El actor protagoniza "El silencio del cazador", de Martín Desalvo, que se estrena este jueves en los cines de todo el país
Pablo Echarri protagoniza «El silencio del cazador», premiado filme de Martín Desalvo, que se estrena este jueves y que, sumergido en el monte misionero y apoyado en la tensión del silencio, presenta un drama de clases, poder y amor con el ritmo de un western adaptado a estas latitudes, que, en opinión del intérprete, va a sorprender a un espectador «en estos tiempos que tiene la vara muy alta».
«Si uno genera una revolución en la superficie de la historia, el espectador se descoloca. Los relatos siempre intentaron definir entre villanos y héroes y, en los tiempos que corren, se desdibuja esa línea y se genera ansiedad en el espectador. En un contexto de acceso a tantos contenidos, el espectador tiene una vara muy alta y el desafío es patear ese nido», dijo Echarri a Télam.
El actor encarna a Guzmán, un guardaparque apegado a las leyes que lucha contra la caza furtiva y que debe enfrentarse a las costumbres de los pobladores del lugar, entre ellos, la de El Polaco (Alberto Ammann), el hacendado local.
En medio, se cuece un triángulo amoroso, apoyado en el pasado, entre la esposa de Guzmán (Mora Recalde) y El Polaco, en un ida y vuelta que juega entre los encuentros y desencuentros entre los tres personajes, tanto en su presente como en el pasado que compartieron.
«Me pareció un guion simple y sólido, sustentado sobre un género reconocible, con ingredientes de lucha de clases y un triángulo amoroso que se intuye como disparador de tragedias», comentó el intérprete, quien estuvo «zambullido» en la selva misionera, algo que también le atrajo para aceptar el papel que le dio el lauro a Mejor Actor en el Festival de Cine de Málaga que justamente compartió con Ammann.
Télam: Con tantos años de carrera, ¿qué tiene que tener un proyecto para que lo aceptes?
Pable Echarri: La madre del borrego es la escritura, ese acto de encuentro entre vos y el guion es lo que marca si se da un paso o no. Y lo que me pasó con «El silencio…» es que me parecía clara, simple y reconocible. Bien dialogada. Sin estridencias ni ambiciones desmedidas. Hay poco de cerebral y más de visceral en la decisión.
Más allá de la trama, hay un marcado trasfondo social que le da contexto a la historia.
PE: Sí, y es una temática que me atrae. Las asimetrías entre las clases es algo que atraviesa cualquier conflicto dramático, está muy presente en la película y la fortalece. El trabajo esclavo e infantil está naturalizado. Esos detalles y realidades, cuando son parte de un hecho dramático, nos deja algo muy grande.
En la trama también se destacan los silencios, más que las palabras.
PE: Sí, porque muestran la historia pasada, intensa y peligrosa. No se habla de eso, pero en realidad ese historial y ese disgusto transcurren a lo largo del filme y es el caldo de cultivo de lo trágico. Desde lo narrativo, son detalles que viven por sí mismos y con eso es suficiente.
Eso es apoyado por el tratamiento visual, con cámara en mano, casi como si espiara a los personajes.
PE: Es una matriz que se repite a lo largo del tiempo. Yo creo que en este caso es un acierto. Martín realiza una serie de planos secuencia que comienzan y terminan, pero siempre pone la cámara detrás de un personaje, en el hombro, viva y tambaleante, y esa crudeza y realidad subrepticia te hace un protagonista más.
Un protagonista que observa a dos adultos anclados en rencillas de su adolescencia.
PE: Una de las cosas a destacar en que tanto uno como el otro están instalados en la realidad de cada uno, sin perspectiva y no ponen en duda si eso está mal. Es el espectador el que define. Décadas atrás, se hubiera buscado al villano y al héroe. Se supone que Guzmán tiene el poder de policía y está del lado de la ley, mientras que El Polaco se pone por encima. Ninguno de los dos es ni una cosa ni la otra. Lo virulento y lo potente del presente no los deja pensar.
¿Es una forma de desafiar y descolocar al espectador?
PE: A mí me parece que sí. Coloca al espectador en esa disyuntiva tan cruel en situar a un personaje en el esquema de la parcela del héroe o el villano. Al espectador le genera reconocerse. Lo que hoy gana en el universo del audiovisual tiene que ver con eso, en que cada uno bucea en su interior.
¿Y cuál creés que es desafío ante tanta oferta de contenidos, como la que marcás?¿
PE: Eso será materia de los grandes autores. Es muy difícil ser un gran guionista porque las estructuras siguen siendo las mismas desde la Antigua Grecia. Pero lo que sí es materia de transgresión es el desarrollo de los personajes, al menos yo que vengo del melodrama, siempre pensé entre buenos y malos. Y eso no existe más, solo en el melodrama porque, al generar división en el público, no va a ser seguido de forma masiva. Creo que las series y el cine están para patear el nido. Los buenos autores tienen que ser impredecibles, que vaya a suceder lo que está imaginado, es un fracaso. Si esa decisión te lleva a otro lugar, bienvenido sea, porque te va a dar otras historias.