El cantante de la célebre banda de rock cumple años este jueves 20 de enero y repasamos su carrera artística
«Yo soy la voz de Kiss, pero Gene es la cara», sentenció Paul Stanley, el cantante principal y guitarrista de la legendaria banda estadounidense en el definitivo documental «Kisstory», aunque, más allá de este instalado reduccionismo, este artista que este jueves 20 de enero cumple 70 años es sin dudas el gran «frontman» del grupo a lo largo de sus más de 50 años de vida y quien, además, puso el cuerpo en los momentos en que el barco parecía irse a pique.
Es que, si bien su gran socio, compañero y hermano de la vida Gene Simmons, bajo el disfraz de «El Demonio», es quien se erige como el CEO indiscutible de Kiss y su imagen se destaca en todo el merchandising de la banda, además de haber sido en su momento el blanco de la «satanización» del grupo por parte de distintos sectores, fue el cantante con la estrella dibujada en su ojo quien se cargó al hombro todo el trabajo cuando, en los ´80, se abandonó el maquillaje y, con él, la magia de los primeros años.
Pero como el propio Stanley lo manifestó en diversas oportunidades, no fue fácil su camino hasta convertirse en la figura adorada por fans, que destila sex appeal y ensaya poses de divo, debido a una dura infancia en la que una malformación de nacimiento y su origen judío fueron motivadores del bullying de chicos e, incluso, de maestros.
Nacido y criado en Queens, en Nueva York, bajo el nombre de Stanley Bert Eisen, el futuro «Chico Estrella» soportó de chico burlas de todo tipo por su microtia, una enfermedad congénita por la cual en lugar de oreja derecha tenía solo un muñón, además de una sordera en ese oído que lo volvió retraído.
No solo los chicos se burlaban de esa condición, sino que algunos maestros y personas mayores también solían hacer comentarios sobre su aspecto, según narró el propio artista en muchas oportunidades.
Pero su destino comenzó a tomar otro rumbo cuando, como les pasó a millones de chicos y adolescentes, quedó fascinado por la famosa presentación televisiva de Los Beatles en «El show de Ed Sullivan», en febrero de 1964, que marcó el inicio del furor de la banda británica en Estados Unidos.
«Tuve una epifanía. Sentí que yo también podía hacer eso», contó en «Kisstory» el músico que, desde ese día, comenzó a relacionarse con la música, aprendió a tocar la guitarra, a escribir sus primeras canciones y, de esa manera, a forjar un carácter basado en la autoconfianza.
Tras participar en algunas bandas amateurs, pasó a formar parte de «Wicked Lester», un grupo con aspiraciones más profesionales en donde obtuvo su primer contrato de grabación y además conoció a su futuro compañero, Gene Simmons.
Aunque no fue precisamente «amor a primera vista», ambos músicos compartían un pasado marcado por el bullying y las ansias de autosuperación, además de visiones artísticas similares. Juntos, se liberaron del fallido grupo en el que coincidieron y se propusieron crear una nueva banda que pensara todo a lo grande. Al poco tiempo se sumarían el guitarrista Ace Frehley y el baterista Peter Criss para darle forma definitiva a «Kiss».
Los golpes de efecto planeados por Kiss incluían la utilización de maquillaje que diera vida a cuatro alter-egos, casi con estatus de superhéroes, de acuerdo a la personalidad de cada uno. Acaso como revancha por su triste pasado, Paul Stanley eligió ser el «Chico Estrella», un rockstar lleno de confianza en sí mismo que vendía sensualidad. Y como efecto residual de sus traumas, habiendo convivido de nacimiento con un cuerpo asimétrico, optó por pintarse dicha estrella en un solo ojo.
Los `70 fueron años de enormes éxitos para Kiss y, en medio de festivos rocanroles y pirotécnicos shows, mientras Gene Simmons vendía terror y espectacularidad, el cantante cultivaba la imagen de sex simbol arriba del escenario; pero en la siguiente década, con el mismo vértigo con el que había conquistado el mundo, la banda descendió a los infiernos, con la partida de Frehley y Criss, y la pérdida total de popularidad y prestigio.
La idea para recuperar terreno fue la contraria a la aplicada en los inicios: los maquillajes desaparecieron y los integrantes de Kiss comenzaron a ser reconocidos, ya no como superhéroes cuyas verdaderas identidades se mantenían ocultas, si no como músicos comunes y corrientes.
Totalmente perdido sin su disfraz, Gene Simmons perdió protagonismo e incluso interés en el grupo y, en paralelo, intentó una carrera en Hollywood. Fue en ese momento en el que el cantante tomó las riendas y, en medio de la oleada del glam metal -o hair metal, como despectivamente la llamaron algunos críticos- a la que intentó subirse la banda, fue la cara de Kiss; pues con o sin maquillaje, su personaje era el único que podía seguir vigente en el nuevo contexto.
Fue en esa década también que Paul Stanley enfrentó su pasado y se sometió a una cirugía de reconstrucción de su oreja; tal vez el último escalón que necesitaba para sentir que definitivamente era el rockstar lleno de confianza que vendía sobre el escenario.
Un recordado Unplugged para MTV que volvió a reunir a Stanley y Simmons con sus viejos compañeros, y el consiguiente regreso a los maquillajes le devolvieron a Kiss el brillo perdido los años anteriores.
Desde entonces, hubo de nuevo una separación de sus viejos compañeros, idas y vueltas, pero ya con la certeza de que el tándem Stanley-Simmons era indestructible.
Y aunque en algún disco solista con su banda acompañante Soul Station, el cantante despuntó su gusto por el soul, nunca perdió de vista que el rock espectacular de Kiss era su lugar en el mundo. No podría ser de otra manera si fue ahí en donde su destino cambió para siempre.
Con 70 años y más de 50 al frente del popular grupo, Paul Stanley es considerado una de las grandes voces de la historia del rock y uno de los frontman más carismáticos que pisó un escenario. Sin dudas, es la voz de Kiss, y aunque él mismo diga otra cosa, con todas las cartas sobre la mesa, se puede afirmar que también es la cara.