Por Diego Añaños - CLG
Por Diego Añaños – CLG
Sé que está mal, pero cuando voy entrando a la cochera, tengo la costumbre de sacarme el cinturón de seguridad. Prefiero estar más libre para hacer las maniobras de estacionamiento dentro de un espacio que, al menos generalmente, suele ser bastante reducido. En realidad me empiezo a relajar, siento que estoy llegando a casa, y dejo un poco de lado las reglas del buen conductor para comenzar el aterrizaje luego de las tareas diarias. Así me pasó esta semana. Cuando me había sacado el cinturón de seguridad, y me empezaba a relajar, empezó de nuevo el baile. Es como cuando te apagan el toro mecánico y vuelve a arrancar repentinamente. Y ahí, vamos, tratando de acomodarnos a un nuevo bandazo de la política argentina. Ojo, claramente es un bandazo político, porque ni la economía real, ni los mercados, parecen haber registrado el sacudón. El blue se pinchó unos pesos, los papeles argentinos volaron en Wall Street, subió el Merval y cayó levemente el Riesgo País. Pero la política no para. Si todavía estuviera entre nosotros Ricardo Fort gritaría: “basta chicos!!!”.
El martes a la noche hubo una reunión privada en la casa de Mauricio Macri. El dueño de casa, Patricia Bullrich y Javier Milei. Ni siquiera una mesa chica, una mesa ratona. En un par de horas se liquidó la cuestión y se decidió que ambos apoyarían al libertario en la segunda vuelta del 19 de noviembre. Bastó una rápida conferencia de prensa para sellar públicamente la nueva alianza electoral. Más allá de las lecturas moralistas, no tengo dudas de que la jugada de Mauricio Macri de ayer fue magistral. Incluso comparable con la de Cristina entronizando a un virtualmente retirado Alberto Fernández. Le sacudió el polvo a un proceso electoral que se avizoraba como chato y sin sorpresas, y puso nuevamente su figura en el centro de la política argentina. El ex presidente de Boca compró ayer una demolición, es probable, pero a precio de terreno baldío. Y no sólo eso. Lo hizo con su teléfono, desde el jardín de su casa, acostado en la reposera y sin sacarse las pantuflas.
El efecto inmediato fue comparable al de una bomba nuclear. Desarticuló por completo la ya endeble estructura de acuerdos que sostenía a Juntos por el Cambio, e hizo volar por los aires la coalición. No sólo obligó a los radicales y lilitos a interpretar la decisión como una declaración de abandono del frente. Sino que además partió al medio a su propia creación, el PRO, ya que muchos dirigentes no están dispuestos a tolerar que el ex presidente se corte solo con las decisiones. Pero claro, a esta altura de los acontecimientos eso ya no importaba. Esa estructura atrasaba, ya no le sirve a Macri. Y eso por dos razones. En primer lugar porque está siendo colonizada lenta pero progresivamente por los radicales, que son los dueños de las provincias y de una parte muy importante de los votos en ambas cámaras. Ha dejado de ser una estructura obediente, o está en camino a dejar de serlo. En segundo lugar, porque en esta elección las estructuras no definen casi nada. Evidentemente el aparateo partidario no tiene la potencia de movilizar las voluntades electorales como en otros momentos de la historia política nacional. Hoy, con los votos que arrastra Milei, y con Mauricio y Patricia en los medios y las redes sociales se van a tirar el lance, quién te dice . . .
Que nadie se enoje con mi opinión. Creo que la jugada es brillante, digna de un ajedrecista. Después, que le salga bien o no, es otra cosa. Me gusta mucho escuchar hablar a Bielsa, y me encanta como técnico en categorías formativas. El Loco siempre dice que no hay que juzgar ni los procesos deportivos ni las decisiones de los jugadores por los resultados. Lo que debería premiarse es la decisión correcta en el momento correcto. Y está claro que Macri llenó todos los casilleros. Se sacó de encima al radicalismo, a Lilita Carrió y a las palomas del PRO, y se metió en un balotage con resultado abierto. Todo en un solo movimiento, y sin poner un peso (ni laburar, obvio). Se ve que algunas habilidades para los negocios se le pegaron de Franco.
Mauricio compró, es verdad. La pregunta debería ser por qué Milei vendió. A ver, independientemente de que se trate de una encerrona política, cualquiera de nosotros sabe que nadie vende un billete ganador de la lotería. Para eso no hace falta ser un genio. Si Milei vende es porque se sentía perdedor. Y no sólo perdedor. Las versiones dicen que el martes a la noche les dijo a los líderes del PRO: “Vengan que estoy solo”. La soledad, la ausencia de estructura, el aislamiento y la falta de interlocutores llevó al libertario a salir a rematar su lugar en el balotage. Y ahí estaban los caranchos, listos para comprar aquellos que no habían podido ganar lícitamente en las urnas, porque en definitiva de eso se trata.
Hoy Juntos por el Cambio se partió, lo cual atomiza aún más a una oposición fragmentada. En cualquier momento de la Historia diríamos que estoy ya es cuestión juzgada. Sin embargo, como decíamos antes, la fuerza de las estructuras no necesariamente tiene un correlato lineal en la cantidad de votos. De hecho Javier Milei es un claro ejemplo de lo que venimos diciendo. Será cuestión de desensillar por unos días, dejar que las cosas decanten, y comenzar nuevamente con los análisis. Tampoco hay demasiado tiempo, la semana que viene comienza la vorágine rumbo a la segunda vuelta. Hoy la moneda está en el aire.