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Opinión: «Toto Caputo, un fanfarrón previsible»


Por Diego Añaños - CLG

Por Diego Añaños – CLG

La semana ante-pasada fue un verdadero tsunami de cachetazos para el gobierno. La Morgan Stanley decidió no elevar la calificación crediticia de la Argentina, por lo que el país sigue jugando la Liga Cañadense del mundo de las finanzas (por favor, que ningún cañadense se me ofenda, creo que se entiende la metáfora). Luego la calificadora de riesgo Moody´s advirtió al gobierno acerca del evidente atraso cambiario y las profundas distorsiones que está provocando en los costos operativos de las empresas de todos los sectores de la economía. Finalmente, el viernes la JP Morgan, a contramano de lo que venía recomendando a los agentes financieros en los últimos meses, sugirió que era tiempo de desarmar posiciones de carry trade en la Argentina. El diagnóstico no es demasiado complejo: o bien esperan un endurecimiento de las condiciones para el ingreso y egreso de capitales al país, o especulan con una baja de las tasas de interés de referencia por parte del Banco Central, o se están adelantando a una eventual devaluación. Si me preguntan a mí, la última es la más probable. Una semana completa de reveses en el ecosistema financiero global es un problema para cualquier gobierno, pero especialmente para la gestión libertaria, que se precia de tener al frente del ministerio de Economía al Messi de las Finanzas. Es como si Michael Jordan se llevara básquet a marzo en la escuela.

Sin embargo a Toto no le entra una bala. Se ve que no le está costando llegar a fin de mes, y se ríe de Janeiro. Durante la cumbre organizada por la Escuela de Administración y Negocios de la Universidad Austral Argentina, el ministro se burló de los que apuntan al atraso cambiario y disparó, canchero: “El dólar flota, por lo tanto, al que le parezca que está barato . . . Agarrá los pesos y comprá. No te lo pierdas campeón!!!”. En un abierto desafío a los periodistas, empresarios, economistas locales y a los bancos y consultoras internacionales que ponen el foco en la fuerte apreciación del peso, Caputo eligió el estilo confrontativo y cachafaz que tantos éxitos le regaló al presidente Milei, al que calificó como un hermano. Pero en realidad el ministro no se ríe de los críticos, se está riendo de todos nosotros. Bajo ningún punto de vista vivimos en un régimen de flotación libre del dólar. En primer lugar, y con mucha suerte es una flotación sucia, o administrada, ya que el mismo gobierno estableció una banda de rebote dentro de la cual se comprometió a no intervenir abiertamente. Sin embargo, todos saben que la intervención sobre los mercados de futuros es permanente, y a nadie escapa que con un cepo completamente liberado, la moneda norteamericana volaría por los aires.

Pero Toto no sólo se ríe de los diagnósticos de atraso cambiario. Cuando los críticos le marcan el evidente efecto de expansión turística, y el impacto concomitante en el déficit de la balanza de cuenta corriente, Caputo sigue con los chistes: “No confundas los conceptos. Argentina no está en una situación ni parecida a un problema. A los que se quejan de que el dólar está barato, agradézcanle al turismo, si no, estaríamos en $900”. La primera impresión es que Caputo se estuviera mofando del déficit de la balanza de pagos y del atraso cambiario. No es así. Se burla de los laburantes, básicamente. Él sabe que los que pueden comprar dólares ya lo están haciendo, precisamente porque su gobierno se encargó de endeudarse groseramente para garantizar que el precio se mantuviera planchado, así como lo hizo durante el gobierno de Mauricio Macri. Sabe que a los trabajadores argentinos, con sueldos pulverizados, no le sobran pesos para dolarizar sus saldos como a sus amigos.

Toto piensa “a la gilada ni cabida”, y asegura que tiene los dólares necesarios para cerrar las necesidades del Banco Central a través de cuatro fuentes: privatizaciones, la venta de activos públicos, concesiones y operaciones de block trade (que son transacciones por fuera del mercado abierto). Según sus propias declaraciones ningún dólar “se va” de la Argentina por la canilla del turismo. Son simples operaciones entre privados. Incluso pidió licencia para dar un ejemplo, y dijo: “Si Federico se quiere ir de viaje con su familia a algún lugar, y tiene que comprar dólares, y Chembo los tiene que vender porque quiere pagar el alquiler, entonces le vende sus dólares a Federico”. Para el discurso esquizofrénico del ministro, una simple transacción sin impacto en las tenencias de reservas internacionales. Según las cifras oficiales del INDEC, sólo en el primer trimestre de 2025 los residentes argentinos gastaron en el exterior U$S5.000 millones, un récord absoluto para los últimos 20 años. Si tenemos en cuenta que el ingreso de divisas provenientes del turismo receptivo fue de sólo U$S1.500 millones, el déficit turístico en los primeros tres meses del año fue de U$S3.500 millones. Concretamente el gasto en turismo emisivo creció un 114%, mientras que el ingreso por turismo extranjero cayó un 8%.

Luis Caputo es una máquina de fracasos y un endeudador serial. Fue secretario de Finanzas de Alfonso de Prat Gay durante el primer año de Mauricio Macri, un año recesivo y con una inflación muy superior a la que dejó el kirchnerismo (40% contra 25%). Luego, y como ministro de Finanzas en el 2017 lideró uno de los endeudamientos más feroces de la historia argentina, que incluyó un bono a 100 años. Luego, en mayo de 2018 emitió bonos (llamados Botes 2023 y 2026) por más de U$S73.000 millones. Finalmente asumió como presidente del Banco Central el 14 de junio de 2018 para renunciar el 25 de septiembre después por un pedido del FMI. Durante su gestión de apenas tres meses al frente de la autoridad monetaria el dólar trepó de $27 a $40 (una devaluación del 40%) y la inflación pasó del 2,1% al 6,5%, es decir, la multiplicó más de tres veces. Si alguno estaba esperando algo distinto esta vez, creo que se equivocó, y muy feo.