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Opinión: «Sin acuerdos, no hay democracia posible»


Por Diego Añaños - CLG

Por Diego Añaños – CLG

En la primera columna del año, recordábamos los 30 años de una famosa publicidad de Pirelli protagonizada por el medallista y recordman de los 100 mts llanos, Carl Lewis. En la misma, se lo veía enfundado en su malla deportiva, pero vistiendo unos elegantes zapatos de taco rojos. El slogan rezaba: Power without control is nothing (la potencia sin control no significa nada). Decíamos allá por la primera semana de enero, que Javier Milei se encontraba en una situación similar: poderoso, impulsado por una avalancha de votos en el ballotage de diciembre, pero incapaz de transmitir esa potencia a los actos de gobierno. Particularmente, esa limitación se hacía visible a la hora de construir una mayoría en el Congreso que le permitiera aprobar las leyes que él creía fundamentales para su proyecto.

No puedo meterme en la cabeza del presidente, pero evidentemente creyó que los legisladores se sentirían obligados a responder acríticamente a cualquier capricho proveniente del ejecutivo. Supuso, equivocadamente, que la foto de diciembre (la de su triunfo con más del 56% de los votos en la segunda vuelta), bastaba para borrar la foto de octubre, es decir, aquella que determinó la correlación de fuerzas políticas en ambas cámaras. Pero claro, así como Milei puede esgrimir, legítimamente, que representa un mandato del electorado argentino, no es menos cierto que la conformación del poder legislativo también responde a los designios de la voluntad popular. O tal vez Milei piensa que el presidente puede ponerse por encima de los poderes de la república? Seguramente si lo consultáramos lo negaría, pero actúa como si lo pensara.

Estamos demasiado domesticados, y nos hemos acostumbrado a las excentricidades y los excesos del presidente, al punto de naturalizarlos. Sin embargo, no deberíamos pasar por alto que, al margen de la publicación de listas de traidores a la patria, una suerte de listas negras integradas por los diputados que no votaron todos los puntos a favor, los llamó BESTIAS y DELINCUENTES. Al margen de que Milei parece dispuesto a seguir atravesando todos los límites del buen gusto, no debería permitírsele que agreda de ese modo a los representantes del pueblo, que son además los representantes de uno de los poderes del Estado. Si alguno andaba buscando populismo del bueno, pues acá lo tienen: populismo autoritario de derecha. Donde el líder, pretendidamente junto al pueblo, se constituyen en una suerte de monarquía neo conservadora. Repito, no naturalicemos la escalada de violencia política, porque ya tenemos experiencias amargas como para haber aprendido.

Hace semanas que la oposición, la amigable y la más confrontativa, le viene pidiendo al ejecutivo un interlocutor válido, con la suficiente autoridad y autonomía, como para conducir las negociaciones con los jefes de bloque. Evidentemente ni Guillermo Francos ni Martín Menem (cuyas renuncias ya debería estar sobre el escritorio del presidente), cuentan con ninguno de los atributos requeridos para representar al ejecutivo antes las cámaras y ante los gobernadores. El martes se llegó al pleno sin tener una versión final del articulado que se iba a discutir. Sin embargo, y aunque parezca increíble, el gobierno tampoco tenía una mínima proyección del poroteo de los votos durante la sesión, un error que ni siquiera cometería una agrupación estudiantil en una elección universitaria. Sin exagerar, estamos ante uno de los peores papelones de la historia política argentina.

Uno de los primeros en aparecer luego de la vergonzosa retirada oficialista en la Cámara de Diputados, fue Nicolás Caputo. El ministro sostuvo que con ley o sin ley el rumbo económico se mantiene. Es decir, el gobierno no piensa revisar ni una coma de lo que viene haciendo en materia económica, por lo que también podríamos concluir que no necesitan la ley para seguir haciéndolo. Y aquí se encienden las luces de alarma. Por más que haya quedado fuera de la agenda coyuntural, debemos recordar que el mega DNU hoy sigue vigente. Digo, a no distraerse, porque si el Congreso no lo trata, La Libertad Avanza puede seguir gobernando bajo su influjo, y hay que ver si realmente están incómodos con el tema. La Corte Suprema, por su parte, bien gracias, desaparecida.

No estoy siendo irónico, sólo sugiero que reflexionemos un instante. Hoy el mega DNU sigue en vigencia y su contenido es aún más profundo que la Ley Ómnibus. No es una locura pensar que el oficialismo está cómodo dejando que el mismo sea su propia ley. Es urgente que el Congreso lo trate, pero hasta el momento los presidentes de ambas cámaras se niegan a formar las comisiones encargadas de analizarlo y de convocar los legisladores para su discusión. Esta semana el kirchnerismo en pleno en la Cámara Alta (compuesto por dos bloques: Unidad Ciudadana y Frente Nacional y Popular), le reclamó a la presidenta del cuerpo, Victoria Villaruel, que convoque a una sesión el jueves 15 de febrero a las 14:00 hs. La vice-presidenta se viene negando sistemáticamente a convocar la reunión, no sólo evitando el tema, sino publicando videos desafiantes diciendo que no piensa hacerlo. La fragilidad legislativa del oficialismo es evidente. Villarruel, paradójicamente, sólo tuvo una mínima victoria. En la sesión de apertura consiguió doblegar a la oposición en la elección de las autoridades. De ahí en adelante no pudo si siquiera obtener un dictamen de mayoría para tratar la Boleta Única, un tema absolutamente menor.

Hoy son sólo cuatro votos los que separan al kirchnerismo de la posibilidad de dar quórum y rechazar el DNU. La derrota en Diputados y la caza de brujas posterior (que incluyó incluso insultos públicos para los legisladores que no votaron como el Ejecutivo esperaba), aleja diariamente al oficialismo de la posibilidad de conformar una mayoría parlamentaria, al menos circunstancial. Javier Milei debe entender que el juego democrático requiere de acuerdos amplios, de otro modo no podrá garantizar la gobernabilidad hasta el fin de su mandato.