La historia de Victoria y Raúl conmovió a todo Paraná y ha comenzado a expandirse. Se trata de una joven de 21 años estudiante de abogacía y un hombre que vivía en la calle. Sus caminos se cruzaron hace unos dos años y las vidas de los dos cambiaron para siempre.
Por aquel entonces, Victoria hacía terapia. «Trabajaba en cómo conectarme con el otro porque para mí lo más importante eran los perros y los animales indefensos», explicó ella a Entremediosweb. Entonces, su psicóloga le dijo que intentara acercarse a un desconocido y ayudarlo de alguna manera, «sin sentir lástima», claro.
En ese momento, ella recordó a Raúl. Un hombre al que veía muchas veces, él dormía en la calle, a sólo una cuadra de su casa. Acompañada por su mamá, Victoria se animó a acercarse hasta él, en el medio del centro paranaense, le preguntó cómo se llamaba y si estaba bien. Así se enteró su nombre, uno de las pocas cosas que dijo en esos primeros encuentros.
Victoria y su mamá comenzaron a llevarle comida, ropa, abrigo y cosas para tomar, poco a poco se fue convirtiendo en un hábito, para los tres. Pero cada vez que intentaban conocer un poco más de su historia familiar, Raúl se cerraba y se quedaba en silencio.
Con el tiempo la confianza fue creciendo, y pudieron enterarse algunas cosas de su vida pasada. Raúl nació en Salta, se fue de su casa con 18 o 20 años. Vivió un tiempo en San Luis y luego trabajó en la construcción en Buenos Aires. Hace más de 20 años, llegó a Paraná. Durante un buen tiempo vivió en el ferrocarril adentro de un auto abandonado, hasta que los vecinos le quemaron sus pertenencias y se fue a dormir a la zona centro.
A fines del año pasado, el 3 de noviembre, Raúl recibió una golpiza salvaje. Lo torturaron y lo amordazaron. La noticia recorrió los portales locales, pero Victoria se enteró por unas amigas que sabían que ella lo ayudaba. Entonces empezó a buscarlo en hospitales, sin suerte. Lo encontró en la calle, en calle Uruguay (una de las importantes de la ciudad), muy lastimado y dolorido. Lo llevó al hospital, le hicieron algunas placas, le dieron ibuprofeno y lo mandaron a su casa, la calle.
Victoria se encargó de pedir ayuda a la Defensoría del pueblo y lograron que lo internen en el Hospital Escuela de Salud Mental. Cuando pudo salir, empezó a ir a la casa de su amiga a bañarse y algunas veces a comer con ellas. Llegaron a un punto de la relación en la que lo invitaron a pasar la Navidad allí.
Luego de la golpiza, una joven en San Antonio de los Cobres en Salta, Ayelén, escuchó la historia de Raúl y Victoria por la radio y sintió un apellido que ella conocía: Casimiro. A 1255 kilómetros de Paraná, Ayelén se dio cuenta de que ese hombre era su tío.
La familia de Raúl consiguió, después de varios intentos, contactarse con Victoria y le contaron quiénes era. Le explicaron que su papá vive, con 93 años y enfermo; que su madre murió hace 23 años de un cáncer de hígado; que cuatro de sus seis hermanos están vivos; que tiene sobrinos y que ya no está solo.
Ellos creían que él estaba en San Luis, y que no volvía porque no quería. No tenían idea de que él estaba en la calle. Después de este contacto, uno de sus sobrinos, que lo había visto por última vez cuando tenía unos 12 años viajó a Paraná a buscarlo. Todo con el consentimiento de Raúl, claro.
El viernes, Raúl emprendió viaje a Salta, con su sobrino. Pero se despidió de Victoria, que lo acompañó hasta el último momento. «Cuando lo despedí me abrazó fuerte y me decía: ‘bueno no llores’. Siempre fue amoroso y respetuoso con nosotras, siempre pensando en los demás, a pesar de su situación, lo que él tenía lo compartía», relató ella.
Y finalizó: «Jamás me imaginé que iba a ser tan importante en mi vida. Fue increíble, él me ayudó a abrir una parte en mí que no conocía».