Por José Odisio
Los hinchas leprosos pasaron por muchas sensaciones durante el partido de Newell’s ante Lanús. Enojo por un planteo inicial lejano al paladar rojinegro, aunque necesario para el semblanteo que hizo Burgos de la realidad del plantel. Decepción cuando llegó el gol de Sand, que parecía ser un golpe al mentón de nocaut. Expectativa con el empate en un momento justo. Bronca con Abal por un penal no cobrado que podía ser decisivo. Y explosión de alegría cuando el equipo revirtió su juego y lo trasladó al resultado, para conseguir un triunfo esperanzador.
Necesitaba ganar Newell’s. Por sus hinchas; por el ánimo del plantel; por Burgos, que necesitaba reflejar en números su trabajo intenso de estas primeras semanas. No será un equipo imbatible, no tendrá garantizado ganar cada semana, pero ya no cargará con la pesada mochila de la victoria postergada. Y eso es un montón para un equipo en reconstrucción.
Hay méritos de Burgos, Newell’s no es sólo un equipo que juega feo y se defiende todo el tiempo. Tiene orden, intenta explotar al máximo las chances ofensivas, aunque sea un córner o un simple lateral, y elevó el nivel de algunos futbolistas, como Negri, Cacciabue y Cristaldo. Su mensaje de jugar cada partido como una final puede parecer exagerado, pero por ahora resulta. Y mientras tanto el equipo no pierde, y ya pudo ganar. Y sin entrar en conformismo barato, el hincha, que pasó por un torbellino de emociones, de pronto vuelve a creer. Y hay que dejarlo.