
Con más de tres millones de suscriptores en YouTube, 2,4 millones de seguidores en Instagram, casi dos millones en Facebook, unos 900 mil en TikTok y unos 150 mil en Twitter, el gran desafío de la cocinera es hasta dónde tensar los rasgos que arcillaron su popularidad: el humor, el desparpajo y la convicción de que la cocina puede ser una experiencia divertida lejos de la solemnidad, embadurnada de sofisticación, que recrean muchos ciclos de televisión. Esa misma audacia que hace unos años la llevó a bautizar una receta alusiva al festejo de San Valentín como «El menú definitivo para garchar como locos».
Paulina surfea de a ratos entre el impulso de expedirse sobre algún tema extra gastronómico -como que cuando fijó posición a favor de la legalización del aborto y recibió como respuesta un éxodo transitorio de seguidores- y la cautela cuando se le pide opinión sobre alguna cuestión. «Por favor, dejen de buscar la opinión de quienes, como yo, no sabemos nada de cómo se controla una pandemia. Te diga lo que te diga, es una opinión no calificada», le respondió hace poco a una usuaria que la consultó sobre la suspensión de clases en el marco del contexto sanitario.
No siempre reina la mesura en la vida de quien se dedica «entre 12 y 13 horas diarias» a producir contenido para un público heterogéneo. Y a veces la reacción espontánea se puede convertir en material inflamable, como ocurrió en los últimos días cuando una seguidora le pidió consejo para saber cómo proceder con una relación personal y Paulina la increpó al grito de «¿Quién carajos te creés que sos?» y otros calificativos que desaprobaron algunos de los seguidores de sus cuentas.
«Me está pasando que no tengo ganas de ser buena onda. No lo intento. Pocas palabras, con la cara que tenga que ser, como pocas pulgas. Se siente muy bien. No estoy maltratando a nadie simplemente estoy siendo por demás directa. Yo soy directa en general y hago un esfuerzo por mantener las formas», había dicho antes de convertirse en trendig topic por su respuesta enérgica a la mujer.
—Tenés muchas devoluciones afectuosas pero te has confrontando también al lado más cruel de la popularidad: gente que te critica por el costo de tus cursos o que rechaza tus posicionamientos a favor del aborto. ¿Sos impulsiva o lográs elegir cuándo posicionarte frente a un tema que excede los temas ligados a la cocina?
—Voy aprendiendo en el camino. Me gustaría hablar de muchas más cosas de las que hablo pero me contengo bastante. Aprendí que mi opinión no siempre es interesante en todos los asuntos. Que a veces tiene sentido que la diga y a veces no, así como también aprendí a elegir qué y cuándo. A veces se me escapa: digo algo que después pienso ‘para qué dije esto’ pero bueno, cada vez menos. No está bueno contenerse de decir cosas que uno quiere decir pero a su vez tampoco está bueno lo que se genera: la gente es muy literal en internet y se malinterpreta las cosas a veces. Es muy loco que se nos exija binarismo.
—Hace un tiempo, Narda Lepes salió en tu defensa diciendo «Paulina es pueblo». Me llamó la atención esa asociación con la idea de «pueblo». ¿Qué te generó ver que alguien que representa una idea más «gourmet» de la cocina haya salido a respaldarte?
—Narda es una grosa y yo no creo que represente a la cocina mega-gourmet, para nada. Me parece que la hemos visto cocinar cosas sencillas y superaplicables. Y no siento tampoco que yo represente a una mayoría que no tiene una relación con la cocina pero que reivindica la posibilidad de disfrutar esa actividad. Por supuesto que no represento a los que tienen un relación profesional con la cocina pero tampoco siento que esté revindicando la posibilidad de disfrutar de esa actividad. Cocinamos, punto. No es tan complejo.
—Tus contenidos abarcan todas las redes, desde YouTube hasta Instagram y Tik Tok ¿Te costó por ejemplo asimilar la «narrativa» de Tik Tok que al ser usada por muchos chicos y jóvenes tiene condiciones de funcionamiento singulares?
—Tik Tok es una de mis redes favoritas, de hecho después de YouTube es la que más me gusta. Quiebra la línea entre el productor del contenido y el espectador. Me costó al inicio y de hecho sabía que me tenía que meter pero un día me enganché y me gusta y me divierte. Igual es una red en la que produzco contenido con menos responsabilidad. Lo hago solo cuando tengo ganas pero me costó al inicio. Por eso para mí es fundamental engancharme como espectadora. Si te enganchás como espectador, lo otro te sale solo.
—A veces se destaca tu pasaje de la sociología a la cocina como si fueran mundos antagónicos. Es cierto que te alejaste de las formas más tradicionales de trabajar desde la sociología pero la cocina condensa tradiciones y comportamientos que pueden ofrecer a cualquier sociólogo un campo bien interesante ¿En algún punto sentís este trabajo como una oportunidad para recrear esa primera vocación de socióloga?
—Cocina y sociología en realidad no tienen nada que ver. Cocinar es una cosa y hacer ciencias sociales es otra. No me parece que tengan que ver y no creo tampoco que mi trabajo actual tenga algo que ver con la sociología. A veces desde afuera de las ciencias sociales se cree que la sociología es como un pensar un poco y decir cosas pero la sociología es una ciencia que tiene un método que si yo quisiera pensar a la cocina como socióloga tendría que ponerme a leer y a investigar qué dijeron otros, intentar hacer hipótesis o ensayos y hacer algún estudio de campo. La sociología no es hablar de un tema de forma interesante. Por eso de la cocina como socióloga no puedo hablar porque realmente no estudio el tema. Hacía sociología y cocinaba en mi casa. Ahora cocino y sé algunas cosas de sociología, pero no las aplico, más que para leer una estadística o cosas así.
—Los youtubers no pueden escapar muchas veces a las lógicas fugaces de las redes que instalan fenómenos que al cabo de un tiempo declinan su popularidad ¿Se te ocurrió que acaso la cocina tenga un techo y que necesites en algún momento redireccionar tu perfil? ¿Optarías por una propuesta más ligada a la actuación o stand up?
—Si tuviera que cambiar cambiaría, pero ni al stand up ni a la actuación. No sé adónde. Por el momento estoy contenta acá.