Poer Diego Añaños - CLG
Poer Diego Añaños – CLG
Durante su presentación ante el Congreso del domingo pasado, Javier Milei hizo cualquier cosa menos presentar el presupuesto. Si me apuran, les diría que repitió exactamente lo que dijo el día de su asunción en las escalinatas del Congreso. Se ve que se tomó tan en serio esto de administrar austeramente los recursos públicos que se decidió que no había plata para gastar en más de un discurso. “Usemos siempre el mismo”, habría sido la orden, “cut and paste y a la bosta”. Luego, sus espadas del equipo económico, encabezados por el Secretario de Hacienda, Carlos Guberman (según afirman, el cerebro por detrás del presupuesto), se encargaron de dar a conocer las cifras. La inflación proyectada para 2024 es del 104,4%, por lo que debería situarse en un ritmo de 1,2% mensual en los cuatro meses que restan para terminar el año, un presupuesto que sin dudas rebosa optimismo. Para 2025 se proyecta una inflación de 18,3%, que más que optimista es delirante, no sólo para los economistas opositores, o más heterodoxos, sino para el ambiente en general. De hecho el ex ministro de Economía, Hernán Lacunza, sostuvo en recientes declaraciones que está convencido que el piso del 4% de los últimos cuatro meses va a ser difícil de perforar, especialmente dado que se monta en un proceso de atraso cambiario que no es sostenible en el largo plazo. Sin embargo, de acuerdo a las afirmaciones de los funcionarios del gobierno, la estimación hecha por el equipo económico para el año que viene es “súper realista”. El mismo Manuel Adorni, en respuesta a los dichos de Lacunza, afirmó que “por supuesto” que ese 4% se va a quebrar y “por supuesto” que la inflación va a llegar a 0. Según el vocero presidencial, aquellos que opinan lo contrario no comprenden cómo funciona el fenómeno, y cerró: “guarda que se van a comer la curva”.
Pero veamos un poco de historia reciente de gestiones con programas similares, como para tener alguna referencia empírica real. La inflación proyectada en el presupuesto 2017, presentado en septiembre de 2016, fue de 17%, aunque finalmente se ubicó en el 24,8%, más de un 50% superior a la presupuestada. El 2017 fue sin dudas el mejor año de la gestión de Mauricio Macri, ya que no solo fue el único de los cuatro donde el producto creció, y se consiguió frenar la inflación que había trepado por encima del 40% en 2016, sino que además el gobierno ganó con comodidad las elecciones de medio término. El programa de metas de inflación instrumentado desde el Banco Central, estaba en manos de un viejo conocido, Federico Sturzenegger. El mismo estimaba para 2018 que el índice general de precios flotara en la zona de entre el 8% y el 12%. En concreto, se esperaba una inflación aproximada del 10%. Sobre fin de año, las cosas se complicaron y, en un virtual golpe de estado palaciego, el jefe de gabinete, Marcos Peña, el Ministro de Economía, Nicolás Dujovne, y el secretario de Finanzas, Luis Caputo, le coparon la parada a Sturzenegger, y en la recordada conferencia del 28 de diciembre de 2017, anunciaron un cambio en las metas de inflación: de 10% a 15% en 2018. Una verdadera ignominia para el presidente del Banco Central, que poco tiempo antes había enfrentado a la prensa, asegurando que no había ninguna modificación en estudio, a la vez que sostuvo en tono canchero, casi adorniano: “Cambiar una meta es no tener una meta”. Bien, para no aburrir, la inflación de 2018 fue de 47,6% (más de tres veces la estimada para ese año), mientras que la de 2019, proyectada para situarse en un rango de entre 3,5% y 6,5%, fue finalmente de 53,8%. Algo muy similar ocurre con las proyecciones de evolución del producto. Mientras que en el presupuesto 2018 las estimaciones de crecimiento de la economía argentina se situaron en un 3,5%, en realidad se terminó registrando una caída del 2,6%. En 2019 el presupuesto aspiraba a conseguir un déficit primario cero con una caída del producto de 0,5%. Finalmente la caída fue del 2%. Cuando los muchachos se equivocan, se equivocan.
Es decir, en todos los casos se realizaron estimaciones demasiado optimistas con respecto al movimiento del índice general de precios y de crecimiento económico, algo muy similar a lo que venimos viendo con respecto al presupuesto 2025. Como bien dijo el economista Daniel Artana, “está bien que los gobiernos vendan optimismo, para pesimistas estamos los analistas”. Pero tanto Mauricio Macri como Javier Milei, parecen abusar de ese optimismo. Está a la vista de todos que, si bien no son exactamente lo mismo, los programas de LLA y el PRO tienen grandes similitudes. Ambos apuntan a un fuerte recorte de las funciones del Estado a partir de un ajuste de las cuentas públicas. Ambos ponen las libertades individuales por encima de los proyectos colectivos, a la vez que centran todo su arsenal de políticas en la protección irrestricta de la propiedad privada. Ambos consideran que la principal variable de ajuste de la economía argentina son los salarios de los trabajadores, especialmente los del sector público, y los ingresos de los jubilados. Ambos creen que el equilibrio fiscal es una cuestión innegociable. Ambos, finalmente, están dispuestos a pagar el precio de una recesión feroz para contener la inflación. A Macri no le alcanzó, y no sólo finalizó su mandato con la inflación más alta en 30 años, sino que además no pudo hacer crecer al país. Qué les hace pensar que con Milei la cosa va a funcionar?