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Opinión: «Milei, o del veto como método de gestión»


Por Diego Añaños - CLG

Por Diego Añaños – CLG

En una nueva edición del Festival del Billetazo, o la Banelco 3.0, el gobierno nacional consiguió sostener un veto otra vez. Con la Ley de Movilidad Jubilatoria fue necesario reunir la voluntad de 87 héroes, mientras que en esta oportunidad sólo necesitó de 85 guerreros para ignorar olímpicamente la voluntad de una importantísima mayoría de legisladores. Y no es este un hecho para despreciar. Así como es cierto que el presidente fue electo en elecciones libres, abiertas y competitivas, y de ahí proviene su legitimidad de origen, no es menos cierto que la conformación de las cámaras no es menos hija de la voluntad popular. De hecho, el porcentaje de legisladores que votaron a favor de la Ley de Financiamiento Universitario, supera con creces el 56% obtenido por Javier Milei en la segunda vuelta electoral. Es decir, se han constituido un enfrentamiento en dos planos. Por un lado, hay un enfrentamiento claro entre la voluntad del Parlamento y la figura presidencial, que se expresa con mayor claridad en los dos últimos vetos, pero también en las dificultades que tuvo el oficialismo en transformar en ley el Proyecto Bases. Pero por el otro, hay un evidente enfrentamiento entre una sociedad que valora positivamente las universidades nacionales, y se expresó claramente en las calles en las dos marchas convocadas por la comunidad universitaria.

Hoy el gobierno festeja su victoria, pero habría que preguntarse seriamente si el hecho de gobernar por la vía del veto es un síntoma de debilidad o de fortaleza. A ver, si bien es cierto que se han respetado las normas y procedimientos que hacen al sostenimiento de los principios democráticos fundamentales (que le dan una clara preeminencia a la autoridad presidencial), no es menos cierto que, para gobernar con vetos, sólo necesito reunir algo más de un tercio de los votos de los legisladores presentes. Si lo vemos de este modo, se abre la posibilidad de poner sobre la mesa la discusión la calidad democrática de este gobierno. La pregunta sería: se puede gobernar eternamente a través de vetos, y de espaldas al Congreso y a la sociedad? La respuesta es claramente, NO. Sin embargo, así como es muy sencillo determinar que no se puede hacer eternamente, es profundamente difícil establecer cuánto dura esa no-eternidad.

Según el relato ensayado por la gran mayoría de los medio de comunicación, el oficialismo pudo conseguir su victoria, vamos a llamarla así, gracias al acompañamiento de los votos del PRO, una suerte de bendición de Mauricio Macri. Esto es una verdad a medias. No quedan dudas de que, sin los votos del PRO, el veto del presidente se caía. Ahora, con los votos del PRO no alcanzaba. Es decir, la suma de los votos del oficialismo y los guerreros macristas, daba ayer 74 votos, 11 menos de los que finalmente tuvo el veto presidencial. Por lo que la debilidad del gobierno en la Cámara de Diputados no se soluciona incluso contando la totalidad de los votos del PRO (que tampoco votaron unánimemente, ya que dos legisladores se abrieron del bloque y rechazaron el veto presidencial). Hoy el gobierno necesita poner a jugar la billetera y salir a comprar voluntades, no digamos para conseguir una mayoría simple, sino para reunir algo más de un tercio de los presentes para sostener un veto. Sin el concurso de algunos mercenarios radicales, peronistas y de partidos provinciales, no hay destino posible en el Congreso para un oficialismo débil.

El PRO por su parte, no tiene otra estrategia posible que, como dice la gran diva argentina, seguir colgado de las tetas de Milei. El partido fundado por Mauricio Macri navega en la indefinición política, casi en la disolución. No puede despegarse totalmente del discurso oficial, porque LLA se ha apropiado de todas sus banderas, pero no se resigna a ser un mero acompañante al que no le dan juego. Digamos, no se resigna pero lo soporta, al menos hasta ahora. Con un par de milanesas una vez cada tanto, Milei mantiene a Macri a raya y alineado. El actual presidente sabe, íntimamente, que el ex presidente no está en condiciones de exigir demasiado. Todos los estudios de opinión pública coinciden en que la intención de voto del PRO está por debajo del 10%, un número demasiado bajo para ejercer presión, pero lo suficientemente relevante como para ser eventualmente útil. Por cierto un destino poco halagüeño para un hombre como Mauricio, acostumbrado a ganar en casi todo, incluso en el bridge.

El argumento esgrimido desde el gobierno de que no hay plata terminó siendo desmentido por el gobierno mismo: mientras que hace una semana ofrecían un 1% de aumento a los docentes universitarios, pasaron automáticamente a ofrecer un 6,8% en la última reunión paritaria (un aumento que independientemente de la respuesta de los sindicatos el gobierno va a otorgar unilateralmente). Ah, sin repetir, sin soplar y sin ponerse colorados. Cuesta entender, cómo la oferta pudo multiplicarse por 7 sin comprometer severamente el equilibrio de las cuentas públicas. Una de dos, o habían hecho mal los cálculos, o estaban mintiendo. Para el juicio de la historia quedará el bochornoso voto de los diputados santafesinos Romina Diez, Luciano Laspina, Germana Figueroa Casas, Nicolás Mayoraz, Alejandro Bongiovanni y Gabriel Chumpitaz, todos egresados de nuestra querida Universidad Nacional de Rosario, que decidieron perder la memoria de su pasaje por nuestras aulas y acompañaron el veto presidencial, permitiendo que el saqueo se consumara.