Por Diego Añaños
Por Diego Añaños
Hace algunas semanas atrás, recordábamos el famoso discurso de Fidel Castro a comienzos de agosto de 1985, donde pedía que no le echaran la culpa a él de lo que la realidad mostraba de manera evidente. La deuda es impagable, decía Fidel, es una cuestión matemática, por lo que la culpa no la tengo yo, sino Pitágoras y sus seguidores. Cada crisis a la que se enfrenta el Capitalismo, nos recuerda las palabras del líder cubano. Pareciera ser que sólo en tiempos de angustia, los países emergentes consiguen poner en agenda lo imposible de la tarea y visibilizar la cuestión. Claro, una cosa es someter individualmente a los países a condiciones opresivas. Ahora, cuando las crisis se esparcen por al mundo, y comienzan a tomar dimensión global los acreedores avizoran que una catarata de defaults soberanos y corporativos podrían dejarlos en la ruina. Es ahí que las luces de alerta sistémicas se encienden y la preocupación se apodera de los líderes globales.
El Papa Francisco, en una carta dirigida a los líderes participantes de la XXVII Cumbre de Jefes de Estado y Gobierno, pidió la “renegociación de la deuda” para aquellos países que más lo necesitan, a la vez que reclamó un cambio de perspectiva global a la hora de abordar el tema. Puntualmente se refirió a la necesidad imperiosa de rediseñar la arquitectura financiera internacional, que permita hacer tolerable el peso de las deudas. El Sumo Pontífice es argentino, y como argentino tiene muy claro el opresivo papel que cumple el hecho de estar atado a una deuda impagable. Fundamentalmente porque somete a los gobiernos a una restricción presupuestaria salvaje, que impide la puesta en funcionamiento del arsenal de políticas fiscales que ayuden a transitar la senda del desarrollo. No importa la construcción de un déficit primario consistente con el crecimiento, si el déficit financiero que importa el pago de servicios absorbe porciones inmensas de los recursos públicos.
El Papa se sumó a los pedidos de Alberto Fernández en la cumbre Iberoamericana. El presidente abogó por la construcción colectiva de medidas financieras más ambiciosas y creativas. El presidente sostuvo: “Es imperativo que medidas de alivio y prórroga de la iniciativa de suspensión de deuda se extiendan a países de ingresos medios con alta vulnerabilidad”. Fernández dejó clara la necesidad de reconsiderar los plazos de pago y flexibilizar la política de tasas de interés, adaptando la evaluación de los riesgos crediticios a los nuevos escenarios globales.
Tanto el Papa como el Presidente repitieron los planteos que viene realizando Martín Guzmán en su gira por la renegociación de la deuda: una urgente baja en las tasas de financiamiento y un cambio en la lógica de la distribución de los Derechos Especiales de Giro del FMI. Tema que comentamos la semana pasada. Daría toda la impresión de que el ministro se trajo de su reciente viaje por Europa la promesa de los principales líderes del Viejo Continente de otorgarle a la Argentina una extensión del plazo de un año para pagar su deuda con el Club de París. El waiver le daría al equipo económico, el tiempo necesario para encarrilar la negociación con el Fondo, incluso si el proceso se extendiera más allá de las elecciones legislativas de medio término. Guzmán sabe que, en caso de tener un revés con el Club de París, se podría apelar a las reservas del Banco Central, que volvieron a superar el nivel de los U$S40.000 millones la semana pasada, luego de las compras realizadas por la institución. Sin embargo, prefiere no apelar a ese recurso. Por un lado para resguardar la solidez financiera de la entidad, y por el otro, para avanzar en la imposición de una agenda que considera estratégica.
Atrás parecen haber quedado las esperanzas de una extensión de plazos de un crédito de facilidades extendidas más allá de los 10 años. Incluso algunos analistas especularon con la posibilidad de pegar un facilidades extendidas con un stand by, de modo de llevar el período de pago a alrededor de 15 años. Sin embargo la opción quedó descartada, ya que el estatuto del organismo no prevé la posibilidad de unir dos líneas de crédito de características tan disímiles. En todo caso, una vez finalizado un programa, podría solicitarse otro, pero bajo ningún punto de vista se puede plantear ese esquema desde el inicio. En concreto, según el punteo llevado adelante por los miembros del equipo económico, la Argentina ya contaría con el 60% de los apoyos dentro del board del organismo, lo cual es suficiente, siempre y cuando no se pretendan solicitar ir por fuera de los estatutos. Si se pretende solicitar un programa extraordinario, y por fuera de lo previsto en la normativa del Fondo, se necesitarán el 85% de los votos, un número que todavía está lejos.