Por Diego Añaños - CLG
Por Diego Añaños – CLG
Finalmente, y luego de trabajosos acuerdos, la Ley Bases salió del Senado rumbo a Diputados. El relato oficial le adjudica a Guillermo Francos la hazaña de haber conseguido tejer una delicada filigrana de acuerdos políticos con los distintos bloques para poder sacar la votación adelante. Sin embargo, si analizamos el proceso con un poco más de atención, vamos a terminar concluyendo que fue la capitulación del gobierno lo que garantizó el éxito. Así de simple. Entregar capítulos enteros, retirar artículos, modificar otros, hasta conseguir las voluntades necesarias. En un primer momento, se aseguraba que La Libertad Avanza no intentaría insistir en la Cámara Baja con las modificaciones hechas en el Senado, para facilitar la aprobación rápida de la Ley. A medida que fueron pasando los días, comenzaron a circular versiones que sostenían que el gobierno estaba dispuesto a aceptar parte de los cambios, pero no todos. Esto plantea un escenario distinto, porque desde la Cámara Alta ya comenzaron los reclamos de que se respeten los acuerdos rubricados con el Jefe de Gabinete. Lo absolutamente delirante es que esta semana Guillermo Francos salió a desconocer esos acuerdos. Absolutamente inentendible.
La cuestión es que los tiempos de la política no son eternos. Hasta ahora, el gobierno ha gozado del favor popular apoyándose en su legitimidad de origen, que es la que se deriva de ganar elecciones libres, abiertas y competitivas. Por otro lado, las resistencias que generó el kirchnerismo a lo largo de sus años de gestión, le garantizaron un sustrato de apoyo por oposición muy significativo, pero que no durará por siempre. Si bien Javier Milei defiende su programa de gobierno diciendo que no está haciendo nada que no haya prometido en campaña, esto es cierto sólo en parte. A ver, es cierto que se dijo desde un primer momento que los primeros tiempos iban a ser muy complicados, eso es innegable. Pero no es menos cierto que se prometió que el costo no iba a recaer sobre la población, sino que iba a ser la casta la que iba a tener que ajustarse, y esto claramente no está sucediendo.
Las señales de la crisis se multiplican diariamente, y se van sumando al progresivo deterioro del ingreso de los trabajadores y los jubilados. Solamente durante la semana que pasó nos enteramos de que Acindar ha decidido parar la producción por segunda vez en el año, que hubo 64,3% menos turistas que en el mismo fin de semana largo de año pasado, que más de la mitad de los consumidores están usando ahorros para cubrir gastos corrientes, que las empresas alertan sobre una crisis sin precedentes en sector turismo por el ajuste del gobierno, mientras que la industria cae un 14,5% en abril y se perdieron más de 15.000 puestos desde agosto. Hay que estar ciego para no ver.
Paralelamente, el Fondo Monetario Internacional, consciente de los límites económicos y políticos del modelo, comienza a incrementar la presión sobre el gobierno para corregir el rumbo del programa económico. En el último staff report del organismo, publicado a comienzos de la semana que pasó, volvió a reclamar una flexibilización de la política cambiaria, con el objetivo de facilitar la acumulación de reservas. Es evidente que el FMI viene monitoreando la acumulación de divisas del Banco Central, y sabe a ciencia cierta que las ventas netas de las últimas semanas lo alejan del objetivo cuantitativo que garantice la capacidad de hacer frente a los vencimientos de deuda que se acercan en 2025. En ese sentido, también sugirió al gobierno un desarme gradual de las restricciones al acceso a las divisas extranjeras, así como una elevación de las tasas de interés, para que sean positivas en términos reales. Los funcionarios del Fondo también expresaron su preocupación por dos cuestiones que, al menos desde su perspectiva, ponen en riesgo la sustentabilidad de equilibrio fiscal: por un lado la media sanción en Diputados de una nueva fórmula de movilidad jubilatoria, y por el otro las modificaciones que introdujo el Senado a los impuestos a las Ganancias y Bienes Personales.
Los tiempos se acortan, tanto los políticos como los económicos. Sin embargo, Javier Milei todavía no parece enterarse de lo que está ocurriendo. Por momentos daría la impresión de que desde el Gobierno no están verdaderamente interesados en que se apruebe la Ley Bases y poder finalmente relanzar la gestión. Se sienten más cómodos gobernando por decreto, enfrentados con toda la oposición (la dialoguista y la más cerril), lo cual les permite permanecer en un eterno estado de campaña electoral. Y es que es precisamente el terreno de la disputa donde La Libertad Avanza encuentra su zona de confort, donde se hacen realmente fuertes, y logran retener aún el apoyo de un 50% del electorado. La gestión cotidiana de los asuntos públicos no les interesa, no sólo porque los aburre, sino porque (y fundamentalmente), los supera: como lo sostiene el mismísimo Javier Milei no llegaron hasta acá para gobernar, sino para arrasar con el Estado.