Por Diego Añaños - CLG
Por Diego Añaños – CLG
Si hay alguien en la política argentina que muestra infinita capacidad para adaptarse a las cambiantes situaciones es, sin duda alguna, Sergio Massa. Dueño de un discurso medido, casi lexotanilizado, el tigrense parece moverse como un disco de pasta, en 33 revoluciones (disculpen por el anacronismo), y nunca deja escapar una palabra de más. Su inmenso arsenal de poderes camaleónicos le ha permitido, en sus jóvenes 51 años, ser militante de la UCD (incluso llegó a ser presidente de la Juventud Liberal a mediados de los 90s), transfigurarse en peronista/menemista durante el gobierno del riojano más famoso de la mano de Luis Barrionuevo, posarse brevemente en el duhaldismo a comienzos de los 2000, para luego transformarse en un aguerrido kirchnerista con la llegada de Néstor al poder en 2003. El romance duró casi diez años y, en 2013, ya al comando del Frente Renovador, inició una etapa de fuerte enfrentamiento con el kirchnerismo.
El triunfo de Mauricio Macri en 2015 se explica casi totalmente por la salida del tigrense del espacio K. Sin la escisión de Massa del Frente para la Victoria, el pan peronismo hubiera ganado, les diría que tranquilamente, de orejita parada, las elecciones del año 2015. Recordemos que Sergio sacó más del 21% de los votos en primera vuelta. Luego tuvo una excelente relación con Mauricio Macri, con el que incluso viajó a Davos a comienzos de 2016. Ahí el romance duró poco, y sobre fin de año, ya el presidente lo trataba de traidor, luego de que impulsara en Diputados un proyecto para reformar Ganancias. Luego, el espanto macrista unió nuevamente las voluntades y Massa volvió al redil. Lo demás es historia reciente, y debe estar fresca en la memoria de todos.
En medio de un escenario donde las candidaturas de Wado de Pedro y Daniel Scioli ya estaban lanzadas, el mapa electoral parecía cerrado. Sin embargo, hubo fumata blanca, y del cónclave surgió un candidato de consenso. Podemos especular con las supuestas presiones de Massa a la liga de gobernadores, con los mensajes de apoyo de parte de la Embassy, el FMI y el gobierno de los EEUU, o con la confabulación del Imperio Galáctico (creo que da para un episodio de Alienígenas Ancestrales, el programa cómico favorito de mi hijo). Lo cierto es que Sergio consiguió iniciar la carrera al Sillón de Rivadavia, y la nave va. Lo que muchos se preguntan por estos dís es qué es lo que se viene: una nueva versión de outlet de macrismo nacional y popular o una vuelta a las fuentes del proyecto del 2003?
Por lo pronto, y en las primeras declaraciones públicas luego de lanzada la candidatura, Massa habló en clave kirchnerista. En realidad sería más apropiado decir que lo hizo en clave nestorista. Planteó que los cuatro fundamentos sobre los que debería construirse la Argentina de los próximos 10 años son: Orden fiscal, superávit comercial, competitividad cambiaria y desarrollo con inclusión”. Sólo le faltó decir que iba a llevar diariamente el estado de las cuentas fiscales en una libretita. Si piensan que más Néstor no se consigue, tengan un poco de paciencia, porque Massa fue aún más allá. Anunció que “en las próximas horas” se van a dar a conocer los detalles del nuevo programa con el FMI para los próximos seis meses, para luego cerrar diciendo que “una obsesión que tiene que tener el próximo presidente es pagarle al FMI, sacarlo de la Argentina para no volver”.
Desde hace un tiempo venimos diciendo en esta columna que el programa firmado en marzo del año pasado por Martín Guzmán, no existe más. Las declaraciones de Massa lo confirman. La cuestión es que cuando dice las próximas horas no es una metáfora. El viernes la Argentina pagó al FMI los U$S2.700 millones que agrupó las dos recompras previstas para el mes de junio, que vencían el 21 y 22 de este mes, y fueron unificadas para ser pagadas juntas. El pago se realizó en DEGs (Derechos Especiales de Giro, que es la moneda del Fondo) y en yuanes, y por lo tanto no se utilizaron dólares de las reservas. El lunes parte una misión argentina rumbo a Washington, encabezada por Leonardo Madcur y Gabriel Rubinstein con el objetivo de alcanzar un staff level agreement. Uno supone que los tiempo se acortan, pero que seguramente debe existir un principio de acuerdo, de otro modo las cosas se complicarían bastante.
Todas las señales que se emiten desde los mercados hacen pensar que se está muy cerca de cerrar las negociaciones.
Habrá que esperar, entonces, para ver cuál es el camino que finalmente decide tomar Massa. Hoy, en un doble movimiento de mimetización, el ministro de Economía se convierte nuevamente en Leonard Zelig (aquel recordado personaje de la película homónima de Woody Allen), y el Zelig argentino se transforma en la versión 3.0 de Néstor Kirchner, al menos en sus primeras declaraciones públicas como candidato. Lo que todos se estarán preguntando es: será esta la última transformación o todavía seguiremos viendo más?