Por Gustavo Marangoni y Fabio Rodríguez, directores de la Consultora MR
La suba de precios en abril vuelve a pegarle a los salarios.
La sucesión de políticas e instrumentos para atacar un proceso inflacionario muy prolongado y elevado como el de la Argentina requiere de tiempo, coordinación y persistencia en el rumbo elegido.
No sirve domar al dólar como estrategia para la inflación, cuando se hace de manera aislada y descoordinada de otros frentes de la política macroeconómica.
Si un trimestre apelamos a moderar los motores que impulsa la inflación desde lo macro (algo que es correcto y parecía ser el camino elegido por Guzmán), atacando el déficit, el gasto, moderando la emisión, el tipo de cambio, los salarios, tarifas, y el siguiente trimestre pasamos a control de precios, tarifas, restricciones al comercio exterior, estamos dando una vuelta en el aire que sólo logra debilitar la credibilidad de quien tienen que coordinar el esquema, se desanclan cada vez más las expectativas y se retroalimenta el problema.
La inflación del INDEC de abril es un duro dato. A pesar de lo que se esperaba desde el oficialismo, los precios avanzaron un 4,1% durante el mes, algo que frustró la expectativa ministerial de perforar el piso del 4% mensual y dar una señal de desaceleración.
Con abril cerrado, la inflación siguió trepando y llegó hasta un 46,4% en términos interanuales, acumulando una suba del 17,6% en el primer cuatrimestre (la mayor desde 2006), al compararla con diciembre pasado.
Además, durante los últimos siete meses, el promedio mensual alcanzó el 3,9%, algo que al anualizarse se ubica muy cerca del 60%, si se extendiera para el resto del año.
Entre los factores que desafían el gobierno, que todavía no logra torcerle el brazo a la inflación, se encuentra la fuerte inercia inflacionaria, que ya está fuertemente arraigada en la sociedad hace varios años.
A ello se le suma el fuerte aumento de los commodities durante los últimos meses, con la soja llegando a los US$ 600, el trigo y maíz también subiendo fuerte y metiendo presiones por inflación de costos, principalmente en lo que respecta a la cadena alimenticia.
Además, todavía se pueden ver los efectos de los altos niveles de emisión monetaria (junto con menor demanda de dinero) a los que se tuvo que recurrir durante 2020 (se sigue emitiendo en 2021, aunque en menor medida) en el comportamiento de los precios «libres», ya que la inflación núcleo corre al 50% interanual durante abril (y es cercana al 70% anualizando los últimos meses).
También se destaca algo de puja distributiva, que tradicionalmente juega su rol, al igual que la inercia inflacionaria.
En un contexto donde el Gobierno no puede lograr que la inflación perfore el piso del 4% mensual, la puja por el crecimiento de los salarios se ubica en el centro de la escena.
Lograr que los salarios reales crezcan o al menos le empaten a la inflación durante este 2021 electoral y post pandémico es uno de los principales objetivos que se impone el ejecutivo de cara a las legislativas.
El punto de partida para la carrera salarial del año ubica a los ingresos reales prácticamente en el fondo del pozo, ya que vienen perdiendo sistemáticamente contra la inflación desde el 2016, a excepción del 2017 con atraso cambiario, toma de deuda e incentivos al consumo. .
Si pensamos que el primer cuatrimestre del año fue lo más duro en materia inflacionaria para 2021, se podría pensar que los salarios al menos podrían empatarle al índice de precios en lo que resta del año, sobre todo a partir de las políticas de ingresos y de contención de precios que se encuentra aplicando el Gobierno, para llegar a las elecciones.
En este contexto, luego de un buen primer trimestre influenciado por paritarias, los salarios podrían seguir de cerca al IPC.