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Padre Belay: “La droga cambió la geografía y las relaciones en los barrios”


 

La desintegración familiar, la falta de educación, el desempleo, el contacto diario con el delito en la casa o en el barrio y acceso fácil a drogas inundaron las barriadas de todo el país, impulsados por un crecimiento exponencial de la pobreza a causa de políticas económicas que arrastraron a millones a la marginalidad.

El análisis se constata con las estadísticas difundidas este lunes por el Indec: más del 35 por ciento de los argentinos vive en la pobreza y sobre 9.500.000 chicos de menos de 14 años, 5 millones viven en hogares pobres. De acuerdo con la estadística oficial, uno de cada 2, o 5 de cada 10 chicos, no tienen cubiertas las necesidades básicas. Y Rosario no es la excepción.

“En la ciudad hubo un gran aumento de la demanda de bolsones y todo empeoró. Se cortaron las changas, no hay trabajo. Hoy muchos son excluidos y caen en el consumo de sustancias. La droga cambió la geografía de los barrios y el modo de relacionarse. Y el Estado nunca asumió la batalla real contra el narcotráfico, se dio por derrotado antes de tiempo”.

Así lo afirmó en diálogo con CLG el cura Fabián Belay, responsable de la Pastoral de Drogadependencia, que sostiene desde 2013 el Hogar del Padre Misericordioso, en Zeballos 668, para personas sin recursos económicos y chicos adictos en situación de calle.

El espacio cuenta con profesionales y voluntarios, un plantel de psicólogos, asistentes sociales y psiquiatras que brindan acompañamiento a aquellos que están atravesados por el consumo y sus familias. “Realizamos un trabajo de recuperación para aquellos que quieren salir adelante. Contamos con centros de internación permanentes y ambulatorios, capacitaciones en oficios, escuelas y ofertas deportivas y recreativas, entre otras”, explicó Belay.

Al día de hoy existen “Centros de Vida” destinos a personas entre 15 y 40 años; y “Centros de Niñez”, para chicos de 5 a 14, ubicados en los barrios Ludueña, Las Flores, Tablada, Tío Rolo, La Lata, La Granadita y San Martín. Allí, colaboradores y párrocos caminan las calles en busca de jóvenes vulnerables para ofrecerles un espacio de contención, contacto con otros, salida laboral, conexión con programas de inclusión estatal, y para promover su inclusión en clubes, colegios y hospitales.

— ¿Cómo impacta la pobreza en los barrios y cuál es el trabajo que realizan para paliar sus efectos?

— Un trabajo más individual que realizábamos en los barrios, en los últimos años se convirtió en una plataforma orgánica. Hace tres años sumamos capacitaciones en oficios y una contención de la población trans, con un taller textil a punto de transformarse en una cooperativa de trabajo. Hace tres años también que conjuntamente con siete parroquias fundamos la Pastoral de Barrios Populares con quienes llevamos adelante los Centros de Vida y Centro de Niñez, intentamos armar una red completa de contención que incluye la escolarización. Incluso en La Lata funciona una escuela de adultos. También intentamos que los chicos tengan la comida, algunos almuerzan en el colegio y tratamos reforzar la merienda, en conjunto con ONGs y organizaciones sociales.

— ¿Cómo se llegó a esta situación límite? ¿Por qué se originó?

— Hay una cuestión que es histórica en los barrios. Y tiene que ver con familias de dos generaciones sin experiencia laboral. Eso es delicado porque al momento de trabajar la inserción nos encontramos con jóvenes de 25 años sin herramientas. Nos pasó con chicos que les conseguimos trabajo, pero no lo pudieron sostener. Lo que vemos es que en la primaria terminan con muchas inasistencias y muy pocos acceden a la secundaria. Las causas son múltiples. Un sistema educativo que no da respuesta desde hace tiempo a la población vulnerable es lo principal. Eso hace que el chico desde muy pequeño esté con familias desintegradas, con el consumo de padres y el entorno naturalizados, sin contención y en un contexto dónde la oferta de droga es grande.

— El padre Pepe en su visita a Rosario remarcó los cambios que desarrollan muchos jóvenes adictos cuando sienten que pertenecen a una comunidad, ¿coincide con esa visión?

— Lo que vemos es que los chicos cuando encuentran amor y contención es muy fuerte la transformación. Para nosotros es fundamental la comunidad, formar familia en el territorio. Y muchas veces a los primeros que nos traen la libreta. Cuando los chicos se sienten importantes se vuelcan a nosotros. Y con esto no quiero estigmatizar a los padres, porque hay una generación de papás que ya sufrió esta falta de contención y reprodujo esta situación.

— ¿De qué manera influye en todo este contexto el negocio del narcotráfico? ¿De qué manera se lo combate?

— La droga cambió la geografía de los barrios y el modo de relacionarse. La violencia es un modo común de vincularse en los barrios periféricos y todo está a travesado por el consumo no solo de sustancias sino también por el alcohol. Nuestro rol no es luchar contra los narcos. Eso lo tiene que hacer el Estado y hoy lamentablemente asumió que contra eso está derrotado, no asumió nunca la batalla. También nosotros a veces nos sentimos solos en el territorio, hablo de la Iglesia y de organizaciones sociales.

— ¿Y cuál es ese rol que debe cumplir la Iglesia, muchas veces criticada? ¿Qué ve el papa Francisco sobre la realidad Argentina?

— Lo nuestro es la apuesta para brindarles a los jóvenes alternativas en el mismo lugar donde se desarrollan para que puedan elegir como todos. Por más que se lo quiera poner en la grieta. Francisco propone espacios de diálogo y encuentro. Mientras los representantes políticos están en luchas sectoriales hay un pobre que sufre. Él nos interpela para generar un gran consenso como una oportunidad de la humanidad para enfrentar las cosas que nos destruyen: economía para pocos, el medioambiente, y estar cerca de todas aquellas víctimas del consumo de sustancia por intereses mezquinos.

— ¿Qué se les dice a aquellos que en este contexto, al ver las cosas que suceden en el mundo, dudan de la existencia de un Dios?

— Para quienes ven lo que pasa no solo en el país, sino en el mundo y se preguntan dónde está Dios, la respuesta está en el propio Dios. Él está en todos nosotros en la medida que busquemos la unión para encontrar las soluciones. A lo largo de la historia nos demostró que nunca dejó ni dejará solo a sus hijos y eso nos tiene que llenar de esperanza el corazón. Hay muchos que apostamos por el bien del hermano. Nadie puede solo en esta vida.